Biografia de un corazón roto...

Ayer la vi, estaba tendida en su cama mirando hacia el techo mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas. Era de madrugada y parecía que el sueño no podía meterse entre sus sábanas frías, me acerqué un poco más y pude notar un profundo dolor en su rostro melancólico; no tenía cara de funeral, ni de padres incomprensivos, ni de desempleo, no tenía cara de amigos traicioneros, ni de exámenes reprobados, ni mucho menos de enfermedadmas bien tenía cara de corazón roto, de desamor, tal vez de un poco de engaño, desilusión y decepción. Sí, a eso olía su habitación, a desesperanza, a nostalgia, a sueños destrozados y a frustración, ya se había desvanecido la fragancia a motivación, romance, sonrisa, anhelo y visión, ahora sólo podía respirarse un extraño y desagradable olor a lamento, a coraje, a despecho quizás. Me conmovió mucho esa escena, realmente no podía entender cómo la pudieron lastimar de esa manera, no es que ella hubiera sido víctima, se veía que entendía bien sus errores e imprudencias, pero eso no se comparaba al daño que la hacía llorary cuando me aproximé un poco más escuché además de su llanto, una conversación con otra persona, no sé si estaba llegando al borde del delirio, o si mis ojos miopes y la oscuridad me impedían ver bien, pero lo que sí es seguro es que había alguien más en su cama.

Dias antes...
La había visto frente al televisor, al parecer disfrutando de uno de sus programas favoritos, jamás pensé que algo malo pudiera estarle ocurriendo, de hecho se veía bastante alegreeso hasta que su mamá salió de casa, porque apenas cerró la puerta los ojos se le nublaron y un suspiro de tristeza me hizo entender que alguien había irrumpido su estabilidad, su corazón. Trató de evitar esa lluvia del alma y se dirigió a su mini componente y comenzó a escuchar canciones que la llevaban a todo menos a la sanidad, ya sabes de esas típicas melodías desencadenadas, sí, las llamadas cortavenas. ¿Sabes? No le ayudó en nada estacionarse por horas escuchando mensajes llenos de melancolía y desamor, al contrario la hacían llorar más.

Alguien le dijo que la mejor terapia para un corazón roto era desahogar el dolor escribiendo. Aprovechando que el sufrimiento es la mejor musa para un poeta comenzó a descargar sus sentimientos más profundos en palabras, sin embargo a pesar de su temporal tranquilidad, todavía no se sentía sana, ni libre del rencor, de los recuerdos a su lado. Le era casi imposible separarse de los momentos hermosos, de las palabras honestas, de las esperanzas que construyó, del engaño, del desencanto que él le hizo vivir... ¡No era fácil!
Por más páginas que escribiera la tristeza le sobrevenía y con ella las ganas inmensas de salir corriendo, de gritar, de llorar, de llamarle, de verle tal vez para reclamarle, para pedirle alguna explicación, o simplemente para hacer renacer una ilusión perdida. ¡No podía echarlo de su mente, de su corazón! Ese sentimiento parecía ser más fuerte que ella, que su orgullo, que sus ansias de olvidar. Con esa desesperación terminó de transcribir su ser un tanto frustrada por no lograr dejar de lado lo que él había significado; así que pensó en que si la soledad le aturdía demasiado tenía que despojarse de ella, entonces recurrió a los amigos; y cuando parecía que el dolor se había secado la encontré nuevamente sola caminando por las calles camino al trabajo, su maquillaje podía ocultar sus lágrimas nocturnas pero no su actitud acongojada. Llegó la noche y leía libros para poder dormir pero el insomnio ganaba la batalla, y aunque todos los días se levantaba con la firme convicción de que nada la haría pensar en él, su ánimo se tambaleaba cuando pasaba por los lugares que le recordaban el tiempo a su lado, cuando platicaba con algún amigo en común, cuando veía películas que mostraban similitudes con su vida, cuando en ocasiones escasas se lo topaba en la calle o en algún lugar impredeciblemente. La lucha que emprendía todas las mañanas al levantarse de su cama fría se iba transformando en derrota cada vez que el corazón le gritaba que estaba más triste y solo que nunca. ¿Cómo podía luchar con su propio ser? ¿Cómo pretendía lograr el olvido si nada parecía funcionar, si el corazón siempre terminaba traicionándola?
No es que hubiera sido la peor decepción de su vida, en realidad no entregaba fácil su amor, de hecho era muy cuidadosa en ese aspecto, pero definitivamente esa experiencia le había trastocado rincones de su ser que desconocía, y es que a pesar de que ya había madurado mucho, de que tenía edad para discernir, para no confundirse, para ser más hábil y conciente de las intenciones de los demás, también tenía presente que no era infalible y que esta vez como otras, se equivocó.
Volviendo al principio, ayer la vi, estaba tendida en su cama mirando hacia el techo mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas. Ayer la vi y la escuché hablar con alguien más en medio de ese pesado ambiente a dolor y nostalgia, ayer un hombre estaba acostado a su lado abrazándola, acariciando su cabello, secando sus lágrimas, consolándola tiernamente.
Mirando atónita la escena en penumbras, no lograba comprender la situación, ¿por qué recurrir al consabido refrán de que un clavo saca a otro clavo?
Con el pasar de los minutos ella comenzaba a sonreír, al menos su cara de corazón roto se convertía en una cara a serenidad indescriptible, no era cara de resignación, era cara de madurez, de aceptación, de superación. ¡Le durará poco esa actitud! Pensé, pues con el paso de los días volverá a preocuparse por quien quebró su ilusión y a este ingenuo lo dejará más triste que ella, No se puede dejar de querer a alguien de un día para otro y mucho menos si se busca refugio en un tercero, así sólo se complican las cosas, me dije.
Pero me equivoqué, ella estaba honestamente decidida a aceptar el amor total de esa otra persona y dejar de lado la desilusión reciente; el amigo en cuestión, mientras tanto le aconsejaba que perdonara al hombre que la hirió, que tomara los buenos momentos a su lado, que el dolor lo transformara en lección, en fuerza y determinación para salir adelante, que aunque los días le trajeran vivencias del ayer a su mente que no dudara en acercarse a él sin miedos, pues siempre estaría para cobijarla, para ayudarla y para hacerla superar esa amarga experiencia. Ella le contestó que aún cuando le costara tiempo y lágrimas recuperarse de esta caída lo iba a lograr únicamente apoyada por él y que cuando eso sucediera no lo iba a abandonar porque entre tanto embrollo de sufrimiento ella siempre encontraba la mejor terapia para su corazón roto en sus brazos, en su consuelo, en su motivación, en su beso dulce.
Sigilosamente, en cuanto escuché esto, resolví dirigirme a este teclado, a estas páginas virtuales para contarte lo que ayer vi.
Tenía que contarte lo que le pasa, lo que ha llorado, pero sobre todo tenía que contarte esa terapia para el corazón roto que a lo mejor has pasado por alto, sí, tenía que decirte que cada vez que algo triste le acontece se afianza más fuerte de su fiel amigo, ese que estaba acostado con ella anoche
Y también tengo que confesarte querido lector, que ella es un personaje creado de experiencias reales propias y ajenas, un personaje que bien podrías ser tú, o yo y que el fiel amigo es JESUS
La mejor terapia para corazones rotos.

"No soy el autor, me lo enviaron ayer y lo quize compartir con ustedes, con todo aquel o aquella que no encuentre soluciones en sus propias fuerzas, con Dios de la mano, se puede."
Un abrazo
Fernando