Un relato
He escrito un relato a cachos...aquí va el primero. Leedlo si tenéis tiempo y queréis.
Besinhos
Mi sueño siempre ha sido reírme ante cualquier cosa. Quiero dejar de llorar de una vez, olvidar todos los problemas. Pero parece imposible; es imposible.
Suelo frecuentar este estrecho bar, en el que el ambiente no es agradable y el único olor que se respira es el del humo del tabaco. Todo el mundo que viene aquí, estaba ya cuando entré por primera vez. La camarera, una mujer cincuentona, debió ser guapa en su época de joven, pero ahora se notan en ella los estragos que el maquillaje, la bebida y el dolor causan a largo plazo. Luego está el eterno borrachín, Luigi; se marchó de su ciudad hace muchos años y vino hasta aquí en busca de trabajo. El año que llegó, consiguió un trabajo decente en la fábrica de electrodomésticos y estuvo allí durante cinco o seis años. Después, lo echaron. Desde entonces lo recuerdo bebiendo por las calles y por los diferentes bares. En la mesa del fondo, la que está prácticamente a oscuras, está Diana. Diana es una mujer hermosa, unos seis o siete años más joven que yo, que abandonó los estudios por un hombre que la acabó dejando y ahora lo único que hace es lamentarse y buscar a otro que sea capaz de sustituir el lugar del que fue y es su amor. Todo el mundo dice que está metida en el mundo de las drogas y la prostitución, pero yo creo que no. Debo ser la única persona que lo niega. Yo me llamo Carmen, tengo veintisiete años y llevo toda mi vida viviendo en esta pequeña ciudad. No tengo profesión, aunque sí estudios. Me considero bastante agraciada físicamente. Mi vida ha sido siempre un completo desastre. La persona que más me llama la atención en este lugar es el pianista. Es un chico de más o menos veintinueve o treinta años. Alto, moreno y de ojos oscuros. No sé desde cuando lleva tocando aquí, pero desde antes de que yo viniera seguro. No sé tampoco qué hace tocando aquí. Porque no es que yo sea una experta en música pero sé que toca con el alma y lo hace verdaderamente bien. Alguien debería ofrecerle un trabajo digno, quizá podría grabar un disco...quién sabe, con la clase de música que existe ahora, él es un "as". Nunca me acerqué a hablar con él, pero para todo hay una primera vez. Dejo mi vaso de whisky y me acerco al piano. Suena una melodía de jazz que entra por los oídos y se queda ahí, provocando que la piel se me ponga de gallina. Cuando para de tocar, me dirijo a él:
-Preciosa canción.-digo.
-Gracias, muchas gracias.
-No hay de qué. ¿De quién es?
-Quizá no me creas pero la he compuesto yo.
-"Supongo que tengo razón cuando pienso que este chico tiene talento, y lo deberían saber todos, porque se merece una oportunidad"-pienso y a continuación, le digo:
-¿Por qué no te habría de creer?
-Porque nadie creería que un cutre pianista de un vulgar bar es capaz de componer una canción.
-Pues yo sí lo creo.-digo, sonriendo.
Él me devuelve la sonrisa y vuelve a empezar a tocar. Esta vez se trata de una conocida pieza y yo la tarareo en voz baja, para que nadie me oiga.
-Tienes una voz muy bonita.-dice él, cuando acaba de tocar.
-¿Yo?¡No!.-respondo, sorprendida.
-Sí, te lo digo de veras. Podrías cantar alto, para que todos disfrutaran.
-No, no. Mejor no.
-¡Inténtalo! Quizá hoy no, pero otro día. Sé que vienes aquí siempre, te veo todos los días. ¿Por qué vienes a este bar tan oscuro, en lugar de ir a un lugar alegre y agradable?
-Porque...no lo sé, en realidad. Por rutina quizá. O porque la música que hay aquí me gusta más.-digo, sonriendo.
-Gracias...-responde mirando al suelo, mientras yo me alejo sin que él se dé cuenta.-¿Cómo me has dicho que te llamas?-pregunta al tiempo que levanta la cabeza y ve que yo estoy casi en la puerta.
-No te lo he dicho.
Sonrío y me marcho.
Ver también
Jamía
Es la primera parte!
Quieres leerlo entero ya?
VAAAALE pero aún no está acabado. Ahora lo pego, pera.
Bien
muy bonito , describes muy bien el entorno y ese toque de melancolia ,te felicito sigue escribiendo
Todo lo demás. son 15 páginas en el word...
Hoy me despierto con la sensación de haber soñado algo horrible y una imagen se proyecta en mi cabeza una y otra vez: El pianista siendo atropellado justo en frente del bar. ¡Menudo final! Aunque no sería extraño esperar que sucediera eso, porque por una u otra razón, todo lo que pasa a formar parte de mi vida acaba mal, como si de una maldición se tratase.
Es hora de comer y me preparo un bocadillo de chocolate, porque no tengo ganas de tomar nada que sea comida de verdad. El chocolate es mi adicción. Desde pequeña. Siempre que veía chocolate, no podía evitar tomarlo. Y esa costumbre continúa.
Me paso la tarde limpiando mi casa. No me apetece salir y no tengo otra cosa que hacer. Encuentro fotos de las diferentes personas que conocí, de mi familia y los que fueron mis amigos. Ahora no ninguna de las dos cosas, pero sí alguien con quien hablar. "Le contaré mi vida al pianista, hasta que termine aburrido de mí y se aleje, así no le haré daño. Sólo me lo haré a mí"-pienso. En realidad, creo que siento algo más que aprecio y curiosidad por ese pianista. A pesar de que apenas nos conocemos, creo que nos entendemos bien.
A la noche, tras tomar una cena compuesta por un yogur y una manzana, me dirijo al bar. El pianista no está allí, así que me siento en la barra y pido un café. Hoy no me apetece beber alcohol.
Mientras tomo mi café, no paro de pensar en el pianista y en cuándo vendrá. Miro a la puerta y lo veo cruzar. La imagen de su muerte se proyecta de nuevo en mi cabeza y dudo de si acaba de suceder realmente o sólo fue un recuerdo de mi sueño. Lo segundo. Es lo segundo, porque nadie se mueve y a los pocos segundos él está entrando en el bar.
Al pasar a mi lado sonríe y saluda con la cabeza. Se sienta en el piano y toca de nuevo su canción. Yo termino mi café y me acerco.
-Buenas noches.
-Hola. -dice, quitando las manos del piano y apoyándolas en sus piernas.
-Si fuese tú, dejaría de tocar esa canción aquí.
-¿Por qué?-pregunta, medio sorprendido, medio asustado.
-Porque quizá en este bar de mala muerte, alguna de estas desdichadas personas, entre las que me incluyo, decida robarte la melodía y hacerse con los derechos de autor así que, o te adelantas y los cobras tú, o será mejor que pares de tocarla. -respondo.
Él se limita a darme una sonrisa como respuesta y cambia de tema.
-¿Me dirás hoy como te llamas?
-Quizá. Si lo quieres saber de verdad, sí. Pero si sólo lo quieres saber por saber un nombre más, no.
-Lo quiero saber de verdad. Yo también te puedo decir mi nombre, si quieres.
-No es mala idea.
-Me llamo Roberto. Ahora te toca a ti, sólo di tu nombre. Eso no condiciona para nada nuestra relación, ¿no?-pregunta, riendo.
Me río y respondo:
-No, supongo que no. Mi nombre es Carmen.
-Carmen...bonito nombre, sí. Así se llamaba mi primera novia.
-¿Tu primera novia?
-Sí, sí. Mi primera novia. Hará unos diez años de eso.
-¿Se puede saber qué edad tenías entonces?
-Diecinueve años.
-¿Y qué pasó?- pregunto, al ver que su mirada se pierde, como recordando algo.
- Murió. Ella murió en un accidente de coche. Sus padres creyeron que la culpa era mía, por haber quedado con ella y no me dejaron acercarme al funeral. Fui todos los días al cementerio, a llevar flores, hasta hará un par de años porque me di cuenta de que no tenía sentido lo que hacía. Ella ni siquiera me quería de verdad. No se merecía las flores, porque me había mentido y engañado cruelmente y yo seguía a su lado. Desde entonces compro flores y me las quedo, porque creo que las merezco.
-Vaya.¡Menuda historia!-exclamo.
