Llevo días negándome a admitir que existan personas con tanta sangre fría como para demostrar amor y cariño y que de un día para otro, ya no sean capaces de hacerlo, o no quieran, o simplemente pretendan hacer daño.
Cuando conocí al chico del que estoy enamorada, fui yo la cauta, la que "quería hacer las cosas bien", la que no se precipitaba en hacer ni decir más de la cuenta, pero él estaba extasiado y emocionado con el momento, me quería ver, quería estar conmigo todo lo que se pudiese, me llamaba y escribía a todas horas, incluso me dijo "te quiero", era idílico.
Luego se asustó, me dijo que su vida no podía dar vueltas en torno a alguien, en torno a mí, vaya. Como lo llamo yo, el clásico "arrancada de caballo y frenada de burro". Se acojonó, o algo vio de mí que no le gustó, o algo debió pasar, porque tras unos meses de sueño, el nivel de entusiasmo, amor y cariño bajó en picado, y el resto del tiempo que estuvimos juntos, fue una lucha constante porque me mostrara sus sentimientos, su cariño. Nadar a contracorriente es doloroso y al final acabas ahogándote, y yo lo hice.
Hace 2 semanas y tras 5 meses juntos, decidí armarme de valor y decirle a la cara que necesitaba concretar las cosas con él, que me dijera qué esperaba de mi y de nuestra relación. Lo hice con la falsa esperanza de que me dijese cosas que en realidad yo en el fondo sabía que no me diría. Su respuesta fue contundente: no estaba dispuesto a tener una relación más formal conmigo, no estaba preparado y no quería que me hiciese ilusiones. Lo que él nunca supo, es que hasta el momento, nuestro día a día había sido como una relación formal.
Ante esa respuesta, yo le dije que para olvidarme de él, prefería poner distancia para poder desenamorarme. Él estuvo de acuerdo.
Pero en estos úl!@#*!s días me he arrastrado como una imbécil, le he intentado hacer razonar, pero todo sin éxito, él se mantiene en que no podemos tener una relación y que deje de darle vueltas al tema y pase página. Y yo no puedo.
Lo más doloroso es que en estos úl!@#*!s días no solo no ha habido ni una sola palabra de cariño, consuelo o apoyo por su parte, sino que además, me ha hecho sentir culpable por expresarle mi dolor, tachándome de dramática y pesada. Jamás me había sentido tan humillada.
Lo que me duele es que al margen de esta decisión, todo este tiempo he sabido que el problema no es que no me quiera, es que no me quiere querer. Y eso es lo que me produce más impotencia.
Ahora mismo él está saliendo con sus amigos/as de fiesta, probablemente con varias copas de más, divirtiéndose y pasándoselo bien. Él ha podido seguir con su vida. Yo llevo todo el fin de semana encerrada en mi casa llorando, viendo películas tristes y comiendo como una cerda.