Trío
Me gusta escribir relatos poniéndome en el deseo y la posible fantasía de una mujer.
A ver que les parece este:
TRÍO
¿Quién, entre sus pensamientos, no ha vivido alguna vez un acto de amor con dos hombres? Multiplicar el placer, hallarlo en múltiples manos, encontrarlo en labios que se suman... ¿Quién, en el fondo incluso de sus sensaciones no ha soñado en sentir el sexo de dos hombres, penetrada entre los muslos y disfrutada en la boca, como si viajara en un carrusel al que no le faltaran los delirios? Incluso no saber quién quién de los dos- es el que provoca -¿o son los dos a la vez?- el brote del éxtasis, no deja de ser un pensamiento que enloquece.
Creo que una cosa así todas la hemos intentado atrapar alguna vez en nuestras esperanzas y todas aunque nos lo callemos o nos avergoncemos- lo hemos soñado.
Un día, en medio de los abrazos, y en esos momentos en que todo es ya irrefrenable, me atreví a insinuarlo a mi marido. O quizás no fue un atrevimiento, sino, en torno al torbellino que vivía, una espontánea manera de sentir multiplicada mi alegría.
El caso es que él, cuando lo dije, estaba a punto de gustar el festín de su orgasmo y el mío, así que esperó a la paz el sosiego hermoso posterior para preguntarme:
-¿Has dicho que sería algo digno de la corte celestial que lo hiciéramos contigo dos hombres a la vez?
La verdad es que yo, sin las ansias ya que los espasmos del placer me producían, una vez satisfecha, no me atreví a pedirlo y, ruborizada un poco, sonreí, de esa forma en que se manifiestan los anhelos secretos.
-Bueno, no me interpretes mal, no quise decirlo, pero ya que lo nombras, a lo mejor era una fiesta para ambos- y solté una carcajada como quien bromea, aunque en el fondo de mí, lo que le decía era tan verdadero que hasta en mis muslos, al nombrarlo, noté un pequeño látigo de zumos.
También él rió, pero no volvimos a hablar de aquellos.
Lo que cuento tuvo una virtud. Me hizo pensar y desear cada vez más un encuentro con dos hombres, cálidos y llenos, con esa fruición que convierte los deseos en búsquedas inevitables. Mi marido no decía nada sobre aquella conversación, donde sólo las cosas se insinuaron, así que mis pensamientos empezaron a ir por otros sitios, distintos a los que mi marido ocupaba.
Tengo yo dos compañeros, -uno de ellos es incluso amigo de casa- que, será ilusión o buena percepción, pero me parece que me miran con ojos especiales. Con esos ojos en los que una es capaz de adivinar la lumbre y la punta de los deseos. Alguna vez, al llegar al trabajo, sus miradas convergen en las partes más lúdicas de mi cuerpo, y una no es tan torpe como para no percibirlo: mis pechos, mis nalgas, mis piernas y hasta mis tobillos...
Lo cierto es que empecé a obsesionarme con ellos. Jamás habían dicho nada que sobrepasara los límites de la relación laboral, pero sus miradas eran voces en sus ojos.
Empecé a ir al trabajo como más llena de insinuaciones: ropa que dejaba a la imaginación mis formas, pantalones que marcaban mi trasero, faldas y medias que me dejaban mostrar la parte anhelante del principio y aun de la hondura- de mis muslos. Pronto comencé a notar que los ojos de mis compañeros formaban en sus formas otras constelaciones: se acercaban para buscar documentos que no necesitaban, paseaban cerca de mí, hacían insinuaciones imperceptibles, amabilidades que sólo el ansia podía explicar sin tapujos...
Yo, todo debo decirlo, les facilitaba las cosas y mis sonrisas a sus palabras o mis también idas a por documentos innecesarios eran como un acicate a lo que ya me empezaban a parecer sus anhelos innegables.
Aquel día, por razones que ahora ni recuerdo, la jornada de trabajo nos dejó solos a los tres. El jefe había tenido que salir y la otra compañera no había llegado. Así que las bromas, bien orientadas por mí, fueron la constante del día:
-Cada día estás más guapa, me dijo uno de los compañeros en un momento determinado.
