Solo quiero verlo escrito (no espero respuesta) solo es un desahogo

El tiempo que pasé con él me sentí como si yo fuera un trozo de mierda. Alguien que no tiene valor, que no vale nada. Era cómo si él me hiciera un gran favor por estar conmigo. Yo no era nada. Era basura.
Los cinco años que estuve con él fue así. Aunque al principio no era de esta manera. Al principio todo era bonito. Él era educado, cariñoso, sensible y muy culto. Me hacía sentir especial. Todo le gustaba de mi, .Pero eso duro poco. Después empezó a cambiar, y yo a cambiar con él.
Empezó a controlar mi vida, mi forma de vestir, mis amistades. Todo le parecía mal. Acabé aislada, sin amigos, y muy sola.
Me avergüenzo profundamente de todo eso, y todavía hoy me siento culpable. No soy capaz de hablar con nadie de esto. No puedo explicar lo que pasó. Me siento culpable por haber aceptado un trato tan vejatorio.
La relación con él no siempre era mala. Eso es lo que más me desconcertaba, sus estados de ánimo eran los que guiaban el día a día. Estar con él era como montar en una montaña rusa.
Muchas veces quise dejarle, pero él me imploraba que le perdonase, me decía que tenía muchos problemas y que yo era la única persona que le importaba. Algunas veces era él el que me dejaba, y yo creía morir por dentro. Creía que no podría vivir sin él. Pasaba las noches llorando, no me concentraba en mi trabajo, me sentía muy infeliz. Le llamaba pidiéndole perdón, aunque en el fondo no sabía por qué lo hacía, yo no había hecho nada malo. Él me humillaba, me trataba fatal, no contestaba mis llamadas. Después de unos días me llamaba llorando y me decía que no podía vivir sin mi, que me necesitaba, que sin mi se moriría. Que estaba muy arrepentido. Y yo volvía con él.
Tengo un recuerdo muy especial. Era al principio de nuestra relación, llevábamos más o menos nueve meses juntos. Era verano y habíamos organizado unas vacaciones al norte. El destino era una ciudad que a los dos nos apetecía conocer. No viajaríamos juntos. Habíamos quedado en encontrarnos allí.
El día anterior al viaje, me llamó por teléfono y me dijo que se había acabado. Que no quería seguir conmigo, que anulaba el viaje. Le pedí que me diera una razón, no la tenía en realidad nunca tenía razones, yo creo que actuaba por impulsos. Antes de colgar le dije que yo viajaría y que le esperaría en esa ciudad, en la estación, pero que si no aparecía pasaría las vacaciones sola y todo habría terminado para siempre.
Viajé sola, en tren, durante la noche, llorando cómo una ... sin importarme que la gente me mirase, sin contestar a quién me preguntaba qué me ocurría. Debía parecer una loca. Lo era.
Llegué al destino, y cuándo bajé del tren, allí estaba él. Su cara daba miedo. No me besó, no me abrazó, ni siquiera me saludo, simplemente se puso a mi lado y juntos comenzamos a caminar hacia el hotel.
Una vez allí, tuvimos relaciones sexuales, sin palabras, sin caricias, el fue muy bestia. No fue sensible, me hizo daño. Al terminar, lloré acurrucada y él no me hizo ni caso. Al final, de puro agotamiento me dormí. A la mañana siguiente, nos levantamos y sin hablar, nos fuimos a desayunar.
No voy a relatar todo lo que pasó allí, pero durante toda la semana estuvo sin dirigirme la palabra. Hacíamos todo juntos, cómo una pareja. Visitábamos la ciudad, nos bañábamos en la playa, comíamos y cenábamos juntos, y por la noche, manteníamos relaciones sexuales. Nada más.
Recuerdo que cada vez que alguien me llamaba al móvil (solo me llamaba mi familia), se ponía furioso. No decía nada, pero su mirada me daba terror.
Un día, me llamó una amiga, la única con la que no había perdido contacto a pesar de que él no la soportaba. La casualidad hizo que en ese momento estuviese en el baño y pudiese hablar con ella. Le dije lo que ocurría, y me puse a llorar. Ella me dijo que me largase, que esto no podía seguir así, qué él estaba loco y que algo podía pasar.
No le hice caso. Seguí con el.
Pasada la semana él volvió a estar normal. Comenzó a hablarme y estaba súper dulce. Cariñoso, diciéndome lo arrepentido que estaba.
