Que agradable, ya es de noche, ya ha quedado atrás el trabajo, los niños duermen. Por fin puedo estar contigo, la casa en silencio, sólo escucho tu voz que me cuenta cosas que hiciste durante el día, te miro, me doy cuenta que a pesar de los años de estar juntos, te amo como el primer día, más incluso. A pesar de los problemas vividos, pienso en lo feliz que soy contigo a mi lado, mi amiga, mi compañera, mi esposa, mi mujer.
Luego de terminar los preparativos para el siguiente día, subimos a nuestra habitación, está algo alborotada por los niños, la ordenas, te ayudo. Me desvisto mientras tú aun ordenas no sé que cosa, me miras, te sonrío, guiño un ojo y te tiro un beso. Te sonríes, miras mi desnudes y vuelves a sonreír.
Me recuesto en la cama apoyándome en el espaldar, te observo, comienzas a desnudarte, mis ojos ávidos de ti siguen cada uno de tus movimientos. Por fin la ropa cae, tu piel queda a mi vista, tu hermosa y suave piel, la noto estremecerse al cambio de temperatura. Te percatas que te observo y me miras con una expresión infantil, casi con vergüenza.
-Déjame verte, te pido.
-Para qué, si soy la misma de siempre, me respondes.
-Eso es lo que deseo, verte entera, lo he esperado el día entero.
-Qué esperabas.
-El poder verte, sentirte cerca, tocarte.
Mientras te hablaba me acercaba arrastrándome por la cama, hasta poder con mi mano tocar tu piel, tan suave, tan tibia, tan deseada por mi, no pudiste evitar estremecerte.
Me siento en el borde de la cama, te impido vestirte, protestas, pero te beso tu abdomen, tu pecho, tu espalda, tus nalgas; te toco, no puedo evitar tocarte, soy adicto a ti, a tu piel, a tu olor, a la tibieza de tu piel, a tus besos y caricias. Te suelto, quiero verte, admirarte, me complace tanto ver tu cuerpo desnudo, ese cuerpo que tan bien conozco, ese cuerpo que también calza con el mío, que tanto placer me ha dejado experimentar.
Te llamo a la cama, te recuesto, te acaricio de pies a cabeza, te estremeces, suspiras, te beso, no dejo parte de tu piel sin una caricia, sin un beso; mis manos más osadas ya no sólo te tocan para sentir tu piel, quieren ser parte de ella, te trasmiten mis deseos, acarician tus senos, se apoderan de ellos, rozan tu pubis, desean llegar a ese rincón tan preciado de tu cuerpo, con ellas va el resto de mi cuerpo, tu respondes, ya no son caricias, es el roce de tu piel en mi piel, es el fundirnos en un abrazo eterno, el poseernos, nuestras bocas, nuestras lenguas se unen en un loco frenesí; te deseo, tú me deseas, me pides que te haga mía, que te haga el amor, yo sólo obedezco, de una certera estocada, como el más hábil de los toreros, me sumerjo en tus profundidades. Tú húmeda y tibia piel rodea la mía, por fin, por fin, te amo, te deseo. Por fin hacemos el amor, por fin mi día a válido la pena.
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