-Eso mismo pensaba yo, añadió el otro como sintiéndose molesto por no haber sido el que tomara la iniciativa.
Yo me limitaba a sonreír para que la sonrisa, con el enigma de la Mona Lisa, pudiese significar cualquier cosa que ellos querían escuchar como respuesta.
-Se ve que tu marido te trata bien y te tiene bien satisfecha.
Esas palabras, dichas por el segundo de los compañeros, quizás para resarcirse de su retraso anterior, supe enseguida que estaban ya brotando del ansia infinita.
Nuevas sonrisas mías, mis piernas cruzadas con aires de libertad y los ojos de ellos que perdían el norte en cada mirada.
Hablamos luego de la vida de las parejas y yo, mimosa y como una niña consentida, les comenté cómo mi marido era un buen amante, aunque nunca había encontrado en él esas otras delicias que una a veces se imagina.
-A lo mejor es que son delicias imposibles, dije con una sonrisa que ya ponía a ellos las manos llenas de querencias.
Cuando uno de ellos se acercó un poco más, como por casualidad, mis labios estaban húmedos de saliva, y mi blusa había dejado un poco más libres mis senos.
Había una botella de vino y decidimos abrirla.
-Para una vez que nos dejan solos, bueno es celebrarlo.
El vino, en mi primer sorbo de la copa, cayó sobre mi vestido, hizo regueros en la blusa, se estancó en la falda que tapaba mis muslos y dejaba ver mis rodillas. Enseguida llegaron a limpiarme, agua del lavabo, rapidez y cercanía, risas y más vino, los ardores creciendo como por ensalmo, subiendo como el humo de una hoguera que seguía llena de ramas...
Uno de ellos ya no sé quién fue- al limpiarme el vino derramado, acarició mis senos como sin hacerlo y yo dejé escapar un suspiro, mientras ingenuamente contraía mis formas... La caricia empezó a llenarse de sí misma, los dedos rozaron la piel, mis pezones supe que los estaba sintiendo en su llegada... Yo jugaba con ese placer que venia y él ellos- empezaban a perder la batalla de la prudencia... Un beso más tarde en mis labios entreabiertos, los botones que se sueltan y la piel, con textura de nimbos, que aparece impúdica y deseosa. Deseosa y deseada.
Yo notaba debajo de sus pantalones que un fruto crecía y llenaba los espacios, creaba un cada vez más patente volumen... Llevé mi mano a la entrepierna de uno de ellos, apreté con la palma de mi mano, la pasé despacio recorriendo lo que había, y todo, desde ese momento, empezó a ser un torbellino de búsquedas... Me vi desnuda, poco a poco, pero como por causa de un hechizo.. En mis muslos la lluvia de mi ... dejaba unas lágrimas hermosas.... Había abierto sus pantalones y asomaban dos altas vergas, con su cima rosada, que se enternecían a mis caricias. ¿De quién era cada una? Eso era imposible saberlo en ese ir y venir de manos y jadeos, de labios y codicias.
Sólo sé que, de pronto, una de aquellas vergas, libre ya la ropa, entraba y salía de mi boca y que mis labios, perfecta cerradura, la rozaban con una efusión inimaginable...
Unas manos apretaban mis pechos, otros labios vivían en mis pezones, mis nalgas recibían los golpes de la otra verga que se abrasaba y me abrasaba... Unos dedos jugaban entre mis muslos, me penetraban, pellizcaban mi clítoris, me llenaban de mensajes... En aquel maremagnun no sabía dónde me hallaba y con quién me las veía... Todo se multiplicaba... jamás había vivido, como ahora, esa sensación única de tener una ... en mi boca, y de sentir otra para mi manos, cerca de mi ... Cuatro manos, a veces. Aquello era una multiplicación de la gloria, labios que se doblaban iban y venían por mi cuello, y a la vez, por los dedos de mis pies... ¡Qué espectáculo de lucha!... No sabría explicar donde estaba, donde estaban en cada momento... Sólo sé que era una progresión de sonidos y de caricias, como si todos los hombres calientes del mundo, me estuvieran deseando y me poseyeran...