-¿Tú no tienes ninguna semejante?
-Supongo. Mi vida es bastante desastrosa. Cuando tenía cuatro años, aguantaba las terribles discusiones de mis padres una y otra vez. A los seis, las discusiones proseguían y cada vez iban a más, hasta que un día, mi madre, harta, se fue de casa. Yo salí corriendo detrás de ella y la perdí de vista cuando se adentró en un bosquecito cercano a nuestra casa. Entonces lo oí. Un disparo. Corrí hacia donde se había producido, aunque lo normal habría sido huir. Vi a mi madre muerta en el suelo, la pistola a menos de un metro de ella. No supe qué hacer. Le hablé, conservando la esperanza de que estuviera viva. Nada. Salí corriendo a casa otra vez y le grité a mi padre "Mamá se disparó. Mamá se disparó.". Sólo repetía esas palabras. Mi padre me siguió hasta el bosque después de haber llamado a la ambulancia. No pudieron hacer nada, la bala estaba alojada en el cerebro y mi madre ya estaba muerta. Días después, mi padre se suicidó también. Se cortó las venas. Yo lo encontré en el baño. Tuve que arreglármelas sola, porque mi otra familia vivía lejos. Nunca nadie se enteró de que yo era huérfana. Fui yo sola al colegio y al instituto.
Roberto no habla. Se quedó mudo. Supongo que no es capaz de decir nada. Nunca se da dicho nada cuando se cuenta una historia así.
-Roberto, ¿sigues ahí o me has dejado sola?
-Disculpa.-respondió, saliendo de su asombro.- Es que es increíble.
-¿Insinúas que no lo crees o que lo he exagerado?
-No. Para nada. No te veo capaz de hacer algo así.
-¿Por qué, si apenas me conoces?
-No lo sé, pero no me parece que puedas ser así.
-Bien, eso está bien. ¿Quieres tomar algo?-pregunto, para cambiar de tema.
-Bueno, un café no estaría mal.-responde, levantándose.-Vengo ahora, tú espérame aquí, en el piano.
-Vale.
Me dirijo a la barra y pido dos cafés. Los pago y me voy antes de que la camarera me pregunte algo. Los dejo en la mesa cercana al piano. Cuando me quiero dar cuenta, estoy sentada al piano, con las manos sobre las teclas, pero sin tocar. De todas formas, por mucho que quisiera, no sé.
Pasan unos minutos y sé que Roberto está detrás, observando lo que hago. No voy a dar la vuelta ni voy a hablarle. Simulo que no sé que me mira, porque quiero que se acerque. Ahora está justo detrás. Se apoya en mis hombros y me acaricia la cara, como si fuésemos amigos de toda la vida. Se agacha y me dice al oído:
-¿Sabes tocar?
-No.-respondo.-No sé, nunca supe. Siempre quise dedicarme a algo de música, pero no pude.
-Si quieres puedo enseñarte. Cuando se quiere algo, se consigue. Créeme. Nunca fui a ninguna escuela de música. Sé escribir y leer música gracias a mi madre, pero aprendí a tocar escuchándola a ella. Era la mejor.
-Bien, pues enséñame.-digo mientras me pongo de pie.
Cuando doy media vuelta, Roberto me tiende la mano. Trae una flor. Me la da.
-¿Y esto?-pregunto.
-Es una de las flores que he comprado hoy. Creo que tú también te las mereces. Por eso te la doy.-responde, antes de sentarse en la banqueta del piano.
-Gracias. -digo sonriendo.
-No hay de qué. Bien. Empecemos. Primera lección: saber qué tecla es cada nota.
-Hablas como un profesor de verdad.- digo, riéndome.
-Venga.
Me explica un buen rato cosas básicas y toco por primera vez. ¡Qué bien me siento! Siempre me ha gustado la música y nunca pensé que llegaría a tocar un instrumento. Aunque lo que estoy tocando son cosas simplísimas, me encanta. Lo único que sabía de música hasta ahora, era leerla, en el pentagrama, porque nos enseñaron en el colegio. Me da una partitura para que la siga mientras él toca. Va a ser la primera obra que toque en serio. Es "Para Elisa" de Beethoven. Es preciosa. Supongo que me llevará un tiempo saber tocarla y tengo que tocar antes más canciones sencillas, pero merece la pena.
-Se me ha hecho tarde.-digo, cuando veo que el reloj marca las dos.
-¡Qué pena!. ¿Mañana vendrás?
-Sí, a no ser que me muera, sí.-digo, bromeando.
-No digas esas cosas. No me gustaría que pasara. Y tener que llevarte una de mis flores todos los días.
-¿Una sólo?
-Sí, porque con ella irían también todas las canciones y un poquito de mi corazón. Todo pesa mucho ya, y no podría llevarte un ramo entero.
-Bien, pues espero no morir. Al menos mañana.-digo, y me voy.
* * * * * * *
Hoy me despierto cuando ya son las cuatro de la tarde. No se me ocurre nada que hacer, así que me dirijo a un supermercado para comprar chocolate y alguna cosa más.
Al pasar frente a una floristería, veo a Roberto. Entro sin pensármelo dos veces. Me quedo detrás de él y la florista que está desocupada me mira esperando que pida algo.
-Una rosa blanca, por favor.-digo, al verla.
-Muy bien. Un momento, por favor.
Roberto sigue de espaldas a mí, pero eso no parece un obstáculo para reconocerme.
-Hola Carmen. ¡Qué sorpresa oírte aquí!
-Si quieres también puedes verme.
-Si quieres tú, te veré.
-Hazlo, te lo agradecería. No acaba de gustarme hablar con alguien que está de espaldas.
Roberto se da la vuelta y sonríe.
-¿Qué haces por aquí?
-Nada. Entré porque pasaba por aquí y se me antojó una flor.-miento.
-¿A dónde ibas?
-Al supermercado, me acabo de levantar porque no pegué ojo en toda la noche.
-Yo tampoco dormí. Estuve tocando "Para Elisa" una y otra vez...-dice, al tiempo que recoge la vuelta que le da la tendera. Acto seguido y sin pronunciar palabra, se va.
Yo recojo mi rosa blanca y vuelvo a casa a dejarla. Me tiro en la cama y me limito a soñar despierta. Roberto es la persona con la que siempre he soñado, la persona que siempre deseé encontrar pero que era sencillamente imposible. Y ahora está ahí y es real. Apenas lo conozco pero...aún así, lo quiero tanto...
Tras unas horas pensando, me dirijo al supermercado, donde hago mi peculiar compra: chocolate, bollos, comida precocinada....No como bien. En realidad, nunca comí bien excepto antes de que mi madre se suicidara. Y aún así, no era una gran cocinera.
Tomo una cena rápida consistente en chocolate y bollos y me marcho al bar con la rosa blanca en la mano. Roberto no está allí. Me extraña, porque hoy he ido especialmente tarde para no tener que esperarle. Tras mucho dudar, me atrevo a preguntarle a Celia, la camarera.
-¿No ha venido el pianista hoy?
-No, hoy no va a venir.
-¿Por qué?
-No lo sé, no me ha dado explicaciones.
-¿Puedes decirme dónde puedo hablar con él?
-Vive en la casa de enfrente, esa con la fachada de piedra. Creo que su piso es el primero, pero si te pregunta, yo no te dije nada. -dice con una sonrisa de complicidad.
-Gracias.-le devuelvo la sonrisa.
Sin pensarlo, cojo una servilleta y uno de los bolígrafos utilizados para jugar a la lotería. Escribo lo que me sale del corazón.
"Lamento tu ausencia. Sin tus notas la noche no será lo mismo, porque descansaré. Descansaré porque no tendré nada en qué pensar que no me deje pegar ojo. Y prefiero no pegar ojo pensando en ti, que dormir y olvidarte."
Me pongo de pie mecánicamente y me dirijo al edificio de en frente. Subo al
primero y llamo a la puerta. Me quedo frente a ella, vacilante, y decido finalmente, dejar la carta y la rosa en el suelo y salir corriendo.
Cuando llego a mi casa, una parte de mí se arrepiente de haber salido corriendo. Echo a llorar desconsoladamente porque creo que Roberto no fue al bar para no verme. No me quiere y nunca me va a querer, porque mi vida es así. Basta que yo aprecie algo para que me haga daño. Bañada en un mar de lágrimas, me voy quedando dormida.