Pero siempre era así.
Pasaron los años. Y muchas cosas más. Y yo aguanté lo aguanté todo me avergüenzo tanto
Después me quedé embarazada. Yo estaba feliz porque quería ser madre. Él estaba indiferente, a pesar de que fue un embarazo deseado, o al menos eso pensaba yo.
El embarazo fue terrible. Pasé los nueve meses sola. El siempre tenía cosas más importantes que hacer. Las pocas veces que estuvo conmigo era para decirme que yo era una gorda asquerosa. Para hacerme sentir mal.
Una semana antes de que naciera mi hija, se enfadó terriblemente porque él quería que la niña naciese YA. Me culpabilizaba porque la niña no nacía. Y él tenía prisa. No podía quedarse conmigo.
Cada día me obligaba a caminar horas y horas porque según él así nacería la niña.
Una tarde me tuvo caminando desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche. Yo estaba agotada, no podía más. El me decía que era una floja.
Por la noche rompí aguas. Me llevó al hospital. El parto fue muy duro, mi hija nació la noche siguiente. Y por la mañana él ya se había ido.
Cuándo volví a casa con mi niña, estuve sola. Él nunca vivió conmigo, supuestamente cuándo naciera la niña nos iríamos a vivir juntos.
Mi hija tenía dos meses y medio cuándo yo decidí que ya no podía más y lo saqué de mi vida. Durante esos dos meses vio a su hija tres veces.
Fueron dos meses en los que me insultó, me humilló, me trato cómo a un trozo de mierda.
Yo no quería eso para mi hija. Tampoco para mi, pero no lo supe hasta entonces.
No tuve valor para hablar con él personalmente y dejarle. Tenía terror a pensar que pudiera convencerme. Le tenía auténtico miedo.
Le envié un mail. Y él estuvo de acuerdo.
Pasaron dos años y medio sin saber de él.
Para mi fue como quitarme un cáncer. Empecé a ser feliz en el momento en el que él desapareció de mi vida.
Pero cómo he dicho antes, a los dos años y medio volvió a aparecer. Pretendía hacerme creer que yo le había apartado de su hija. Quería hacerme creer que yo fui mala con él. Pero yo ya no me sentía bajo su poder.
Empezó a acosarme. A decir que yo me tenía que casar con él. Intentaba hacerse el encantador, yo empecé a encontrarme mal. No podía soportar que hubiera vuelto.
Durante un año estuvo haciendo ver que se preocupaba de la niña. Que me quería. Yo no volví con él. Cuándo él vio que no volvería jamás, empezó con las amenazas.
Ahora utiliza a mi hija para amenazarme.
Mi hija tiene ya casi seis años. Nunca ha estado a solas con su padre. Ella no le quiere, y él tampoco la quiere a ella. Pero cada día me llama, me amenaza. Me dice que si no hago lo que él quiere me quitará a la niña.
A veces ni siquiera me dice eso. Solo me llama y habla, habla y habla, contándome cosas sin sentido. Unas veces me trata como a una amiga, otras me dice que me cuide que puede pasarme algo.
Desde que él volvió a aparecer por mi vida, sufro fuertes crisis de ansiedad. Al principio no las asociaba con su vuelta. Pero me he puesto en tratamiento psicológico y he descubierto muchas cosas que estaban escondidas dentro de mi.
Ya no le quiero, ni quiero estar con él. Pero tengo que permitir que vea a mi hija cuándo a él le viene en gana. Afortunadamente solo es un par de veces al año. Pero cada día me llama por teléfono. A veces me envía mensajes amenazadores. Yo intento hacer ver que no le tengo miedo. Pero me da terror pensar que ese tipo tendrá que estar en nuestras vidas hasta que mi hija cumpla los dieciocho años.
Es muy triste sentirse así. No he vuelto a enamorarme, ni creo que lo haga. No me siento con fuerzas para empezar nada. Veo a los hombres de otra manera. Sé que no es justo, pero me da mucho miedo tener una relación. Tampoco tengo amigos. Paso mis días dedicándolos a mi hija, y siempre me siento muy sola.
Ha destrozado mi vida. Y jamás me pegó existen otros malos tratos, que son muy difíciles de detectar. Los psicológicos.
Y yo continúo sintiéndome culpable en lugar de sentirme la víctima.
Y hoy he necesitado contarlo. Porque ya no puedo más. Porque estoy desesperada