Sentimiento de pertenencia: dícese de la necesidad que casi todos albergamos en nuestro interior de formar parte de un conjunto social: una clase, un grupo, una comunidad, una institución, etc
Para ilustrar esto, me viene que ni pintado el experimento sobre formación de grupos artificiales que realizó Henri Tajfel. Este psicólogo inglés juntó a un grupo de jóvenes y los separó en base a sus gustos hacia las obras de dos pintores abstractos: Klee y Kandinsky. Esos jóvenes ni siquiera conocían a los artistas. Después, por separado, se les fue contando que pertenecían al grupo de Klee o al de Kandinsky, pero sin indicar quién más estaba en ese grupo ni ninguna característica que les definiera, sólo el nombre del grupo. No se dijo por tanto nada que pudiera fortalecer alianzas ni crear prejuicios. Luego se les entregó una cantidad de dinero para repartir entre los participantes en el experimento y se les preguntó cuál sería el reparto que ellos harían: la misma cantidad a todos, mismo reparto entre ambos grupos, más cantidad al grupo que tuviera más miembros, ¿Y cómo creéis que se comportaron? Pues premiando a los miembros de su grupo y castigando al grupo contrario. Increíble: en su propio grupo podría estar la persona que más odiasen del mundo, pero esa fue la respuesta. Así que ¿no son gregarias las razones que nos unen e identifican muchas veces? Esto llevado aún más al límite fue repetido, pero en vez de usar los gustos pictóricos como elemento categorizador, se lanzó una moneda al aire para definir los grupos. Y el comportamiento fue el mismo. Al ensayo se le denominó paradigma del grupo mínimo (MGP).
Identidad social vs. identidad personal: pudiera pensarse que ambas identidades funcionan como un interruptor, cuando se activa una, se desactiva la otra. Y es que cuando pensamos en nosotros mismos, dejamos de hacerlo en el grupo, y a la inversa. Pero lo más curioso de nuestra actuación grupal es la tendencia a valorar negativamente al resto para mejorar la cohesión de nuestro grupo, forjando lo que se conoce como competitividad social. Esto se ve claramente en el fútbol y también en muchos ámbitos de nuestra vida. Alorza siempre nos decía que, por la salud de un grupo, siempre tiene que existir dentro un ... (y perdón por la expresión). De esta manera, todas las iras del grupo recaen sobre él y se fortalecían los nexos de sus miembros. En cuanto ese elemento del grupo lo abandonaba, otra persona tiene que ocupar su lugar.