* * * * * * *
Hace una semana que no voy al bar. Quizá es por vergüenza. Después de la "carta" que dejé en su puerta, me avergonzaría aparecer delante de él y observar su sonrisa burlándose de mí. Esta semana ha sido desesperante y hoy he decidido que volveré al bar, sólo por verle. Quizá no me acerque a hablar con él, pero al menos quiero verle. Necesito saber si ha recogido la rosa que dejé en su puerta.
Ya entrada la noche, me dirijo al bar, pero a medio camino me detengo y doy media vuelta. Es entonces cuando me encuentro a Roberto en frente de mí.
-Pensé que no volvería a verte.
-Yo...¿Qué haces tú por aquí, cómo es que no estás en el bar?-respondo, cambiando de tema.
-Vengo de dar un paseo por el parque.
-¿A estas horas?
-Siempre guardo la esperanza de encontrarte, sea la hora que sea.
Me quedo callada, no quiero decir nada porque sólo lo estropearía. Los ojos de Roberto me están mirando, intenta descubrir lo que pienso. Quiere saber lo que ahora mismo pasa por mi cabeza y yo lo noto, así que, avergonzada, bajo la vista.
-¿Por qué lo haces?
-¿El qué?-respondo, contrariada.
-Escapar con la vista. Me da la sensación de que no quieres estar conmigo.
-¡No!-no puedo evitar exclamar de una forma rotunda.
-¿Entonces, por qué?
Miro a un lado y después al suelo. No sé que contestar. En realidad, no tengo respuesta. Yo misma me formulo esa pregunta, no sé porqué huyo de él. Será quizá porque me han hecho daño demasiadas veces y...no quiero que vuelva a suceder.
Roberto me acaricia la cara y, suavemente, me coge por el mentón y levanta mi cabeza hasta que mis ojos y los suyos se encuentran.
-Eres preciosa.-dice, mientras su mano aparta los cabellos que el viento descoloca en mi cara. Me besa. No quiero olvidar este momento, así que me concentro en retener la mayor cantidad de sensaciones posible en mi mente. Besa bien, es dulce y agradable. Ojalá nunca me deje. Ojalá.
Nos fundimos en un abrazo, como si no nos fuésemos a ver nunca más y me susurra al oído un "te quiero" que nunca olvidaré.
-Vamos.-me dice.
En nuestro camino hacia el bar, me agarra la mano y yo recuerdo todos los momentos que pasé con él. Hace un par de semanas escasas que hablé con él...y no sé como puedo quererle tanto. Prefiero no darle vueltas y, sencillamente, disfrutarlo.
* * * * * * *
Hace tres días que Roberto y yo estamos juntos. Ha sido lo mejor que me pasó en la vida. Además, sigue dándome clases de música.
Al llegar al bar, Roberto está tocando y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y me acerco a la barra a pedir un café con nata. Me hace un gesto para que me acerque al piano y, cuando estoy a su lado, me dice:
-Tengo un regalo para ti.
Yo sonrío.
-El único problema es que no lo he podido empaquetar y no puedo hacer nada para que te lo lleves a casa. Al menos de momento.
Lo miro y en mi rostro se nota la confusión.
-Esto es para ti.-dice justo antes de empezar a tocar.
Me regala una canción. Es preciosa. Realmente hermosa. Cuando acaba de tocar y tras un pequeño silencio, digo:
-Gracias, es lo más bonito que nunca me han regalado.
-No hay de qué. Una pregunta: ¿Te pensaste, en todo este tiempo, lo de cantar?
-No, no se me volvió a pasar por la cabeza.
-¿Y por qué no lo piensas ahora, en un segundo? Y ojalá tu respuesta sea sí.
Lo miro a los ojos y cuando estoy a punto de negarme, me derrito delante de él.
-Sí, lo haré. Una vez, no te prometo nada más.
-¡Bien!-exclama y me tiende una hoja.-Toma esta partitura, supongo que te acordarás de las lecciones de música.
-Sí...
-Bueno, allá vamos.-dice antes de sonreirme.
Comienza a tocar y la canción es conocida. Es una pieza muy alegre y bonita. Yo canto, primero bajito, para que nadie me oiga y después alto, porque olvido que están allí los demás. Cuando acabamos, todos me miran sorprendidos. Yo no puedo evitar ruborizarme y miro al suelo.
-¡Sí señor!- grita la camarera.
Es entonces cuando todos empiezan a aplaudir. Yo me avergüenzo aún más, pero Roberto se pone de pie y se sitúa a mi lado. Me pasa el brazo sobre los hombros, me acaricia y me susurra al oído:
-¿Qué te dije? Tu voz es preciosa. Estaba seguro de que les encantarías.
Me besa y yo me olvido de donde estoy y de lo que acabo de hacer.
* * * * * * *
Hace diez días de lo del pequeño concierto. Roberto lleva un par de días distante. No comprendo qué puede pasar. Me va a dejar, seguro. Nadie en sus cabales es capaz de estar conmigo más de dos semanas.
Como todas las noches, voy al bar. Cuando llego, Roberto no está allí. Me siento en una de las banquetas de la barra y pido un whisky. Pienso, sólo pienso. No hablo con nadie, ni siquiera oigo el ruido de fondo. Media hora después, llega Roberto. Se sienta en la banqueta de al lado y pide lo mismo que yo.
-Carmen.-dice, de forma fría.
-Dime.-contesto, sin dejar de mirar el vaso.
-Tengo que hablar contigo, es importante.
-Habla, te escucho.
-Este no es el lugar más adecuado.
-Bien, ¿a dónde quieres ir?
-Vayamos a mi casa.-dice mientras bebe el último trago de su vaso.-Allí estaremos tranquilos.
-Vale.
Salimos a la calle y cruzamos. Recuerdo el sueño en el que él era atropellado en ese justo lugar.
Una vez en su piso, me ofrece algo de beber y me invita a sentarme en el sofá de su pequeña sala de estar.
-¿Qué querías decirme?-digo, aunque sé que no es nada bueno.
-Carmen...
-Por favor, no quiero ser cortante, pero vete al grano.
-Me marcho.
-¿Qué?, ¿a dónde?
-Me voy de aquí, me marcho a Viena. Mi padre está muriéndose allí y quiere que vaya a hacerme cargo de su empresa.
-Pero...¿por qué?
-No puedo hacer nada. Está muy enfermo, no puedo hacerle daño. Si me quedo, pierdo a mi padre para siempre. No me refiero al hecho de su muerte, sino que perdería su cariño. No quiero eso.
-Lo entiendo. Ve, tienes que ir, es tu padre.-digo, sorprendiéndome a mí misma.
-Me alegra tanto que lo comprendas. No quiero perderte, pero...
-Shh, calla.-le digo, poniendo un dedo sobre sus labios. Una lágrima resbala por mi mejilla. Roberto la seca y me abraza. Nos besamos. Me gustaría quedarme así eternamente, pero sé lo que va a ocurrir. Ambos lo sabemos. Haremos el amor y despertaremos abrazados. Él se irá y en mi vida, todo volverá a la normalidad. A la absoluta y penosa normalidad.
* * * * * * *
Esta mañana, cuando despierto, me embarga un sentimiento de culpabilidad. Roberto ya no estaba. Me visto rápidamente y corro hasta la estación de tren. Allí cojo uno que me llevase o, al menos, parase en el aeropuerto más cercano, que está a más de dos horas en coche de donde vivo yo.
Cuando llego, me invade una desesperación terrible. No puedo dejar de pensar que no debo dejarlo marchar, porque perderlo sería el mayor error de mi vida.
Después de una hora de idas y venidas, me siento en un banco con la idea de que Roberto ya ha cogido su avión y se ha ido para siempre. El banco en el que estoy está bastante apartado del bullicio de la gente, así que rompo a llorar sin miedo a que nadie me vea.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que alguien se dirige a mí:
-¿Por qué llora, señorita?
-Por nada, por nada.
-¿Se marchó alguien querido?
-Sí, es eso, sólo eso.
-¿Quién era esa persona?
-Era...era...
-¿Yo?
Levanto la vista y veo a Roberto sonriéndome y con un ramo de rosas blancas en la mano. Lo abrazo con todas mis fuerzas. Él me explica que cuando estaba a punto de embarcar en el avión, se dio cuenta de que no me había comprado flores y de que no se podía ir sin despedirse.
