-Déjame que te lo demuestre, déjame demostrarte que me gustas y bruscamente doy la vuelta y me entrego a una cama que hay en el lugar. Quito la colcha y sobre las sábanas celeste me entrego. Alan está fascinando mirándome, no puede o no quiere apartar sus ojos de mi cuerpo extendido sobre aquella cama. Con mis ojos lo recorro por completo y noto que se le abulta la entrepierna. De pronto siento que su miembro viril surge de entre sus calzoncillos, y no hay nada que ocultar, tanto a mí como a Alan nos está consumiendo el deseo. Alan se despoja de un golpe de aquel traje interior de una pieza. Temblando de excitación se acerca a mí y se coloca sobre la cama y se acomoda al lado de una de mis caderas que lo rozan. Con su piel suave y firme logra involucrar mi cuerpo. Besos y caricias hacen lo suyo. Alan se va situando sobre mí, y se acomoda entre mis piernas y poco a poco comienza a hacerme suya.
-Alan oh Alan, me gustas demasiado musito y musito, respiro y respiro. Él toma mis piernas las trenza y la destrenza, y caemos en el juego del deseo. Cada movimiento es parte de nuestra imaginación hasta que de un instante a otro de mi garganta nace y se extiende un inmenso grito de placer y siento que mi cuerpo a llegado a la cúspide del límite; el orgasmo y así abrazados nos quedamos dormidos.