Iban a ser las vacaciones más divertidas de su vida, pensó cuando bajaba del avión. Por fin había conseguido el tiempo necesario para ello, y el dinero, y había decidido irse sola a aquella isla con blancas playas. Llevaba un montón de novelas y bronceador y planeaba pasar mucho tiempo descansando sin pensar más que en el color de la sombrilla que vendría en el siguiente cóctel.
La suite donde la alojaron era estupenda. Una habitación enorme, con una cama king size, un baño con jacuzzi y un salón con grandes ventanales que se abrían a la playa, y a través de los cuales vería el anochecer cada día.
Dejó la maleta encima de la cama y la deshizo, sacando un bikini azul que se puso con una camisola sobre los hombros. Agarró un sombrero y un libro y salió por la cristalera en dirección a la hamaca más cercana, que estaba a unos metros casi tocando el mar.
Se tumbó sobre ella, bajo la sombrilla ya que todavía estaba muy blanca y se quemaba con facilidad. Y con un suspiro de contento se relajó.
Si le apetece, le puedo poner bronceador, dijo una voz por encima de su cabeza. Abrió los ojos de golpe y rápidamente tuvo que guiñar uno porque el brillo del sol sobre el agua y la arena la había deslumbrado. Y cuando consiguió ver se quedó helada. El hombre de sus sueños estaba allí mismo, alto, bronceado, de piernas largas y pecho amplio cubierto por una ligera mata de pelo que descendía en una línea sobre su abdomen hasta desaparecer por el borde de un bañador tipo boxer. Una brillante sonrisa destelló en sus blancos dientes, haciendo juego con el brillo de sus ojos castaños. Su cabello negro estaba retirado de la frente, húmedo, y una miríada de gotitas de agua destellaban sobre la bronceada y tersa piel, denotando que él acababa de salir del agua.
Un graznido salió de su boca y rápidamente tuvo que aclararse la voz para contestar. Si es tan amable...
La hamaca se hundió ligeramente en la arena cuando él se sentó a un costado. Ella se colocó boca abajo y se sobresaltó cuando notó el tirón del cordel que cerraba la parte de arriba del bikini. Así es mejor, no quedarán marcas, dijo él retirando las cintas de la mitad de su espalda y del cuello. Sintió el frío del bronceador que caía sobre la espalda y una gran mano empezó a frotar para extenderlo. Esos largos dedos se detuvieron sobre sus hombros, después se deslizaron hacia la mitad de la espalda y encontraron el camino hacia sus costados, rozando ligeramente el borde de los pechos que se aplastaban contra la toalla. La verdad era que esos dedos eran mágicos, sintió cómo cada uno de los nudos de su espalda se deshacía y su respiración se hizo algo más agitada. Por el rabillo del ojo podía ver el abultamiento cada vez mayor de su sexo, que el sucinto traje de baño no ocultaba.
Pero esas manos.... absolutamente relajada se sorprendió cuando tiraron también de las cintas que cerraban a los lados su braga, deshaciendo los lazos y apartando la tela de su culo. Una gran mano se cerró sobre su trasero, amasando, pellizcando, y un dedo inquisitivo se deslizó por su raja suavemente. Ella sintió que se deshacía y se sorprendió cuando sintió que la mano se desplazaba hacia sus piernas.
Date la vuelta ahora, ella se giró, olvidando que su bikini estaba desatado y se cubrió con los brazos al darse cuenta de la situación. No te preocupes, cariño, eres preciosa. No te cubras. Él tiró de sus brazos hasta separarlos y elevarlos sobre su cabeza. De nuevo las manos empezaron a repartir el bronceador sobre el frente de su cuerpo y al inclinarse sobre ella pudo apreciar cómo la punta de su pene sobresalía sobre el elástico superior, con una gotita de humedad brillando en la punta. La posición le permitió a ella alargar una mano y acariciarlo levemente, con lo que sintió cómo vibraba.