-Pero,¿te irás igual, no?
-Sí, no me queda otro remedio.
-No...no te vayas...Vine hasta aquí para pedirte que no te marches...por favor.
-Es que no puedo cambiar las cosas. ¿Crees que yo me quiero ir? No, no quiero...-su frase se corta y parece que se queda pensando algo.
-¡Vente conmigo!-exclama de pronto.
-¿Qué?-respondo, sorprendida.
-¡Sí!, ¡Ven, por favor! Probablemente pueda darte trabajo en la empresa y la casa de mi padre hay habitaciones libres.
-Yo...
-Por favor, no me digas que no.
Me lo pienso por unos instantes. ¿Qué pierdo? Nada.
-Sí, iré.-digo, convencida de mi respuesta.
-¡Bien! ¿Quieres ir a recoger algo?
-No. Empezaré de cero. Mi vida nunca fue buena, empezaré otra. Ahora por lo menos tengo al lado a alguien a quien quiero.
Sonríe y me besa. Nos dirigimos a sacar los billetes. Nuestro avión sale en media hora.
* * * * * * *
El vuelo ha sido muy tranquilo. Acabamos de llegar a la capital austriaca y el tiempo es algo más frío. Roberto me da su chaqueta y me sonríe.
-Bien, ahora llamaré un taxi para que nos lleve hasta la casa de mi padre. Después de dejar las maletas iré al hospital, a verle.
-Voy contigo.
-No hace falta.
-Sí, al fin y al cabo, ahora voy a vivir en su casa, ¿no?
Una vez en la casa, Roberto se limita a dejar las maletas y yo curioseo.
-¿Qué te parece?-pregunta Roberto, al verme tan entusiasmada.
-Es preciosa. Realmente bonita. Parece muy antigua, pero está muy bien cuidada.
-Sí, ya tiene sus años. Ven te enseñaré tu cuarto.
-¿Mi cuarto?
-Sí.
-Oh, bien.
-¿Pasa algo?-pregunta, extrañado.
-No, no. Es sólo que...
-Ah, disculpa. Nuestro cuarto.-dice, como si me hubiera leído el pensamiento.-
Yo sonrío. Es una habitación preciosa. Parece del siglo pasado, la cama con un edredón blanquísimo y mosquitera de seda. En frente de ella, un espejo cuyo marco parece tallado a mano de una forma tan delicada que semeja querer cobrar vida. Un armario enorme está al otro lado de la habitación, hecho de la misma madera que la cama y el espejo.
-Bueno, debemos ir al hospital.
-Sí, disculpa.
El padre de Roberto es un hombre muy mayor, o eso parece. Quizá la enfermedad haya repercutido mucho en su físico. Aún así, parece que fue atractivo en su época joven y tiene un gran parecido a Roberto. Nadie pondría en duda su parentesco. Roberto habla con él, quien le contesta con apenas voz y de forma entrecortada:
-Papá...he venido lo antes posible.
-Gracias hijo, gracias.
-De...de nada.
-¿Te has instalado en mi casa?
-Sí.
-Bien. En cuanto esto termine, será tuya. Y la empresa también; quiero que te hagas cargo de ella y que la quieras tanto como yo la quise. Trata a todos bien, por favor. Puedes comenzar a trabajar en ella en cuanto quieras, pero avísame antes.
-Sí, lo haré. Empezaré a trabajar en cuatro o cinco días.-contesta Roberto, decidido.
Su padre se limita a esbozar una sonrisa y me mira. Sabe quién soy, aunque no me conoce, sabe porqué estoy allí. Roberto se da cuenta de que me vio y, cogiéndome la mano, me acerca a la camilla.
-Papá, esta es Carmen.
-Encantado.
-Lo mismo digo.
-Es muy guapa.-dice dirigiéndose a su hijo.- ¿A qué te dedicas, hija?
-La voy a contratar en la empresa, tiene estudios. Hasta ahora fue cantante.- contesta Roberto, antes de que yo pueda hablar.
-¡Pero déjala hablar a ella!-responde su padre.- ¿Cantante?
-Sí, señor. Cantante.
-Interesante. ¿Os casaréis?
-Eh...esto...
-¡Papá! No hagas eso por favor.
-¿Hacer el qué? Sólo pregunto por el futuro de mi hijo.
-Papá...
-Vale, vale.
Entra el médico y nos dice que tenemos que salir, que podemos volver mañana. Roberto me cuenta que para su padre, la empresa siempre fue su vida. Me dice también que le gusté, que está seguro. Y me pide disculpas por la pregunta de su padre. En realidad, no me importa que lo haya hecho.
* * * * * * *
Hoy se cumplen cuatro meses de nuestra llegada a Viena. Estoy embarazada de dos meses escasos. Las cosas están siendo todo lo contrario a lo que yo pensé que sería mi vida. Ahora mismo vamos en un avión porque hemos decidido volver a casa por una semana, para visitar los recuerdos que quedaron allí.
Nada más aterrizar, respiro hondo, intentando contener todo el aire posible. El trayecto hasta nuestra ciudad transcurre en silencio.
Al llegar, cientos de imágenes acuden a mi cabeza, como si de una película desordenada se tratase. Vemos el viejo bar y recuerdo el día en que conocí a Roberto, el día en que lo vi por primera vez. Quiero creer que él también lo recuerda. Me detengo delante de la puerta, aunque no tengo intención de entrar.
-¿Vamos?-me pregunta
-Ve yendo, te alcanzo ahora.-contesto sin dejar de mirar el interior del bar.
-Vale, hasta ahora.
Cruza la calle. Entonces, como si de un relámpago se tratase, un coche lo atropella. Es exactamente como lo soñé. Se me antoja creer que no es más que un recuerdo de mi sueño otra vez, pero sé que no. Salgo corriendo y me arrodillo a su lado.
-Roberto, Roberto, háblame.
-Te...te....te quiero.-dice justo antes de cerrar los ojos.
Llamo a una ambulancia sin moverme de su lado. Cuando llega, lo suben a la camilla y me explican que está vivo, pero en situación crítica. Me voy con ellos al hospital.
Tras una hora y media de espera, un médico viene a hablar conmigo.
-Hola, ¿Carmen?
-Sí, sí. Soy yo.
-Vino usted con Roberto, ¿no es así?-dice y, como si lo diera por sentado, continúa hablando.- Bien, tengo que ser sincero: está en una situación muy grave. En la colisión, el coche chocó con su cabeza. Tiene dañada parte del cerebro. Es muy posible que no salga de esta y, en caso de que lo haga, posiblemente tenga secuelas muy graves. Ahora mismo está en estado de coma, pero puede pasar a verle si quiere. Dentro de una hora intervendremos para comprobar si es posible salvarlo.
-Gracias.
Me voy y entro en la habitación. Hablo largo y tendido con él. Sé que me está escuchando, aunque no esté despierto.
Hace tres horas que está en el quirófano. Me esfuerzo por pensar que todo irá bien, pero sé que no es así. Roberto se va a morir y yo me quedaré sola otra vez. Un pensamiento me asalta la cabeza: "Ahora tendré que volver sola a Viena y decirle a su padre que el único hijo que tiene está muerto". El doctor sale y se dirige a mí.
-Está muerto, ¿no?-digo con una frialdad que no esperaba tener.
-Lo lamento. De veras.
Rompo a llorar. Me caigo en el asiento y no pienso en nada.
* * * * * * *
Acabo de llegar a Viena. Estoy en un taxi, camino al hospital. Todavía busco las palabras adecuadas para decirle al padre de Roberto, a pesar de que le he dado vueltas durante todo el vuelo.
Entro en la habitación. El padre de Roberto está despierto y al verme, sonríe.
-Hola, bella mujer. ¿Hoy vienes sola?-me pregunta, sin borrar la sonrisa de sus labios.
-Hola. Yo...vengo a hablar con usted.
-Tutéame.
-Bien.
Se produce un silencio muy incómodo.
-¿Y bien?-pregunta, extrañado porque tardo en hablar.
Rompo a llorar. Me pregunta qué me pasa en varias ocasiones hasta que, al final, tengo el valor suficiente como para hablar:
-Roberto, ha...ha muerto.-espero una respuesta, pero al no recibirla (en realidad, no me extraña) prosigo.-Fue atropellado hace una semana. No pudieron hacer nada por él.
