Mis mejores vacaciones
Yo creía que esas vacaciones iban a ser las peores de mi vida. Habíamos ido a pasar unos días en la playa con mi hermana y su novio. De hecho yo no quería ir pero sinó mi madre no les dejaba a ellos y era un favor que le debía a mi hermana. Nos alojábamos en un hotel, teóricamente mi hermana y yo compartiendo habitación y su novio en otra. Por supuesto eso no era así. Mi hermana me prometió que haría lo posible para que no me sintiera como una carabina pero la verdad es que, pasado el primer día, supe que no iba a ser así. Ellos iban a su bola y pronto descubrí que preferían seguir aprovechando el día encerrados en su habitación.
El segundo día me fui sola a la playa, dejándoles una nota debajo de la puerta.
Busqué un sitio más bien solitario, cerca de unas rocas y me tumbé a tomar el sol.
Al rato, me incorporé para darme la vuelta y descubrí a un chico que me estaba mirando. Lo que más me sorprendió es que no apartó la mirada al verse descubierto, me sonrió. Yo le devolví la sonrisa y volví a tumbarme.
De repente me sentía como excitada, pensando en que él me seguía mirando. Me incorporé, de espaldas a él pero notando su mirada en mi piel y tomé la crema de mi bolso. No necesitaba volverme a poner pero me apetecía hacerlo. Empecé a untarme muy lentamente, acariciándome, pensando que sin duda eso debía de ponerle cachondo. Me bajé las tiras del biquini y también las copas, tapando justo los pezones.
- ¿Te ayudo? - oí detrás mío. Me dí la vuelta, era él. Le pasé el bote de crema y me subí las tiras.
Él empezó a untarme la espalda, muy suave y muy lentamente, pasó sus manos por debajo de la tira del sujetador y tiró hacia los lados. No hice nada para impedir que sus manos tocaran mis senos por debajo del sujetador. Primero lo hizo muy rápido, como si fuera un accidente, sin duda para comprobar mi reacción. Luego empezó a acariciarme descaradamente mis pechos, estrujándolos cada vez más fuerte mientras yo notaba como me iba poniendo húmeda. No pude evitar un pequeño gemido cuando empezó a pellizcarme los pezones, los tenía durísimos. Él se acercó más y pude notar en mi espalda lo dura que se le había puesto.
- Vamos al agua - me susurró y, sin más, se metió en el mar.
Yo primero dudé, no le conocía de nada y estaba un poco asustada, era la primera vez que hacía algo así... sin embargo, me sentía muy excitada y eso era superior a mi miedo. Entré en el agua. Estaba fría y eso hizo que me bajara un poco la excitación. Me sumergí completamente en el mar y, cuando me incorporé él estaba detrás mío. Me abrazó fuerte por la cintura, presionando con su sexo sobre mis nalgas. Me llévó hacia las rocas, donde quedábamos resguardados de las miradas de los curiosos. Entonces me bajó las braguitas y empezó a acariciarme intensamente el clítoris, introduciendo suavemente sus dedos en mi vagina. Yo le bajé el bañador y agarré fuerte su pene entre mis manos. ERa más grande de lo que había imaginado, mucho más grande que los que había visto hasta entonces. Lo acaricié un rato, con la sensación de que seguía creciendo. De repente, él ápartó mi mano bruscamente e introdujo su sexo en mi vagina. Me sorprendió la facilidad con que había entrado. Él me agarró con fuerza por la cintura y empezó a moverme bruscamente.
Entonces vi al otro chico, que nos miraba a unos pocos metros y sonreía.
- Nos están mirando - dije.
- Tranquila, ya lo sé - dijo él.
El otro chico se acercó y mi compañero sacó su sexo de mí. Los dos se saludaron. Yo no comprendía nada. De repente, el chico nuevo puso su mano en mi sexo, yo me aparté bruscamente y ellos se rieron. Comprendí que estaban juntos y que querían gozar de mi los dos, pero aquello no me gustaba.
- No seas tonta - me dijo el primero - te lo vas a pasar de muerte.
Yo le dije que no, que qué se había creido, que estaba loco si pensaba que era de ese tipo de chicas. A medida que hablaba me daba cuenta que lo que decía no tenía sentido. ¿Como podía alardear de decencia si hacia solo un momento no había puesto problema alguno en ser penetrada por un completo desconocido?
Al final dejaron de insistir y se fueron. Yo me sentí algo decepcionada, sabía que en el fondo deseaba que no hubieran sido tan comprensivos. Regresé a la toalla pero ellos ya no estaban.
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¿pensaron que terminaba aquí?