Cuando sentí una verga en mi ... entrar y crearme luces por dentro de mi cuerpo, busqué afanosamente la otra para mi boca... penetrada así en dos de mis oquedades más esplendorosas... Me iban y venían en el ... pero yo iba y volvía desde mi boca. Sentía el roce de una de las vergas y, a la vez, los pequeños temblores de la otra... Un universo, algo que no cabía en un solo pensamiento, que no se saciaba en un solo deleite... De pronto sé que cambiaron, aunque no me digáis quién estaba en cada sitio... La verga que ahora entraba en mi ... era más grande que la otra y esa distinción de tamaños era como un carrusel de noticias y de variaciones que nunca imaginaba....
Me pusieron de espaldas sobre la alfombra con mi pubis en alza... Y, entonces, hubo un nuevo milagro: uno de aquellos frutos seguía en mi sexo como un vástago dulce que va y viene lleno de regalos... cuando, de pronto, siento que alguien roza el anillo de mi ano, que unos labios luego lo mojan, que un dedo lo ensancha... y que finalmente el otro fruto, el más pequeño, lo cerca. La segunda verga iniciaba, así, lentamente, con suavidad, su entrada en mi culo, provocando un dolor diminuto que mezclado con un magnífico placer, hacía estallar el firmamento.
Pronto estuvieron las dos vergas cercanas, una en mi ... de océanos y otra en mi culo de abismos... No sabía a donde sujetarme. Adentro y afuera, con un ritmo que se me antojaba de música sacra... Más y más... los espasmos que me empezaban a llegar, convertían mi cuerpo en una máquina de escándalos... El placer subía, aumentaba, un orgasmo, sentido en lugares que nunca antes supiera que existían en mi cuerpo, me llevó a la cúpula de los cielos... Pero vino otro, y adivinaba el siguiente....
Así, en ese grito colectivo de manos y labios y sexos, en el que se mezclaban los cuerpos y nada paraba la fiesta, sentí un nuevo, otro, orgasmo indecible... y otro... y otro... hasta perder la cuenta del placer que pasó a ser una explanada tersa y tendida, única en la que mis explosiones parecían el todo y el placer parecía la vida....
Dos chorros de semen, como dos surtidores, bañaron mis interiores... Todavía una de las ... al salir, seguía con sus borbotones manchando mis muslos y mis jadeos....
Les pedí entonces a ambos sus dos ... ambas para mis labios. Juntas en mi boca, mi lengua limpiando el sabor de los zumos que me habían colmado, todo mío, yo la reina....
No puedo decir que pasó luego, cómo reanudamos el trabajo. Sólo sé que ahora, de vez en cuando, cuando la oficina se vacía, dos vergas, dos labios, cuatro manos, dos cuerpos... me llevan al lugar en que estuvo el Paraíso Terrenal y donde se engendraron, a buen seguro, los arcángeles...
¿Y si un día le digo a mi marido que se junte? ¿Dónde pondría la tercera verga? Ay, seguro que habría también un lugar para ella..
Ver también
Eres una zorra
mira realmente mujeres como tu son las que nos hacen quedar mal si querias imnovar lo tenias que hacer con tu esposo espero que no tengas hijos seria una verguenza para ellos
Eres una zorra
mira realmente mujeres como tu son las que nos hacen quedar mal si querias imnovar lo tenias que hacer con tu esposo espero que no tengas hijos seria una verguenza para ellos
No soy mujer
Ni soy mujer ni merecen mayores comentarios tus palabras. Allá tú con tus traumas
Eres una zorra
mira realmente mujeres como tu son las que nos hacen quedar mal si querias imnovar lo tenias que hacer con tu esposo espero que no tengas hijos seria una verguenza para ellos
No es cierto
Yo lo he hecho y es maravilloso, no tiene nada que ver con la maternidad; ES SENTIRSE MUJER. Disfrutar de tu cuerpo y el placer de sentir con todos los sentidos.
No les hagas caso
Yo haria lo mismo que tu porque desperdiciar tremendos cueros .....y el sexo es mostro cuando encuentras quien lo guia y a tu marido ni le comentes ......crees que seria tan exitante .....me imagino que no ......si en la primra no te capto olvidalo.....yo te acxonsejo que sigas haciendolo pero de vez en cuando para evitar la rutina......