El agua de la ducha recorre tu piel desnuda. Observo expectante como las gotas se deslizan por tu cuerpo, deleitándome en él. Tantas veces visto. Jamás admirado.
Me acerco a ti, pero no me atrevo a tocarte. Me asusta hacer algo mal y perderte, me da pánico equivocarme y no poder volver a la normalidad. Me decido. Aplico un poco de jabón en la esponja y te la paso por tu piel. Primero los hombros, los brazos, el escote. La espuma se desliza sobre tus pechos, por el canalillo alcanza tu tripita. Observo como pierde velocidad en tu monte de venus. Me miras, te miro. Con la mirada me autorizas, me pides que no sea cobarde, que continúe el juego. Paso la esponja sobre tus pechos, tu tripa, la curva de tus caderas... Te giras, te retiras el pelo y me muestras tu espalda, bajo con la esponja por ella, siguiendo la marca de tu cicatriz. No entiendo que te avergüence. Continuo por los riñones y me acerco a tu trasero. Me encanta tu culito, ¿ya te lo he dicho? Tienes las caderas estrechas y el culito respingón. Te sientan tan bien los vaqueros... Acaricio tu tatu, es gracioso una vez fue un corazón, ahora poco más que una mancha. Deberías repasártelo....
Te he tocado, inocentemente he roto el tabú. Mis manos recorren tu piel amparadas por la espuma. La suavidad de tu piel, el calor que desprende, como reacciona bajo mis yemas.
Te giras, me quitas la esponja de la mano, agua calentita, jabón y comienzas a lavarme. Eres más atrevida que yo. Un poco de espuma sobre mis hombros y en seguida te lanzas a mis pechos. Los rodeas dibujando imaginarios ochos. Deslizan la esponja por mi vientre hasta mi monte de venus. Imitando mis movimientos, deslizas sobre mis caderas y me giras. Aparto el pelo, me dejo llevar por tus manos que me acarician sobre la espuma. Manos suaves, delicadas, maestras. Te pegas a mi, puedo sentir tus pechos en mi espalda y como tus pezones crecen de excitación. Me giro y nos quedamos frente a frente, llenas de espuma. Me acerco a ti. Mi boca va a tu boca, mi mano a tu sexo. Te sobresaltas, pero me imitas.
Exploro tu intimidad, con suavidad, con la espuma como compañera de juegos. Abres ligeramente las piernas. Te imito, acaricio suavemente la zona, los labios mayores, los menores el clítoris. ¿Te ha gustado? A mi también. Tus manos imitan a las mías. Reproduces mis caricias sobre mi piel. Me encanta. El deseo sube de nivel. Tus caricias suben el ritmo y leves gemidos escapan de mi boca. Te imito.
Introduzco un dedo en tu interior, suavemente, con cuidado de no dañarte con las uñas. Cierras los ojos y por un segundo cedes en tus movimientos. No ha durado, vuelves a la carga con más intensidad. Un dedo me lo introduces, con otro juegas con mi clítoris, la excitación es máxima, apenas puedo coordinar los movimientos con los que te correspondo.
Siento tu respirar agitado sobre mi boca, no puedo evitarlo y te beso, apasionadamente. Tu lengua juega con la mía, tu mano en mi interior, la mía en el tuyo, nos agarramos los pechos pellizcamos los pezones y alcanzamos un orgasmo casi coordinado.
Nos reponemos abrazadas bajo la ducha. Limpiándonos el jabón, intentamos acabar la ducha. Desenredo tu pelo negro azabache, mientras admiro tus preciosos ojos almendrados. No puedo reprimirme y te beso. Me respondes con la misma dulzura, la suavidad de tus labios, su jugosidad. Eres fruta prohibida.
Un carraspeo rompe nuestra intimidad. Es él, apoyado en el quicio de la puerta sonriente, no parece haberse enfadado por haber empezado solas. Sonreímos. Se acerca .¿Tres son multitud? Pregunta.