Hablo entre sollozos y yo misma empiezo a dudar que el pobre hombre me entienda. Pero lo hace, porque empieza a llorar. Extiende sus brazos y nos abrazamos.
Un buen rato después, hemos conseguido calmarnos.
-Hija. Quiero que seas tú quien se encargue de la empresa.
-¿Yo?
-Sí, eres lo más cercano que ahora tengo y aunque no nos conozcamos mucho te he cogido un gran cariño. Eres como una hija.
-Bien. Acepto la oferta. Muchas gracias, de veras.
Lo abrazo de nuevo y me marcho.
Es entonces cuando empiezo a odiar a mi futuro hijo. Me pregunto porqué tiene que nacer un nuevo ser cuando he perdido al que más quería.
* * * * * * *
Jiji
Sí que es mío. Van 15 páginas. No sé cuantos capítulos, pero aún no lo acabé. Voy pegando capítulo por capítulo. (Estoy en ello)
Bravo bravo
Bravooooooooo Triski
Plas plas plas plas (aplausos)
Me ha gustado nena, pero ahora quiero saber mas de la prota jeje
Esperamos siguientes entregas?
Kisses
Todo lo demás. son 15 páginas en el word...
Hoy me despierto con la sensación de haber soñado algo horrible y una imagen se proyecta en mi cabeza una y otra vez: El pianista siendo atropellado justo en frente del bar. ¡Menudo final! Aunque no sería extraño esperar que sucediera eso, porque por una u otra razón, todo lo que pasa a formar parte de mi vida acaba mal, como si de una maldición se tratase.
Es hora de comer y me preparo un bocadillo de chocolate, porque no tengo ganas de tomar nada que sea comida de verdad. El chocolate es mi adicción. Desde pequeña. Siempre que veía chocolate, no podía evitar tomarlo. Y esa costumbre continúa.
Me paso la tarde limpiando mi casa. No me apetece salir y no tengo otra cosa que hacer. Encuentro fotos de las diferentes personas que conocí, de mi familia y los que fueron mis amigos. Ahora no ninguna de las dos cosas, pero sí alguien con quien hablar. "Le contaré mi vida al pianista, hasta que termine aburrido de mí y se aleje, así no le haré daño. Sólo me lo haré a mí"-pienso. En realidad, creo que siento algo más que aprecio y curiosidad por ese pianista. A pesar de que apenas nos conocemos, creo que nos entendemos bien.
A la noche, tras tomar una cena compuesta por un yogur y una manzana, me dirijo al bar. El pianista no está allí, así que me siento en la barra y pido un café. Hoy no me apetece beber alcohol.
Mientras tomo mi café, no paro de pensar en el pianista y en cuándo vendrá. Miro a la puerta y lo veo cruzar. La imagen de su muerte se proyecta de nuevo en mi cabeza y dudo de si acaba de suceder realmente o sólo fue un recuerdo de mi sueño. Lo segundo. Es lo segundo, porque nadie se mueve y a los pocos segundos él está entrando en el bar.
Al pasar a mi lado sonríe y saluda con la cabeza. Se sienta en el piano y toca de nuevo su canción. Yo termino mi café y me acerco.
-Buenas noches.
-Hola. -dice, quitando las manos del piano y apoyándolas en sus piernas.
-Si fuese tú, dejaría de tocar esa canción aquí.
-¿Por qué?-pregunta, medio sorprendido, medio asustado.
-Porque quizá en este bar de mala muerte, alguna de estas desdichadas personas, entre las que me incluyo, decida robarte la melodía y hacerse con los derechos de autor así que, o te adelantas y los cobras tú, o será mejor que pares de tocarla. -respondo.
Él se limita a darme una sonrisa como respuesta y cambia de tema.
-¿Me dirás hoy como te llamas?
-Quizá. Si lo quieres saber de verdad, sí. Pero si sólo lo quieres saber por saber un nombre más, no.
-Lo quiero saber de verdad. Yo también te puedo decir mi nombre, si quieres.
-No es mala idea.
-Me llamo Roberto. Ahora te toca a ti, sólo di tu nombre. Eso no condiciona para nada nuestra relación, ¿no?-pregunta, riendo.
Me río y respondo:
-No, supongo que no. Mi nombre es Carmen.
-Carmen...bonito nombre, sí. Así se llamaba mi primera novia.
-¿Tu primera novia?
-Sí, sí. Mi primera novia. Hará unos diez años de eso.
-¿Se puede saber qué edad tenías entonces?
-Diecinueve años.
-¿Y qué pasó?- pregunto, al ver que su mirada se pierde, como recordando algo.
- Murió. Ella murió en un accidente de coche. Sus padres creyeron que la culpa era mía, por haber quedado con ella y no me dejaron acercarme al funeral. Fui todos los días al cementerio, a llevar flores, hasta hará un par de años porque me di cuenta de que no tenía sentido lo que hacía. Ella ni siquiera me quería de verdad. No se merecía las flores, porque me había mentido y engañado cruelmente y yo seguía a su lado. Desde entonces compro flores y me las quedo, porque creo que las merezco.
-Vaya.¡Menuda historia!-exclamo.
-¿Tú no tienes ninguna semejante?
-Supongo. Mi vida es bastante desastrosa. Cuando tenía cuatro años, aguantaba las terribles discusiones de mis padres una y otra vez. A los seis, las discusiones proseguían y cada vez iban a más, hasta que un día, mi madre, harta, se fue de casa. Yo salí corriendo detrás de ella y la perdí de vista cuando se adentró en un bosquecito cercano a nuestra casa. Entonces lo oí. Un disparo. Corrí hacia donde se había producido, aunque lo normal habría sido huir. Vi a mi madre muerta en el suelo, la pistola a menos de un metro de ella. No supe qué hacer. Le hablé, conservando la esperanza de que estuviera viva. Nada. Salí corriendo a casa otra vez y le grité a mi padre "Mamá se disparó. Mamá se disparó.". Sólo repetía esas palabras. Mi padre me siguió hasta el bosque después de haber llamado a la ambulancia. No pudieron hacer nada, la bala estaba alojada en el cerebro y mi madre ya estaba muerta. Días después, mi padre se suicidó también. Se cortó las venas. Yo lo encontré en el baño. Tuve que arreglármelas sola, porque mi otra familia vivía lejos. Nunca nadie se enteró de que yo era huérfana. Fui yo sola al colegio y al instituto.
Roberto no habla. Se quedó mudo. Supongo que no es capaz de decir nada. Nunca se da dicho nada cuando se cuenta una historia así.
-Roberto, ¿sigues ahí o me has dejado sola?
-Disculpa.-respondió, saliendo de su asombro.- Es que es increíble.
-¿Insinúas que no lo crees o que lo he exagerado?
-No. Para nada. No te veo capaz de hacer algo así.
-¿Por qué, si apenas me conoces?
-No lo sé, pero no me parece que puedas ser así.
-Bien, eso está bien. ¿Quieres tomar algo?-pregunto, para cambiar de tema.
-Bueno, un café no estaría mal.-responde, levantándose.-Vengo ahora, tú espérame aquí, en el piano.
-Vale.
Me dirijo a la barra y pido dos cafés. Los pago y me voy antes de que la camarera me pregunte algo. Los dejo en la mesa cercana al piano. Cuando me quiero dar cuenta, estoy sentada al piano, con las manos sobre las teclas, pero sin tocar. De todas formas, por mucho que quisiera, no sé.
Pasan unos minutos y sé que Roberto está detrás, observando lo que hago. No voy a dar la vuelta ni voy a hablarle. Simulo que no sé que me mira, porque quiero que se acerque. Ahora está justo detrás. Se apoya en mis hombros y me acaricia la cara, como si fuésemos amigos de toda la vida. Se agacha y me dice al oído:
-¿Sabes tocar?
-No.-respondo.-No sé, nunca supe. Siempre quise dedicarme a algo de música, pero no pude.
-Si quieres puedo enseñarte. Cuando se quiere algo, se consigue. Créeme. Nunca fui a ninguna escuela de música. Sé escribir y leer música gracias a mi madre, pero aprendí a tocar escuchándola a ella. Era la mejor.
-Bien, pues enséñame.-digo mientras me pongo de pie.
Cuando doy media vuelta, Roberto me tiende la mano. Trae una flor. Me la da.
