Era una tarde de verano, una tarde típica del mes de agosto, bochornosa y tórrida, pero con ese arma dulzón que presagia e incita al disfrute de los sentidos
Ana se paseaba ante Jaime solamente ataviada con un ligero y cortito albornoz de raso blanco, coqueta y con una aparente ingenuidad, ajena a los efectos que podía causar en él, aunque tan solo era una fingida candidez. Ambos estaban en el salón de su casa. Ana, nerviosa y ya excitada por la mera presencia de Jaime, se mostraba inquieta mientras ordenaba la estancia que, el día anterior había olvidado preparar; en uno de aquellos movimientos, se agachó a colocar suavemente el sofá. Como una provocación o una aparición celestial o demoníaca de tentación, allí estaba ella, inclinada hacia delante, con la espalda curvada, sus piernas de gacela tiesas y su culito hacia atrás en pompa, la vaporosa tela de la batita se metía ligeramente entre sus nalgas insinuando que estaba totalmente desnuda bajo ésta. Jaime no podía creer lo que tenía ante sus ojos, y le sobrevino una erección.
Ana se dio la vuelta y se puso a caminar hacia él coqueta, contoneando sus caderas intentando seducirle. Una vez estuvo ante él le dijo "¿tu no has venido a invitarme a ninguna fiesta, como me has dicho, verdad?", Jaime nervioso no sabía que decir y empezó a titubear, hasta que acertó a decir "no, la verdad es que no, he venido a verte a ti" y acto seguido la agarró suavemente de un brazo, la atrajo hacia él y la besó sus labios candentes se fundieron en un solo elemento, sus bocas ahora eran una sola.
Las manos de Jaime fueron bajando por la espalda de Ana hasta llegar a su trasero, agarró sus nalgas, desnudas, calientes, con ambas manos y la atrajo impetuosamente hacia sí, Ana empezó a besar su cuello mientras comenzaba a gemir suavemente. Jaime se fue a un extremo de la habitación y la puso contra la pared, empezaba a desabrocharse el cinturón, cuando de pronto Ana se zafó de él e invirtió la situación; ahora ella era quien le tenía contra la pared y podía hacer de él lo que quisiera. En un arrebato, agarró su camisa y se la rasgó con fuerza haciendo que todos los botones saltasen por el aire; se acercó a él, pegándose a su cuerpo sudoroso y caliente, como estaba el suyo, y le besó apasionadamente mientras con una mano le agarraba el paquete Ana empezó a bajar, besando su precioso cuello, su pecho, recreándose en cada parte de su piel como si fuera la última, lo más bello que hubiera tocado, acariciado, besado.
Entonces se arrodilló frente a él y le desabrochó el pantalón; le encantaba ver como su miembro erecto y rígido, se impacientaba por estar dentro de sus entrañas sacó su pene del calzoncillo y comenzó a chuparlo, Jaime gemía con esa voz suave y sexy que siempre la había atraído, entonces empezó a masturbarlo con sus manos, primero con movimientos lentos, disfrutando de cada centímetro de su verga que se extasiaba con su contacto movimientos que, fruto de su pasional impaciencia y excitación se fueron haciendo cada vez más rápidos
Ana estaba excitadísima, sentía un calor y una humedad tan grande e intensa en sus entrañas sólo comparable al de un volcán en erupción los flujos de su vagina empezaron a chorrear y como un manantial, se atrevieron a manar por sus muslos entre sus salvajes movimientos comenzó a notar que Jaime se correría de un momento a otro y dejó de tocarle. Sudoroso y sofocado, Jaime se sorprendió de su reacción, pero tan sólo era un segundo de calma en medio de la tormenta.
Ana se levantó y empezó a caminar, alejándose de él, entonces se colocó junto a la mesa del salón, dando la espalda a Jaime, que la miraba atónito, hipnotizado Entonces se colocó derecha, con el culito hacia atrás y se abrió de piernas, delicadamente se levantó la cortísima batita dejando su trasero al descubierto, y le dijo "Ven aquí, quiero sentirte dentro de mi"; Jaime sin pensarlo se acercó a ella, y se situó detrás, con sus manos desabrochó la cinta de su bata y empezó a acariciar sus pechos, redondos, suaves, aunque no demasiado grandes, sus pezones rosados se erigieron ante sus caricias Ana gimió, ladeo la cabeza buscando su cara, y se encontró con sus ojos azules, pícaros y tan hermosos... con su mano derecha le acarició la cara, buscando esos labios en los que desearía quedarse para siempre... se besaron, empezaron a comerse los labios como si hubieran estado cien años sin probar bocado. Las manos de Jaime empezaron a deslizarse por su resbaladiza piel, cálida y dulce fue bajando por su vientre hasta que llegó a su vulva que estaba allí, caliente, empapada, y su vagina ansiosa por que la embistiera fuertemente comenzó a acariciar sus labios grandes y carnosos Ana jadeaba de tanto placer y apoyaba la nuca sobre su hombro extasiado introdujo un dedo en sus dedos en su vagina, muy dilatada por la tórrida excitación del encuentro comenzó a palpar los primeros centímetros de esa cueva soñada por él casi masturbándola cuando Ana entre gritos dulces le suplicó que se la metiera toda, entera, ya no podía aguantar más entonces Jaime la agarró por las caderas y la penetró, con fuerza, firmemente le metió su verga de un golpe, entera, provocando que Ana lanzara un sonoro gemido que retumbó en toda la casa.
Comenzaron a moverse salvajemente, como seres instintivos y animales mientras ambos gritaban, gemían, sudaban juntos uniéndose en un mismo cuerpo. Las manos de Jaime resbalaban por el vientre de Ana, tibio, suave, resbaladizo... buscando llegar a su vulva. Empezó a acariciar su pubis despacio, recreándose, hasta hallar su clítoris, metió sus dedos entre sus labios mayores y a moverlos rápido de delante hacia atrás, mientras su pene la embestía potente y firme dentro de su vagina, tórrida y totalmente mojada.
Entonces Ana comenzó a moverse cada vez más fuerte, más violenta, siguiendo los movimientos de Jaime, y de repente, sin poder evitarlo llegó al orgasmo, tan intenso que incluso eyaculó un poco, mojándola parte delantera del escueto albornoz; justo después, Jaime se corrió dentro de ella, en tanta cantidad que su semen se escurrió por sus piernas y llegó al suelo... Tras recuperarse de tal placentera hazaña, ambos quedaron exhaustos; en cuanto recuperaron la respiración, volvieron a besarse, ahora ya más tiernamente, y cayeron rendidos en el sofá juntos y entrelazados
Me encantaría tener vuestra opinión, saber si os ha excitado y cuanto, jeje lo valoraré mucho!
Que lo disfruteis! Muchas gracias y un beso