Hace un día que cerré la última página de un libro que alguien me dejó prestado. Aún se mantiene en mis adentros una frase que grita ferozmente: "Todas las personas mayores primero fueron niños". Se trata sin duda de una de esas VERDADES tan obvias que olvidamos porque las creemos aprendidas, las creemos instaladas en nuestra vida, pero como siempre pasa, las grandes verdades se resumen en pocas sílabas pero se olvidan en el mismo instante de pronunciarlas, las rebajamos hasta perderlas. Hoy me apetece compartir contigo una reflexión sacada de las tripas de El Principito.
Nacemos con una pureza y un alma virgen pero las tormentas de la vida, las serpientes venenosas hacen que tu corazón se cubra de espinas, demasiadas, haciendo que esa niñez se esconda en ti, hasta que llega un momento que eliges perderla. Ese es el punto al que nunca nadie debería llegar porque hemos de buscar con el corazón, sólo así encontraremos la flor (amistad, amor, ilusiones, esperanza, valores). Limitarse a ver con los ojos, sólo nos haría seres eficaces para no distinguir, para vivir en una tremenda y mísera soledad...Porque al fin y al cabo somos seres con fecha de caducidad, que algún día moriremos. Lo material no se quedará con nosotros, perecerá. Vivir por un objetivo racional haciendo oídos sordos a ese hilo que grita en nuestro corazón sólo nos hace morir lentamente. Lo que merece la pena en la vida no se compra, hay que buscar o mejor dicho, dejarse encontrar, dejar abrir las puertas del corazón. Nadie es culpable de las espinas que tu piel fabrica para su defensa propia. No dejes perder a gente válida por miedo. El miedo nos hace perder, el miedo nos invalida.
El pensar distinto puede hacer que la gente seria, aquella que se siente importante, te discrimine, pero, a pesar de todo ello, debes tener fe, no sentirte solo y buscar lo que es invisible a los ojos.
"Las espinas no sirven para nada, es la maldad de las flores lo que las hace brotar".
Debemos juzgar por los actos, no por las palabras. Las palabras sólo confunden, empobrecen los sentimientos, son fuente de malentendidos.
Todos poseemos en nuestra vida volcanes, unos en actividad que nos hacen ser lo que somos en el hoy, y volcanes apagados que también hay que cuidar, sin olvidarlos porque pueden prender y arrasar todas las flores que hemos plantado en nuestro corazón. Es necesario para llegar a las mariposas, soportar oruguitas, heridas. Se aprende de lo malo. Somos seres débiles que valoramos las cosas cuando se nos van de las manos.
El orgullo también hay que apartarlo de nuestra vida porque lo único que logra es apartarnos de lo que amamos. No nos olvidemos que somos seres efímeros, "amenazados por nuestra próxima desaparición". Por todo ello es inútil perder el tiempo. Quizás luego es demasiado tarde. "Mi flor es efímera y no cuenta más que con cuatro espinas para defenderse del mundo. Y pensar que la he dejado absolutamente sola. Aquel fue el primer sentimiento de arrepentimiento".
Tenemos que aprender a domesticar, a crear lazos, a sentir la necesidad de alguien. "Tú serías para mí el único en el mundo como yo lo sería para ti". Sólo domesticando te darás cuenta de que tu flor es única en el mundo.
Para mí los errores son la base del triunfo, al menos en los que concierne al mundo de los sentimientos. Lo malo siempre te debe hacer crecer, para eso sirve equivocarse..."es el tiempo que has perdido con tu rosa la que la hace tan importante".
Llegado a este punto cabría cuestionarse si los hombres somos seres que saben lo que quieren. "Los hombres se recluyen en trenes rápidos, sin saber lo que buscan. Entonces se inquietan y dan vueltas...No importa donde vaya, el lugar en que vivo es muy pequeño. Hacia adelante de uno, siempre derecho no se puede llegar muy lejos".
Hay determinados actos que para algunos seres son importantes. Uno de ellos puede ser el hecho de pronunciar el adiós cuando alguien se marcha a otro lugar. Para mí ese adiós último no debe existir porque parecerá como si hubiera muerto la otra persona y eso no es verdad. El adiós entre seres que se quieren nunca se da, no puede existir jamás. Lo máximo que se puede pronunciar es hasta luego y no ese día de la ida. No pronuncies jamás el adiós último a aquellos queridos tuyos, sólo hazlo sonar para zanjar males de tu alma, para sacar lo malo, para terminar con el dolor. No lo nombres cuando no sea un adiós eterno.
Hemos de preocuparnos por los demás porque al fin y al cabo las flores de tu vida sólo cuentan "con cuatro diminutas espinas para protegerse contra el mundo" y te necesitan igual que tú necesitas de ellas. CARPE DIEM.