Regresé al hotel orgullosa de haberme comportado como una chica decente, aunque deseando al mismo tiempo con intensidad que alguien me diera placer. Nunca me había sentido tan excitada. Caminaba rápido por la calle, pensando en que pronto se me pasaría, cuando un coche paró a mi lado. Todo fue muy deprisa, una puerta se abrió y alguien me cogió del brazo y me obligó a entrar. Luego, el coche arrancó. Eran los dos chicos de la playa. El primero conducía y el otro era quien, desde atrás, había tirado de mí. Me sujetaba fuerte por la cintura, me hacía daño. Intenté soltarme pero él apretaba más.
- Déjenme salir - les grité, pero nada más lejos de su intención. Con brutalidad, el chico me hizo tumbar de bruces en el asiento de detrás.
Con gran habilidad, colocó mis piernas entre las suyas, impidiendo que las siguiera moviendo, mientras sujetaba mis manos por detrás de su espalda con una de sus manos. Con la otra que le quedaba libre me levantó la camisola y me bajó las bragas. Grité. Él me agarró del pelo y tiró con fuerza, haciéndome levantar la cabeza.
- No grites, ... - dijo - eso es lo que querías...
Supliqué que me dejaran pero era inútil. Habíamos salido del pueblo e íbamos por la carretera local, donde no pasaba nunca casi nadie, así que supe que estaba perdida.
El chico que me sujetaba pasaba la mano que tenía libre por mi sexo, sin ninguna clase de delicadeza, estrujando mi clítoris, introduciendo sus dedos en mi vagina y después en mi ano. Al mismo tiempo el conductor me miraba por el espejo retrovisor y susurraba cosas sucias, a las que también contribuía el otro. Yo estaba muy asustada y no hacía más que suplicarles que no me lastimaran, me ofrecía a hacer lo que quisieran pero que por favor no me hicieran daño.
Entonces pararon el coche cerca de una vieja cabaña. Me hicieron bajar y me llevaron hasta allí. En el interior había dos chicos más, que sonrieron e hicieron algunos comentarios sucios sobre mi. El que me había mantenido prisionera hasta entonces me arrojó sin miramientos a la cama que había.
- Vamos a divertirnos con la zorrita - dijo.
Les volví a suplicar. Repetí que haría todo lo que me pidieran si no me hacían daño. Entonces uno de ellos me ordenó que me desnudara y se la chupara. Se tumbó desnudo sobre la cama y yo empecé a chupársela. Pensé que tal vez aquello sería lo único que me pedirían y procuré hacerlo lo mejor que sabía, pero no pasó mucho rato antes que notara una mano que me manoseaba las nalgas y unos dedos que se introducían sin muchos miramientos en mi vagina.
- Está bien mojadita la putita - dijo uno de los chicos, él que tenía sus dedos en mi vagina, creo que al menos tres, y los movía con facilidad - aquí hay espacio para más de uno...
Fue cuestión de segundos que otro se acercara a comprobarlo. Noté como introducía sus dedos junto a los de su amigo y me sorprendió que no me doliera.
- Menuda zorra... - dijo el nuevo - quita, quiero probar algo.
Se me acercó ye susurró al oido que iba a meterme la mano entera. No tuve tiempo de decir nada. El dolor fue ahora intenso. Su puño cerrado presionaba con fuerza sobre mi vagina, hasta que consiguió entrar y noté como si me hubieran partido en dos, grité con todas mis fuerzas, noté como se me saltaban las lágrimas.
- Qué bruto eres... - dijo el chico de la playa y por un momento pensé que iba a hacer algo por mí pero su contribución fue penetrarme con sus dedos por el culo, aumentando todavía más mi dolor. El otro empezó a mover su mano dentro de mí, mientras el que estaba debajo mío empezó a mordisquear mis pezones.
De repente ocurrió algo que no había previsto. En uno de los brutales empujones a que me estaban sometiendo pasó algo totalmente imprevisto y fue que muy dentro de mí noté algo totalmente nuevo, que no había sentido jamás. De mi garganta surgió un gemido que denotaba el placer más grande que jamás había sentido. Entonces el chico que tenía su mano en mi vagina la sacó.
- ¿Verdad que te gusta, zorra? - me murmuró al oído. Volví a gritar mientras el chico de la playa introducía sin dificultad su puño dentro de mi vagina, sin dejar de juguetear con la otra mano en mi ano - ¿verdad que sí?
Y era cierto, me gustaba... Me gustaba más que nada que hubiera probado hasta entonces y deseaba que siguieran gozando de mí de esta forma. De repente todo había cambiado, ya no era esa chica asustada que suplicaba para que no le hicieran daño. Ahora les suplicara que no pararan...
