Hola a to2, mi nombre (obviamente no el real) es Edward Bloom, llevo varios días escribiendo en el foro (no se si a alguien le sonaré o no)... pero me he dedicado únicamente a responder, hasta ahora no había iniciado ninguna charla.
Como hoy por hoy aun no tengo nada digamos..."personal" que contaros, aprovecho este post para presentarme e invitaros a leer (y, quien se aventure, reflexionar en "voz alta") sobre lo siguiente.
Se trata de un fragmento de la disertación del noveno circulo de "El Libro Infierno" de Carlo Frabetti. No estoy de acuerdo (al menos no totalmente) con el autor, pero, cuando lo leáis, tendréis que reconocer que, cuanto menos, te hace pensar en el posible -aunque frío y triste- acierto de sus palabras.
Las siguientes frases salen de la boca de un demonio, dirigidas al protagonista (el propio autor), en el noveno -y más alto- círculo/piso del infierno descrito por Frabetti (homenajeando a Dante con muchas ideas y continuas alusiones):
"El amor, que a menudo se presenta como el último reducto de autenticidad y autodeterminación en vuestra sociedad hipócrita y coercitiva, es en realidad la farsa suprema y la más angosta de las jaulas concéntricas que os aprisionan.
Los miembros de una pareja se someten mutuamente al más grosero de los engaños (sólo concebible en la medida en que ambos desean ser engañados tanto o más que engañar) y, sujetos por la cadena de una dependencia morbosa, se convierten cada uno en la bola de presidiario del otro.
Los enamorados firman con su sangre el siguiente contrato elíptico: Tú vas a fingir que yo soy lo más importante para ti, el centro de tu universo, y yo fingiré que tu eres el centro del mío; de este modo olvidaremos que, desde que salimos de la primera infancia, estamos irreversiblemente solos, cada uno confinado en el centro de su propio universo... Tú vas a fingir que yo soy para ti algo único e insustituible, que estás conmigo precisamente por ser yo, cuando en realidad mi identidad profunda te es desconocida e inasequible, y no soy más que uno entre los cientos de actores/actrices que podrían desempeñar el mismo papel para ti; a cambio, yo fingiré que tú eres para mi algo único e insustituible (cosa que me resultará tanto más fácil en la medida en que me hagas creer que yo soy algo único e insustituible para ti), que estoy contigo precisamente por ser tú...
Abandonándose a una suerte de esquizofrenia especular que merecería el más atento estudio de los psicólogos, los dos actores se creen (o creen creerse) no sólo la farsa del otro, sino también la propia. La única diferencia entre el vil seductor y el enamorado sincero estriba en que el primero sólo engaña a una persona, y el segundo, a dos.
Tanto engaño mutuo, por otra parte, sólo es concebible en el marco de una mitología sólidamente instaurada. Del mismo modo que la religión es una forma de amor (al padre -es decir, al principio de autoridad- divinizado), el amor es una forma de religión, la respuesta mítica al carácter incognoscible de la alteridad. Si la religión es una mitología destinada a conjurar el miedo a la muerte, el amor es una mitología destinada a conjurar el miedo a la soledad, y, como tal, os impide enfrentaros directamente al problema y favorece la perpetuación de una sociedad atomizada (o, peor aun, moleculizada) y asolidaria, causa básica de la soledad extrema en la que vivís".
Son palabras puede que muy frívolas, y, para mi, equívocas en algunos -muchos- detalles... pero también puede que estén en lo cierto, aunque en ese caso... quizás muchos prefiramos no profundizar en la madriguera de conejo, escoger la píldora azul, y seguir soñando... y seguir pensando que el amor existe tal y como lo concibe nuestra cabeza... o nos han enseñado. Es una decisión complicada.
Salu2,
Edward Bloom