Él la miró y la sonrió. Continúa, cariño, si te apetece.
Ella humedeció sus labios con la expectación mientras sentía cómo se humedecía también en el pubis. Tiró del bañador dejando libre la enorme erección, que latía bajo su mano. Casi no podía rodearla, estaba rojiza y pulsaba sobre su mano. Acercó su boca a ella, casi no le cabía pero relajó su mandíbula y la lamió con ganas mientras él la lamía a ella.
Gemidos de deseo y satisfacción salieron de su garganta mientras lamía la ... que tanto la había hipnotizado en ese ratito, sintiendo cómo, si era posible, se volvía más y más rígida contra su lengua.
Será mejor que pares, cariño, si no quieres que me corra en tu boca, dijo él. Y con un lametón adicional a su pubis cambió de posición colocándose sobre ella. La besó profundamente mientras frotaba lentamente su ... contra el sexo de ella, que se abrió suavemente. Ligeros temblores hacían que sus caderas se adelantaran, buscando el pene que deseaba tener en su interior.
Luego, suavemente gracias a lo lubricada que estaba ella, su pene se deslizó en su interior, lentamente, porque su tamaño hacía difícil que ella lo aceptara. Inició un movimiento de vaivén que poco a poco iba introduciendo aquella ... en el interior hasta que las caderas de ambos estuvieron totalmente pegadas.
Ella se sentía totalmente empalada, llena y notaba cómo las paredes de su vagina se distendían para hacerle espacio. Él se quedó en su interior sin moverse por un momento que a ella se le hizo eterno, y con un ligero quejido movió sus caderas.
Dios mío, eso era aún mejor. Él comenzó a moverse, mientras la besaba e introducía su lengua en la boca mientras su pene la llenaba y golpeaba contra el final de su vagina. Era increíble. Sentía cómo crecía aún más en su interior, su respiración se aceleraba y abrió la boca en un lamento mudo mientras notaba cómo el orgasmo la atravesaba. Pero aún no había terminado. Él se quedó quieto en un instante y se volvió tumbándose sobre la tumbona y a ella sobre él. Estaba tan duro que no llegó a salir de su interior y el movimiento brusco le cortó a ella la respiración. Muévete, cariño, y tócate. Quiero verlo.
Ella se apoyó sobre sus rodillas, su cuerpo tensándose, y llevó una mano a su pecho y la otra a su sexo. Se acarició mientras le miraba, viendo cómo la imagen dilataba las pupilas de él. Se inclinó hacia atrás mientras él la sujetaba de las caderas y la movía, adelante y atrás, con una fuerza que hizo que ella viera las estrellas. Su mano se deslizó hacia atrás, acariciando sus pelotas y el espacio entre ellas y el ano de él, lo que arrancó un gemido de placer, el primero que le sacaba. Esto la animó y llevando un dedo a su boca, lo chupó, humedeciéndolo lo suficiente para que pudiera deslizarlo por el prieto ano. Suavemente lo hundió, notando cómo las venas del cuello de él se dilataban, su cara se cubría de un suave rubor que rivalizaba con el de ella. Siguió recorriendo el interior de él con un dedo hasta llegar a la próstata, que acarició y provocó un orgasmo en él que precipitó el suyo propio.
Sin fuerzas, cayó sobre su pecho, respirando profundamente y oyendo el palpitar de su corazón. Él se volvió de lado y el movimiento deslizó hacia fuera la ... ahora relajada y dejando que un reguero de fluidos saliera de su interior. Un nuevo beso de él la dejó tan suave que ni se dio cuenta de cuando él la abandonó....
Una sensación de frío recorrió su cuerpo. ¡Guau!, dijo ella quitándose las gafas y abriendo el traje con sensores que la cubría por completo. Este nuevo juego interactivo es la pera, dijo sonriendo, y volviéndose hacia el pc, programó la siguiente escena: DESIERTO, SUMISIÓN FEMENINA. Efectivamente, eran las mejores vacaciones de su vida....