Cuando el primer pene entró en mi vagina me sentí decepcionada. Sabía que era grande pero apenas lo notaba. Tiré mi mano hacia atrás e introduje mis dedos, para lograr mantener el mismo nivel de placer que hasta entonces. El chico de la playa me apartó.
- Ten paciencia...
sus dedos abrieron mi vagina, de forma que el pene de su amigo me penetraba más junto a una de las paredes, proporcionándome más placer. Pero cuando él logró introducir su pene en el mismo agujero que su amigo sentí que llegaba al límite del placer. Cuando ambos empezaron a moverse, noté que llegaba al orgasmo. He de decir que hasta aquel momento siempre había duda de como era un orgasmo pero no tenía duda que era eso.
Al rato, ellos me hicieron dar la vuelta y me llenaron la boca con su semen, que tragué satisfecha.
- ¿Aún deseas más, perra? - me dijo el chico de la playa.
- Siiiiii - suplique - siiiiiiiiii.
Fueron los otros dos quienes se ocuparon de abrir mi culo como antes habían abierto mi vagina, hasta que pudieron penetrarme cómodamente los dos, mientras sus compañeros recobraban fuerzas.
Cuando se cansaron, me devolvieron mi ropa y nos metimos todos en el coche. No dijimos nada por el camino, aunque hubo algunas caricias y besos. Me preguntaron en qué hotel estaba y allí me dejaron, exhausta y chorreando semen por todos los agujeros de mi cuerpo.
Después volví cada día sola a la playa, esperando encontrarles pero no volví a verles, tampoco les vi en mis paseos por el pueblo y, por mucho que intenté acercarme a la cabaña no supe encontrarla.
El último día pedimos un taxi para que nos llevara a la estación de trenes. Mi hermana y su novio se entretuvieron y yo me subí al taxi. ¿Cuál fue mi sorpresa al voltearse el taxista y decirme con una voz que conocía perfectamente "Buenos días, señorita"? Me preguntó donde vivía y si vivía sola. Sonrió cuando le dije que era estudiante y sí, vivía sola en un pequeño estudio en la ciudad.
- Mis amigos y yo venimos muchas veces a la ciudad, va a ser genial tener un sitio donde dormir.
¿pensaron que terminaba aquí?
Regresé al hotel orgullosa de haberme comportado como una chica decente, aunque deseando al mismo tiempo con intensidad que alguien me diera placer. Nunca me había sentido tan excitada. Caminaba rápido por la calle, pensando en que pronto se me pasaría, cuando un coche paró a mi lado. Todo fue muy deprisa, una puerta se abrió y alguien me cogió del brazo y me obligó a entrar. Luego, el coche arrancó. Eran los dos chicos de la playa. El primero conducía y el otro era quien, desde atrás, había tirado de mí. Me sujetaba fuerte por la cintura, me hacía daño. Intenté soltarme pero él apretaba más.
- Déjenme salir - les grité, pero nada más lejos de su intención. Con brutalidad, el chico me hizo tumbar de bruces en el asiento de detrás.
Con gran habilidad, colocó mis piernas entre las suyas, impidiendo que las siguiera moviendo, mientras sujetaba mis manos por detrás de su espalda con una de sus manos. Con la otra que le quedaba libre me levantó la camisola y me bajó las bragas. Grité. Él me agarró del pelo y tiró con fuerza, haciéndome levantar la cabeza.
- No grites, ... - dijo - eso es lo que querías...
Supliqué que me dejaran pero era inútil. Habíamos salido del pueblo e íbamos por la carretera local, donde no pasaba nunca casi nadie, así que supe que estaba perdida.
El chico que me sujetaba pasaba la mano que tenía libre por mi sexo, sin ninguna clase de delicadeza, estrujando mi clítoris, introduciendo sus dedos en mi vagina y después en mi ano. Al mismo tiempo el conductor me miraba por el espejo retrovisor y susurraba cosas sucias, a las que también contribuía el otro. Yo estaba muy asustada y no hacía más que suplicarles que no me lastimaran, me ofrecía a hacer lo que quisieran pero que por favor no me hicieran daño.
Entonces pararon el coche cerca de una vieja cabaña. Me hicieron bajar y me llevaron hasta allí. En el interior había dos chicos más, que sonrieron e hicieron algunos comentarios sucios sobre mi. El que me había mantenido prisionera hasta entonces me arrojó sin miramientos a la cama que había.
- Vamos a divertirnos con la zorrita - dijo.
Les volví a suplicar. Repetí que haría todo lo que me pidieran si no me hacían daño. Entonces uno de ellos me ordenó que me desnudara y se la chupara. Se tumbó desnudo sobre la cama y yo empecé a chupársela. Pensé que tal vez aquello sería lo único que me pedirían y procuré hacerlo lo mejor que sabía, pero no pasó mucho rato antes que notara una mano que me manoseaba las nalgas y unos dedos que se introducían sin muchos miramientos en mi vagina.