-¿Y esto?-pregunto.
-Es una de las flores que he comprado hoy. Creo que tú también te las mereces. Por eso te la doy.-responde, antes de sentarse en la banqueta del piano.
-Gracias. -digo sonriendo.
-No hay de qué. Bien. Empecemos. Primera lección: saber qué tecla es cada nota.
-Hablas como un profesor de verdad.- digo, riéndome.
-Venga.
Me explica un buen rato cosas básicas y toco por primera vez. ¡Qué bien me siento! Siempre me ha gustado la música y nunca pensé que llegaría a tocar un instrumento. Aunque lo que estoy tocando son cosas simplísimas, me encanta. Lo único que sabía de música hasta ahora, era leerla, en el pentagrama, porque nos enseñaron en el colegio. Me da una partitura para que la siga mientras él toca. Va a ser la primera obra que toque en serio. Es "Para Elisa" de Beethoven. Es preciosa. Supongo que me llevará un tiempo saber tocarla y tengo que tocar antes más canciones sencillas, pero merece la pena.
-Se me ha hecho tarde.-digo, cuando veo que el reloj marca las dos.
-¡Qué pena!. ¿Mañana vendrás?
-Sí, a no ser que me muera, sí.-digo, bromeando.
-No digas esas cosas. No me gustaría que pasara. Y tener que llevarte una de mis flores todos los días.
-¿Una sólo?
-Sí, porque con ella irían también todas las canciones y un poquito de mi corazón. Todo pesa mucho ya, y no podría llevarte un ramo entero.
-Bien, pues espero no morir. Al menos mañana.-digo, y me voy.
* * * * * * *
Hoy me despierto cuando ya son las cuatro de la tarde. No se me ocurre nada que hacer, así que me dirijo a un supermercado para comprar chocolate y alguna cosa más.
Al pasar frente a una floristería, veo a Roberto. Entro sin pensármelo dos veces. Me quedo detrás de él y la florista que está desocupada me mira esperando que pida algo.
-Una rosa blanca, por favor.-digo, al verla.
-Muy bien. Un momento, por favor.
Roberto sigue de espaldas a mí, pero eso no parece un obstáculo para reconocerme.
-Hola Carmen. ¡Qué sorpresa oírte aquí!
-Si quieres también puedes verme.
-Si quieres tú, te veré.
-Hazlo, te lo agradecería. No acaba de gustarme hablar con alguien que está de espaldas.
Roberto se da la vuelta y sonríe.
-¿Qué haces por aquí?
-Nada. Entré porque pasaba por aquí y se me antojó una flor.-miento.
-¿A dónde ibas?
-Al supermercado, me acabo de levantar porque no pegué ojo en toda la noche.
-Yo tampoco dormí. Estuve tocando "Para Elisa" una y otra vez...-dice, al tiempo que recoge la vuelta que le da la tendera. Acto seguido y sin pronunciar palabra, se va.
Yo recojo mi rosa blanca y vuelvo a casa a dejarla. Me tiro en la cama y me limito a soñar despierta. Roberto es la persona con la que siempre he soñado, la persona que siempre deseé encontrar pero que era sencillamente imposible. Y ahora está ahí y es real. Apenas lo conozco pero...aún así, lo quiero tanto...
Tras unas horas pensando, me dirijo al supermercado, donde hago mi peculiar compra: chocolate, bollos, comida precocinada....No como bien. En realidad, nunca comí bien excepto antes de que mi madre se suicidara. Y aún así, no era una gran cocinera.
Tomo una cena rápida consistente en chocolate y bollos y me marcho al bar con la rosa blanca en la mano. Roberto no está allí. Me extraña, porque hoy he ido especialmente tarde para no tener que esperarle. Tras mucho dudar, me atrevo a preguntarle a Celia, la camarera.
-¿No ha venido el pianista hoy?
-No, hoy no va a venir.
-¿Por qué?
-No lo sé, no me ha dado explicaciones.
-¿Puedes decirme dónde puedo hablar con él?
-Vive en la casa de enfrente, esa con la fachada de piedra. Creo que su piso es el primero, pero si te pregunta, yo no te dije nada. -dice con una sonrisa de complicidad.
-Gracias.-le devuelvo la sonrisa.
Sin pensarlo, cojo una servilleta y uno de los bolígrafos utilizados para jugar a la lotería. Escribo lo que me sale del corazón.
"Lamento tu ausencia. Sin tus notas la noche no será lo mismo, porque descansaré. Descansaré porque no tendré nada en qué pensar que no me deje pegar ojo. Y prefiero no pegar ojo pensando en ti, que dormir y olvidarte."
Me pongo de pie mecánicamente y me dirijo al edificio de en frente. Subo al
primero y llamo a la puerta. Me quedo frente a ella, vacilante, y decido finalmente, dejar la carta y la rosa en el suelo y salir corriendo.
Cuando llego a mi casa, una parte de mí se arrepiente de haber salido corriendo. Echo a llorar desconsoladamente porque creo que Roberto no fue al bar para no verme. No me quiere y nunca me va a querer, porque mi vida es así. Basta que yo aprecie algo para que me haga daño. Bañada en un mar de lágrimas, me voy quedando dormida.
* * * * * * *
Hace una semana que no voy al bar. Quizá es por vergüenza. Después de la "carta" que dejé en su puerta, me avergonzaría aparecer delante de él y observar su sonrisa burlándose de mí. Esta semana ha sido desesperante y hoy he decidido que volveré al bar, sólo por verle. Quizá no me acerque a hablar con él, pero al menos quiero verle. Necesito saber si ha recogido la rosa que dejé en su puerta.
Ya entrada la noche, me dirijo al bar, pero a medio camino me detengo y doy media vuelta. Es entonces cuando me encuentro a Roberto en frente de mí.
-Pensé que no volvería a verte.
-Yo...¿Qué haces tú por aquí, cómo es que no estás en el bar?-respondo, cambiando de tema.
-Vengo de dar un paseo por el parque.
-¿A estas horas?
-Siempre guardo la esperanza de encontrarte, sea la hora que sea.
Me quedo callada, no quiero decir nada porque sólo lo estropearía. Los ojos de Roberto me están mirando, intenta descubrir lo que pienso. Quiere saber lo que ahora mismo pasa por mi cabeza y yo lo noto, así que, avergonzada, bajo la vista.
-¿Por qué lo haces?
-¿El qué?-respondo, contrariada.
-Escapar con la vista. Me da la sensación de que no quieres estar conmigo.
-¡No!-no puedo evitar exclamar de una forma rotunda.
-¿Entonces, por qué?
Miro a un lado y después al suelo. No sé que contestar. En realidad, no tengo respuesta. Yo misma me formulo esa pregunta, no sé porqué huyo de él. Será quizá porque me han hecho daño demasiadas veces y...no quiero que vuelva a suceder.
Roberto me acaricia la cara y, suavemente, me coge por el mentón y levanta mi cabeza hasta que mis ojos y los suyos se encuentran.
-Eres preciosa.-dice, mientras su mano aparta los cabellos que el viento descoloca en mi cara. Me besa. No quiero olvidar este momento, así que me concentro en retener la mayor cantidad de sensaciones posible en mi mente. Besa bien, es dulce y agradable. Ojalá nunca me deje. Ojalá.
Nos fundimos en un abrazo, como si no nos fuésemos a ver nunca más y me susurra al oído un "te quiero" que nunca olvidaré.
-Vamos.-me dice.
En nuestro camino hacia el bar, me agarra la mano y yo recuerdo todos los momentos que pasé con él. Hace un par de semanas escasas que hablé con él...y no sé como puedo quererle tanto. Prefiero no darle vueltas y, sencillamente, disfrutarlo.
* * * * * * *
Hace tres días que Roberto y yo estamos juntos. Ha sido lo mejor que me pasó en la vida. Además, sigue dándome clases de música.
Al llegar al bar, Roberto está tocando y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y me acerco a la barra a pedir un café con nata. Me hace un gesto para que me acerque al piano y, cuando estoy a su lado, me dice:
-Tengo un regalo para ti.
Yo sonrío.
-El único problema es que no lo he podido empaquetar y no puedo hacer nada para que te lo lleves a casa. Al menos de momento.
Lo miro y en mi rostro se nota la confusión.
