Os la contaré para que dejeis de preguntar e imaginaros cosas que no corresponden con mi verdad. Nunca he querido contarla porque no me gusta exponer cosas tan privadas ante personas que no conozco, pero que vale, vosotros a mí tampoco me conoceis, sólo mi nick, y si hace falta lo cambiaré otra vez, ya me da igual.
Así que ahí va, mi historia. Juzgadla o haced lo que querais. Ya no me importa.
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Desde adolescente solía amar en dualidad. Era un estado casi contínuo: Un chico que atrapa mi cuerpo, y otro que atrapa mi espíritu. Solía pasar así: Estaba enamorada de un chico pero por timidez nunca se lo dije, tenía miedo al rechazo, además le idealizaba hasta casi ponerle divino. Me pasó así con el "chico de color de arena", como le llamaba por su pelo rubio y porque le gustaba vestir de blanco y beige. A veces hasta hablamos, pero nunca me atreví a decirle que me gustaba.
Y luego "el otro". Un chico al que yo le gustaba y que a mí, aunque sabía que no era el ideal, no me desagradaba. Así que dejé que comenzara una relación, sin realmente querer, pero bueno, mejor tener sexo y cariño de la persona equivocada que no tener nada. Y en mis sueños seguía mi amor ideal, como el chico de color de arena.
Así estaba cuando en verano de 2003 fui de viaje de estudios. Y allí le conocí: A ÉL. El que por primera vez uniría a los dos conceptos. Tan guapo, tan atractivo, tan cariñoso, tan seductor, tan todo. Y en su mirada se me reveló más que con cualquier otro, sabía que le amaba, y que le amaría siempre, pasara lo que pasara, sería suya. Me entregé a él sin poner barrera, aún sabiendo que oficialmente "tenía novio", no me importó, mi corazón y mi alma habían conocido su compañero y sabían que nunca habría otro.
Después de volver a mi país (era un viaje de estudios de diez días), me quité del compromiso con el otro y le rompí el corazón, pero qué iba a hacer? Mi amor y yo hablamos por teléfono todos los días, causa por la que todavía no tengo carnet de conducir - tenía que pagar la factura! Nos volvimos a ver en vacaciones, pero sabía que por mucho amor que nos unía, sería una relación muy difícil, ya que iba a empezar a estudiar mi carrera y él se quedaría en su país. Sería un amor a distancia, un amor de vacaciones. Pero qué ibamos a hacer.
Y pasó lo que nunca debería haber pasado. Una noche borracha mi cuerpo clamó por sus derechos. Y le fui infiel. Se lo conté, siempre habíamos sido sinceros el uno con el otro, y me perdonó. Sin embargo, poco a poco nos alejamos, nos llamamos menos, y un día, después de dos años de carrera, no soporté más el estar estudiando y estar lejos de la ciudad donde residía el que amaba. Y cuando otro chico de la misma ciudad me ofreció venir, vine. Se enamoró de mí y me ofreció vivir con él, y yo accedí. Más tarde me pidió casarnos y le dije que sí, qué otra cosa iba a decir. Pero sentía que no podía casarme. Seguía amando al que siempre amé, el único. Unos meses después, finalmente lo reconocí delante de mí misma y me alejé de aquel chico, rompimos y volví a mi país. Y allí estoy.
Le he escrito una carta a mi amor de entonces, al que todavía amo, pidiéndole perdón por todos los malentendidos, por todo que pasó. Espero que algún día podamos volver a vernos, y quizás incluso vivir juntos. Sería bonito.
Si no, tendré que seguir mi vida sola; sola, siempre sola, porque no me he mostrado digna de un amor tan grande que me fue regalado.
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