- Está bien mojadita la putita - dijo uno de los chicos, él que tenía sus dedos en mi vagina, creo que al menos tres, y los movía con facilidad - aquí hay espacio para más de uno...
Fue cuestión de segundos que otro se acercara a comprobarlo. Noté como introducía sus dedos junto a los de su amigo y me sorprendió que no me doliera.
- Menuda zorra... - dijo el nuevo - quita, quiero probar algo.
Se me acercó ye susurró al oido que iba a meterme la mano entera. No tuve tiempo de decir nada. El dolor fue ahora intenso. Su puño cerrado presionaba con fuerza sobre mi vagina, hasta que consiguió entrar y noté como si me hubieran partido en dos, grité con todas mis fuerzas, noté como se me saltaban las lágrimas.
- Qué bruto eres... - dijo el chico de la playa y por un momento pensé que iba a hacer algo por mí pero su contribución fue penetrarme con sus dedos por el culo, aumentando todavía más mi dolor. El otro empezó a mover su mano dentro de mí, mientras el que estaba debajo mío empezó a mordisquear mis pezones.
De repente ocurrió algo que no había previsto. En uno de los brutales empujones a que me estaban sometiendo pasó algo totalmente imprevisto y fue que muy dentro de mí noté algo totalmente nuevo, que no había sentido jamás. De mi garganta surgió un gemido que denotaba el placer más grande que jamás había sentido. Entonces el chico que tenía su mano en mi vagina la sacó.
- ¿Verdad que te gusta, zorra? - me murmuró al oído. Volví a gritar mientras el chico de la playa introducía sin dificultad su puño dentro de mi vagina, sin dejar de juguetear con la otra mano en mi ano - ¿verdad que sí?
Y era cierto, me gustaba... Me gustaba más que nada que hubiera probado hasta entonces y deseaba que siguieran gozando de mí de esta forma. De repente todo había cambiado, ya no era esa chica asustada que suplicaba para que no le hicieran daño. Ahora les suplicara que no pararan...
Cuando el primer pene entró en mi vagina me sentí decepcionada. Sabía que era grande pero apenas lo notaba. Tiré mi mano hacia atrás e introduje mis dedos, para lograr mantener el mismo nivel de placer que hasta entonces. El chico de la playa me apartó.
- Ten paciencia...
sus dedos abrieron mi vagina, de forma que el pene de su amigo me penetraba más junto a una de las paredes, proporcionándome más placer. Pero cuando él logró introducir su pene en el mismo agujero que su amigo sentí que llegaba al límite del placer. Cuando ambos empezaron a moverse, noté que llegaba al orgasmo. He de decir que hasta aquel momento siempre había duda de como era un orgasmo pero no tenía duda que era eso.
Al rato, ellos me hicieron dar la vuelta y me llenaron la boca con su semen, que tragué satisfecha.
- ¿Aún deseas más, perra? - me dijo el chico de la playa.
- Siiiiii - suplique - siiiiiiiiii.
Fueron los otros dos quienes se ocuparon de abrir mi culo como antes habían abierto mi vagina, hasta que pudieron penetrarme cómodamente los dos, mientras sus compañeros recobraban fuerzas.
Cuando se cansaron, me devolvieron mi ropa y nos metimos todos en el coche. No dijimos nada por el camino, aunque hubo algunas caricias y besos. Me preguntaron en qué hotel estaba y allí me dejaron, exhausta y chorreando semen por todos los agujeros de mi cuerpo.
Después volví cada día sola a la playa, esperando encontrarles pero no volví a verles, tampoco les vi en mis paseos por el pueblo y, por mucho que intenté acercarme a la cabaña no supe encontrarla.
El último día pedimos un taxi para que nos llevara a la estación de trenes. Mi hermana y su novio se entretuvieron y yo me subí al taxi. ¿Cuál fue mi sorpresa al voltearse el taxista y decirme con una voz que conocía perfectamente "Buenos días, señorita"? Me preguntó donde vivía y si vivía sola. Sonrió cuando le dije que era estudiante y sí, vivía sola en un pequeño estudio en la ciudad.
- Mis amigos y yo venimos muchas veces a la ciudad, va a ser genial tener un sitio donde dormir.
Exquisito.
La verdad fue muy exitante y a la vez sorprendente porque praticamente t staban violando... y tu final gozaste.. eso me hace recordar un dibujo manga porno q vi. un caso igual al tuyo.. aunque rota ya stas..