-Esto es para ti.-dice justo antes de empezar a tocar.
Me regala una canción. Es preciosa. Realmente hermosa. Cuando acaba de tocar y tras un pequeño silencio, digo:
-Gracias, es lo más bonito que nunca me han regalado.
-No hay de qué. Una pregunta: ¿Te pensaste, en todo este tiempo, lo de cantar?
-No, no se me volvió a pasar por la cabeza.
-¿Y por qué no lo piensas ahora, en un segundo? Y ojalá tu respuesta sea sí.
Lo miro a los ojos y cuando estoy a punto de negarme, me derrito delante de él.
-Sí, lo haré. Una vez, no te prometo nada más.
-¡Bien!-exclama y me tiende una hoja.-Toma esta partitura, supongo que te acordarás de las lecciones de música.
-Sí...
-Bueno, allá vamos.-dice antes de sonreirme.
Comienza a tocar y la canción es conocida. Es una pieza muy alegre y bonita. Yo canto, primero bajito, para que nadie me oiga y después alto, porque olvido que están allí los demás. Cuando acabamos, todos me miran sorprendidos. Yo no puedo evitar ruborizarme y miro al suelo.
-¡Sí señor!- grita la camarera.
Es entonces cuando todos empiezan a aplaudir. Yo me avergüenzo aún más, pero Roberto se pone de pie y se sitúa a mi lado. Me pasa el brazo sobre los hombros, me acaricia y me susurra al oído:
-¿Qué te dije? Tu voz es preciosa. Estaba seguro de que les encantarías.
Me besa y yo me olvido de donde estoy y de lo que acabo de hacer.
* * * * * * *
Hace diez días de lo del pequeño concierto. Roberto lleva un par de días distante. No comprendo qué puede pasar. Me va a dejar, seguro. Nadie en sus cabales es capaz de estar conmigo más de dos semanas.
Como todas las noches, voy al bar. Cuando llego, Roberto no está allí. Me siento en una de las banquetas de la barra y pido un whisky. Pienso, sólo pienso. No hablo con nadie, ni siquiera oigo el ruido de fondo. Media hora después, llega Roberto. Se sienta en la banqueta de al lado y pide lo mismo que yo.
-Carmen.-dice, de forma fría.
-Dime.-contesto, sin dejar de mirar el vaso.
-Tengo que hablar contigo, es importante.
-Habla, te escucho.
-Este no es el lugar más adecuado.
-Bien, ¿a dónde quieres ir?
-Vayamos a mi casa.-dice mientras bebe el último trago de su vaso.-Allí estaremos tranquilos.
-Vale.
Salimos a la calle y cruzamos. Recuerdo el sueño en el que él era atropellado en ese justo lugar.
Una vez en su piso, me ofrece algo de beber y me invita a sentarme en el sofá de su pequeña sala de estar.
-¿Qué querías decirme?-digo, aunque sé que no es nada bueno.
-Carmen...
-Por favor, no quiero ser cortante, pero vete al grano.
-Me marcho.
-¿Qué?, ¿a dónde?
-Me voy de aquí, me marcho a Viena. Mi padre está muriéndose allí y quiere que vaya a hacerme cargo de su empresa.
-Pero...¿por qué?
-No puedo hacer nada. Está muy enfermo, no puedo hacerle daño. Si me quedo, pierdo a mi padre para siempre. No me refiero al hecho de su muerte, sino que perdería su cariño. No quiero eso.
-Lo entiendo. Ve, tienes que ir, es tu padre.-digo, sorprendiéndome a mí misma.
-Me alegra tanto que lo comprendas. No quiero perderte, pero...
-Shh, calla.-le digo, poniendo un dedo sobre sus labios. Una lágrima resbala por mi mejilla. Roberto la seca y me abraza. Nos besamos. Me gustaría quedarme así eternamente, pero sé lo que va a ocurrir. Ambos lo sabemos. Haremos el amor y despertaremos abrazados. Él se irá y en mi vida, todo volverá a la normalidad. A la absoluta y penosa normalidad.
* * * * * * *
Esta mañana, cuando despierto, me embarga un sentimiento de culpabilidad. Roberto ya no estaba. Me visto rápidamente y corro hasta la estación de tren. Allí cojo uno que me llevase o, al menos, parase en el aeropuerto más cercano, que está a más de dos horas en coche de donde vivo yo.
Cuando llego, me invade una desesperación terrible. No puedo dejar de pensar que no debo dejarlo marchar, porque perderlo sería el mayor error de mi vida.
Después de una hora de idas y venidas, me siento en un banco con la idea de que Roberto ya ha cogido su avión y se ha ido para siempre. El banco en el que estoy está bastante apartado del bullicio de la gente, así que rompo a llorar sin miedo a que nadie me vea.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que alguien se dirige a mí:
-¿Por qué llora, señorita?
-Por nada, por nada.
-¿Se marchó alguien querido?
-Sí, es eso, sólo eso.
-¿Quién era esa persona?
-Era...era...
-¿Yo?
Levanto la vista y veo a Roberto sonriéndome y con un ramo de rosas blancas en la mano. Lo abrazo con todas mis fuerzas. Él me explica que cuando estaba a punto de embarcar en el avión, se dio cuenta de que no me había comprado flores y de que no se podía ir sin despedirse.
-Pero,¿te irás igual, no?
-Sí, no me queda otro remedio.
-No...no te vayas...Vine hasta aquí para pedirte que no te marches...por favor.
-Es que no puedo cambiar las cosas. ¿Crees que yo me quiero ir? No, no quiero...-su frase se corta y parece que se queda pensando algo.
-¡Vente conmigo!-exclama de pronto.
-¿Qué?-respondo, sorprendida.
-¡Sí!, ¡Ven, por favor! Probablemente pueda darte trabajo en la empresa y la casa de mi padre hay habitaciones libres.
-Yo...
-Por favor, no me digas que no.
Me lo pienso por unos instantes. ¿Qué pierdo? Nada.
-Sí, iré.-digo, convencida de mi respuesta.
-¡Bien! ¿Quieres ir a recoger algo?
-No. Empezaré de cero. Mi vida nunca fue buena, empezaré otra. Ahora por lo menos tengo al lado a alguien a quien quiero.
Sonríe y me besa. Nos dirigimos a sacar los billetes. Nuestro avión sale en media hora.
* * * * * * *
El vuelo ha sido muy tranquilo. Acabamos de llegar a la capital austriaca y el tiempo es algo más frío. Roberto me da su chaqueta y me sonríe.
-Bien, ahora llamaré un taxi para que nos lleve hasta la casa de mi padre. Después de dejar las maletas iré al hospital, a verle.
-Voy contigo.
-No hace falta.
-Sí, al fin y al cabo, ahora voy a vivir en su casa, ¿no?
Una vez en la casa, Roberto se limita a dejar las maletas y yo curioseo.
-¿Qué te parece?-pregunta Roberto, al verme tan entusiasmada.
-Es preciosa. Realmente bonita. Parece muy antigua, pero está muy bien cuidada.
-Sí, ya tiene sus años. Ven te enseñaré tu cuarto.
-¿Mi cuarto?
-Sí.
-Oh, bien.
-¿Pasa algo?-pregunta, extrañado.
-No, no. Es sólo que...
-Ah, disculpa. Nuestro cuarto.-dice, como si me hubiera leído el pensamiento.-
Yo sonrío. Es una habitación preciosa. Parece del siglo pasado, la cama con un edredón blanquísimo y mosquitera de seda. En frente de ella, un espejo cuyo marco parece tallado a mano de una forma tan delicada que semeja querer cobrar vida. Un armario enorme está al otro lado de la habitación, hecho de la misma madera que la cama y el espejo.
-Bueno, debemos ir al hospital.
-Sí, disculpa.
El padre de Roberto es un hombre muy mayor, o eso parece. Quizá la enfermedad haya repercutido mucho en su físico. Aún así, parece que fue atractivo en su época joven y tiene un gran parecido a Roberto. Nadie pondría en duda su parentesco. Roberto habla con él, quien le contesta con apenas voz y de forma entrecortada:
-Papá...he venido lo antes posible.
-Gracias hijo, gracias.
-De...de nada.
-¿Te has instalado en mi casa?
-Sí.
