PARA LEER SIN PRISAS
Afuera llueve. Las gotas caen pesadamente sobre el tejado y tú, desnuda sobre la cama, las sientes desintegrarse una a una. La perezosa luz de un día plomizo atraviesa sin prisas la ventana y se esparce por la habitación. Alguien te observa y no te importa.
El ambiente es extrañamente familiar, como un útero materno. La cama con cabezal de madera, las sábanas limpias y suaves. De algún modo, todo te recuerda a tu niñez y te hace sentir muy a gusto.
A cuatro patas, con la cabeza baja, respiras muy, muy lento mientras sientes el más leve roce del aire. Con los antebrazos aprietas un poco tus pechos hinchados haciéndolos temblar. Te sientes empapada, como si la lluvia inundase también tu interior y pudiese desbordarse en cualquier momento. Solo eres consciente de tu cuerpo y su disfrute. Tu sexo late. Quien te observa soy yo.
Desnuda tras de ti, de pie, contemplo la maravilla de tu cuerpo entregado a si mismo, ansioso y tranquilo sin consciencia del tiempo. Voy a acercarme.
Subo a gatas a la cama, acortando las distancias y mido las reacciones de tu cuerpo. Tú me sientes llegar y tu piel se eriza un poco. La humedad aumenta y una gota se desliza lentamente pierna abajo. La atrapo a la altura de tu rodilla. Con la punta de la lengua.
¿Sientes mis manos? Apoyadas apenas en tu piel, ascienden por tus muslos. Cerca ya de tu sexo separo un poco tus carnes, abriendo y cerrando la entrada de tu vientre justo ante mis ojos. Tus líquidos fluyen al exterior borboteando, transparentes y olorosos y yo los extiendo mimosa por los alrededores con mis dedos.
Tu cuerpo se vence hacia delante y te dejas caer sobre el colchón. Yo continúo masajeando tus nalgas sin prisa y acercando mi boca. Pero no aterrizo en tus pliegues sino algo mas arriba. Mis labios dejan un beso lento y tierno al final de tu espalda. La tensión que te recorre me dice que te excita. No deseas otra cosa que dejar pararse el tiempo.
Tengo una sorpresa para ti. Al ladear la cabeza, abres despacio los ojos y lo ves. No estamos solas.
Junto a la cama, observándote, hay un macho monumental. Negro, enorme, de unos cuarenta años y con un cuerpo increíblemente fibroso, trata de controlar su respiración ante la maravilla de tu ansioso cuerpo y sus gemidos. Los tatuajes de sus brazos y un aro atravesando su nariz le dan un aspecto tribal, siniestro y excitante. Su miembrobuff. Recto y firme, impresionante. Su sola visión hace que jadeemos. Está aquí para ti. Yo te lo daré.
Sin saber como reaccionar me observas acariciando sus piernas. Son muy fuertes. Mis dedos rodean sus genitales y los agarro desde su base. Te encantaría tocarlos. Y el olor de la verga. Parece de goma. Dura y caliente.
Está muy excitado. Lo siento en las pulsaciones de su glande y en su respiración agitada. Necesita con urgencia que le empapen el rabo de saliva. Pero tendrá que esperar.
Tengo una correa de cuero muy larga y estrecha, una especie de cinturón. Rodeo con ella los huevos del negro pasándola luego por encima de su miembro y por la hebilla. Se deja hacer.
Voy a probar a estirar de la correa. Sus huevos se comprimen y su boca emite un gruñido sordo de animal. Aflojo y vuelve a respirar. Me excita esto.
Esta vez tiro de la correa algo más fuerte, estrangulando sus testículos. El bufido aumenta mientras su ... se hincha de un modo increíble a centímetros de mi boca. Hemos de aprovechar esto cielo.
Suavemente, sin soltar la correa, hago que se coloque detrás de ti. Tú sigues a cuatro patas. Paso la tira de cuero entre tus piernas. La sientes deslizarse sobre tu surco, por tu vientre y entre tus pechos hasta acariciar tu cuello. Pasándola entre mis muslos la agarro desde detrás con una mano. A mi voluntad, la correa aprieta los testículos de nuestro semental, frota tu sexo y también el mío, cerca de tu cara. ¿Puedes sentir mi aroma? Diosssss. Estoy empapada.
