Sí, te he engañado. Me he acostado con otro hombre, sin darme cuenta que traicionándote a ti me traicionaba a mi misma. No sé porque lo he hecho, aunque quizás si. Aburrimiento, rutina, necesidad de afecto, curiosidad, aventura, sexo tal vez una especie de saldo pendiente que tenia por cobrar, pero si es así, ¿hasta cuando lo voy a seguir cobrando?
¿Ha sido destino, casualidad, coincidencia? No lo sé.
Una vez que empieza el juego casi siempre sé como acabará, me llama, lo hacemos y después él se va para su casa a vivir su otra vida, como si nada, un beso de despedida y hasta la próxima. Lo sé, sé lo que en realidad busca en mi pero trato de engañarme mientras voy de camino a la mía, a mi realidad. Esto no es vida, es un cruel relato donde yo soy la protagonista, pero aún así lo sigo jugando. Me da miedo y siento como un vértigo que hace que algo en mi interior se tambaleé, seguramente es el remordimiento pero continúo, hasta que ocurre lo inevitable. Me siento sucia, mezquina, cruel, siento que no me merezco sentir tus besos, tocar tu cuerpo, acariciar tus manos, escuchar tu risa ¡Dios mío, cuando acabará esto! Lo deseo con todo mi corazón, deseo volver a vivir mi vida, a recuperar la paz que perdí.
Y cuando todo termina y estamos cansados, echados y desnudos lado a lado, es cuando de verdad te extraño, porque ese es el momento que verdaderamente marca la diferencia entre amor y pasión. Entre lo que eres tú para mí y yo para ti y lo que es el otro. No me miento, soy sólo una golondrina pasajera que agarraron al vuelo. No quiere nada serio conmigo, me hace en la cama lo que le hace a otras, me besa pero su mirada no me ve, me habla al oído pero sus palabras lo delatan, es solo sincero para hablarme de la vida que no quiere perder, seguro que para sentirse menos culpable.
Es después del sexo cuando los castillos de cristal se caen, de regreso a casa, sola, sintiéndome abandonada por él, mirando a la nada mientras conduzco, con la música bien alta para enmudecer mi vergüenza. Abro la puerta y no estas, respiro, todavía no ha llegado me digo. Entro corriendo a darme una ducha y mientras siento el agua caliente por mi cuerpo, cierro los ojos y froto mi piel con fuerza, como queriéndome desprender del pecado.
Por fin estoy en paz, la paz de mi hogar. Un beso, buenas noches, un abrazo caluroso junto a mi cuerpo, tu aliento en mi espalda... Esa sensación de protección, de unión, de un cuerpo diciéndome que no me vaya, esa parte de mi todavía aferrándose a ese calor, a esa vida entera. No hay nada como eso. Y eso delata a los infieles e impostores.
Desearía con todo mi alma no haberte sido infiel, lo siento.