-Bien. En cuanto esto termine, será tuya. Y la empresa también; quiero que te hagas cargo de ella y que la quieras tanto como yo la quise. Trata a todos bien, por favor. Puedes comenzar a trabajar en ella en cuanto quieras, pero avísame antes.
-Sí, lo haré. Empezaré a trabajar en cuatro o cinco días.-contesta Roberto, decidido.
Su padre se limita a esbozar una sonrisa y me mira. Sabe quién soy, aunque no me conoce, sabe porqué estoy allí. Roberto se da cuenta de que me vio y, cogiéndome la mano, me acerca a la camilla.
-Papá, esta es Carmen.
-Encantado.
-Lo mismo digo.
-Es muy guapa.-dice dirigiéndose a su hijo.- ¿A qué te dedicas, hija?
-La voy a contratar en la empresa, tiene estudios. Hasta ahora fue cantante.- contesta Roberto, antes de que yo pueda hablar.
-¡Pero déjala hablar a ella!-responde su padre.- ¿Cantante?
-Sí, señor. Cantante.
-Interesante. ¿Os casaréis?
-Eh...esto...
-¡Papá! No hagas eso por favor.
-¿Hacer el qué? Sólo pregunto por el futuro de mi hijo.
-Papá...
-Vale, vale.
Entra el médico y nos dice que tenemos que salir, que podemos volver mañana. Roberto me cuenta que para su padre, la empresa siempre fue su vida. Me dice también que le gusté, que está seguro. Y me pide disculpas por la pregunta de su padre. En realidad, no me importa que lo haya hecho.
* * * * * * *
Hoy se cumplen cuatro meses de nuestra llegada a Viena. Estoy embarazada de dos meses escasos. Las cosas están siendo todo lo contrario a lo que yo pensé que sería mi vida. Ahora mismo vamos en un avión porque hemos decidido volver a casa por una semana, para visitar los recuerdos que quedaron allí.
Nada más aterrizar, respiro hondo, intentando contener todo el aire posible. El trayecto hasta nuestra ciudad transcurre en silencio.
Al llegar, cientos de imágenes acuden a mi cabeza, como si de una película desordenada se tratase. Vemos el viejo bar y recuerdo el día en que conocí a Roberto, el día en que lo vi por primera vez. Quiero creer que él también lo recuerda. Me detengo delante de la puerta, aunque no tengo intención de entrar.
-¿Vamos?-me pregunta
-Ve yendo, te alcanzo ahora.-contesto sin dejar de mirar el interior del bar.
-Vale, hasta ahora.
Cruza la calle. Entonces, como si de un relámpago se tratase, un coche lo atropella. Es exactamente como lo soñé. Se me antoja creer que no es más que un recuerdo de mi sueño otra vez, pero sé que no. Salgo corriendo y me arrodillo a su lado.
-Roberto, Roberto, háblame.
-Te...te....te quiero.-dice justo antes de cerrar los ojos.
Llamo a una ambulancia sin moverme de su lado. Cuando llega, lo suben a la camilla y me explican que está vivo, pero en situación crítica. Me voy con ellos al hospital.
Tras una hora y media de espera, un médico viene a hablar conmigo.
-Hola, ¿Carmen?
-Sí, sí. Soy yo.
-Vino usted con Roberto, ¿no es así?-dice y, como si lo diera por sentado, continúa hablando.- Bien, tengo que ser sincero: está en una situación muy grave. En la colisión, el coche chocó con su cabeza. Tiene dañada parte del cerebro. Es muy posible que no salga de esta y, en caso de que lo haga, posiblemente tenga secuelas muy graves. Ahora mismo está en estado de coma, pero puede pasar a verle si quiere. Dentro de una hora intervendremos para comprobar si es posible salvarlo.
-Gracias.
Me voy y entro en la habitación. Hablo largo y tendido con él. Sé que me está escuchando, aunque no esté despierto.
Hace tres horas que está en el quirófano. Me esfuerzo por pensar que todo irá bien, pero sé que no es así. Roberto se va a morir y yo me quedaré sola otra vez. Un pensamiento me asalta la cabeza: "Ahora tendré que volver sola a Viena y decirle a su padre que el único hijo que tiene está muerto". El doctor sale y se dirige a mí.
-Está muerto, ¿no?-digo con una frialdad que no esperaba tener.
-Lo lamento. De veras.
Rompo a llorar. Me caigo en el asiento y no pienso en nada.
* * * * * * *
Acabo de llegar a Viena. Estoy en un taxi, camino al hospital. Todavía busco las palabras adecuadas para decirle al padre de Roberto, a pesar de que le he dado vueltas durante todo el vuelo.
Entro en la habitación. El padre de Roberto está despierto y al verme, sonríe.
-Hola, bella mujer. ¿Hoy vienes sola?-me pregunta, sin borrar la sonrisa de sus labios.
-Hola. Yo...vengo a hablar con usted.
-Tutéame.
-Bien.
Se produce un silencio muy incómodo.
-¿Y bien?-pregunta, extrañado porque tardo en hablar.
Rompo a llorar. Me pregunta qué me pasa en varias ocasiones hasta que, al final, tengo el valor suficiente como para hablar:
-Roberto, ha...ha muerto.-espero una respuesta, pero al no recibirla (en realidad, no me extraña) prosigo.-Fue atropellado hace una semana. No pudieron hacer nada por él.
Hablo entre sollozos y yo misma empiezo a dudar que el pobre hombre me entienda. Pero lo hace, porque empieza a llorar. Extiende sus brazos y nos abrazamos.
Un buen rato después, hemos conseguido calmarnos.
-Hija. Quiero que seas tú quien se encargue de la empresa.
-¿Yo?
-Sí, eres lo más cercano que ahora tengo y aunque no nos conozcamos mucho te he cogido un gran cariño. Eres como una hija.
-Bien. Acepto la oferta. Muchas gracias, de veras.
Lo abrazo de nuevo y me marcho.
Es entonces cuando empiezo a odiar a mi futuro hijo. Me pregunto porqué tiene que nacer un nuevo ser cuando he perdido al que más quería.
* * * * * * *
Hala!
Ni capítulos ni leches, todo a lo bestia. Os va a llevar algo de tiempillo leerlo eh?....En fin, no os obligo jiji. Cuando lo termine os paso lo demás.
Besinhs
Bien
muy bonito , describes muy bien el entorno y ese toque de melancolia ,te felicito sigue escribiendo
Gracias maambru
Jijiji. A veces hago poesías, otras relatos. A veces no hago nada. Es que es por épocas xD.
No, en serio, gracias.
Besinhos
Bravo bravo
Bravooooooooo Triski
Plas plas plas plas (aplausos)
Me ha gustado nena, pero ahora quiero saber mas de la prota jeje
Esperamos siguientes entregas?
Kisses
Uef hijaaaa
Ya lo tienes to! Iba a ponerlo a cachos, pero al final fui a lo bruto y fue todo junto. Es un buen tocho de palabras, pero en fin...
Besinhoooooos!
Jajaja
No, si aún no se acabó. Lo tengo que terminar, así no termina. Sería un final algo cutrillo digo yo. Ahora tengo que saber qué hace Carmen con el hijo o hija y qué ocurre con su vida no?
Aún da mucho de sí.
Sí, tengo 14 anhos...bueno 15 en abril juaz..
En 1 de Eso gané un concurso de relato del instituto. Siempre me gustó escribir.
Gracias por los ánimos.
Besinhos guapa
Sindudar del talento que tiene el pianista
Me atrevo a decir que tu tienes mucho mas talento que él, creoq ue ahora si entro al foro mas seguido, no me quiero perder la continuación
Saludos y suerte!!!
Angelita
Sindudar del talento que tiene el pianista
Me atrevo a decir que tu tienes mucho mas talento que él, creoq ue ahora si entro al foro mas seguido, no me quiero perder la continuación
Saludos y suerte!!!
Angelita
Jajaja
Muchas gracias guapa, lo continuaré en breve y en cuanto haya algo nuevo lo subo ok?
Besinhos y gracias!!
Hola twist
No, si lo de los defectos (defectos, no defectillos xD) ya lo sé. Esa es la versión sin corregir, pero cuando lo termine y lo relea en su totalidad, cambiaré cosas y todo para que quede mejor. Lo suelo hacer con las redacciones de clase. Aunque supongo que sí, que leyendo mucho conseguiré aprender a escribir mejor.
Gracias,
besinhos