Se dice que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Y hace poco, también un amigo dijo que al fin había descubierto la diferencia fundamental entre las culturas europea y oriental: que aquí basamos nuestra felicidad de puertas afuera, en lo que logramos que los demás piensen de nosotros, mientras que allí lo que prima es lo satisfecho que uno está consigo mismo, sin importar lo que crean los otros.
Los orientales tienen fama de gran sabiduría en estos temas anímicos, pero, ¿tienen razón? Ayer, yo paseaba por el rastro, viendo qué preciosos bolsos de imitación se vendían, ansiando uno, pero preguntándome: ¿Lo necesito? No. No lo necesito, claro que no. Ya tengo dos bolsos y tienen pinta de durarme hasta la vejez. ¿Ropa para la nueva temporada? Tampoco lo necesito. Tengo los armarios llenos de ropa comprada cuando tenía diecisiete, veinte, veintitrés... Y está nueva. Y con lo que la moda se repite, siempre hay algo que vale.
Lo malo es que son objetos materiales de los que puedo prescindir, pero, ¿qué ocurre cuando lo que me falta es espiritual? ¿Qué pasa si necesito más libertad? ¿O más amor? ¡Oh, sin duda puedo resignarme y tratar de ser feliz con un marido que no me atiende y criando a dos niños sin ninguna ayuda! Puedo engañarme y seguir buscando el lado positivo a vivir con tantas carencias.
Lo que ocurre es que yo también he descubierto algo, y no creo que el ser humano haya sido creado para ser conformista. Pensadlo. Si no, ¿qué nos costaba continuar viviendo en cuevas y vistiéndonos con pieles por necesidad?
No. El ser humano lleva soldado en los genes la necesidad de ir a más. De lo contrario no habríamos llegado hasta aquí. Y sobrevivimos adquiriendo y avanzando. No importa que en Oriente se ansíe más paz interior y por estos lares, un chalet independiente. En el fondo, es lo mismo, pero con medios diferentes.
Sólo me pregunto, si en la vejez se podrá descansar de todo esto; si uno podrá al fin relajarse y contentarse de veras con lo que tiene por dentro y lo que tiene por fuera y dedicarse en serio a disfrutar, sin ansiar, sin anhelar, porque... ¿No os parece agotador? ¿Puede uno librarse alguna vez de querer ir a más? Si alguien lo ha logrado, que me diga cómo, porque yo necesito unas vacaciones de mi misma.