Con mi mano libre busco tu boca, introduzco en ella mis dedos y dejo que los chupes, que juegues con ellos. Dame algo de tu saliva. Acerco mi mano a mi vientre y tu sigues mis dedos mientras me deslizo sobre la correa, tensa y lubricada. Esparzo tu saliva justo encima de mi ingle y dejo que la recojas con tu lengua. Despacioooooooooo.
Solo quiero que dejes tu aliento ahí, a milímetros. Quiero que huelas mi excitación al verte disfrutar.
El macho está que revienta a la vista de tu vulva, rosada y temblorosa. Además vuelvo a tirar de sus huevos y su ... se acerca a ti aumentando su deseo de entrar. Pero solo cuando yo diga. Debe aguantar. Aflojo y tiro de nuevo. ¡Más fuerte!
Aprieta sus dientes y sus puños. Todos sus músculos se tensan y se aprecia la presión en las venas del cuello y de la frente. Emite un gruñido.
-Aaaggghhh.
Su capullo, gordo y brillante, se apoya en tu entrada. Te estremeces con su contacto. Tras unos segundos que se hacen eternos, voy a dejar que entre en ti. Apoyando mi mano en tu hombro presiono sobre él y tu cuerpo se mueve hacia detrás sobre el enorme miembro. Sientes tus carnes separarse poco a poco al paso del descomunal glande, absorbiéndolo, devorándolo. Finalmente lo veo desaparecer dentro de ti.
La sensación debe ser increíble. Gimes desesperada agarrada a las sábanas. Voy a dirigir sus movimientos con mi correa. Te gustará.
Con un tirón suave y continuo hago que penetre más en ti. La verga, negra y dura, se pierde en tu interior centímetro a centímetro. Hasta la mitad. Jadeas entrecortadamente llena de macho. La sientes latir sobre tus paredes. Esto me pone muy cachonda. De veras.
Al aflojar, hago que el negrazo se detenga. Respira aliviado y sonríe levemente. Tiene los ojos muy abiertos. También él está gozando.
Retrocede un poco antes de que vuelva a tirar de la correa. El rabo sale empapado de ti, brillante y vuelve a avanzar a mi capricho. El interior de tu vientre se acompasa con las embestidas. Abraza el enorme pollón y lo masajea con cariño, con mucha humedad. Lo recibes caliente, entregada. Tu voz me dice que por dentro te estas deshaciendo, palpitando sobre el negro mástil que se mueve como un enorme reptil. Lo sientes deslizarse a impulsos cadenciosos, aflojando en las salidas y agrandándose en entradas enérgicas, implacables y profundas.
Con la correa que roza mi vulva chorreante voy aumentando la frecuencia de sus oscilaciones. Nuestro negro amante tiene los ojos como platos. Sé que esta sintiendo su leche avanzar desde sus apretados huevos por el interior del enorme cañón y que quisiera agarrarte y descargar sobre ti toda su fuerza.¡ Si vieras su pene tan erecto, tan oscuro, tan lleno de venas palpitantes! Pero tú puedes sentirlo abriéndose camino en tu interior, en tu caverna de elásticas paredes inundada de fluidos que recibe agradecida al monstruoso rabo africano.
Vuestros jadeos son casi bramidos desesperados. No podrás aguantar mucho más la salvaje invasión y el negro esta loco por vaciarse en ti. Voy a poner mi dedo sobre mi surco y frotarme con fuerza. Nos correremos los tres.
Tras un leve gesto de asentimiento nuestro macho comprende que puede darte bien fuerte. No se lo piensa mucho.
Sientes dos manos grandes cogiéndote por las caderas y una penetración interminable de dureza tribal que se detiene bruscamente en lo más hondo de tu interior. Aquel ariete de enorme cabeza golpea sin piedad el oscuro fondo del pozo, allí donde nadie antes llegó. Sientes que no podrás contener tanta verga pero no te dan opción.
Tus nalgas golpean una y otra vez en su abdomen musculoso y sientes dentro de ti una fuerza bestial que acabará reventándote. ¡Tiene que acabar de una vez esto!
El negro bufa como un mulo y se mueve como un poseso. Ha perdido la cabeza. Te está dando muy, muy duro. Las garras de sus manos te impiden escapar con tus movimientos de lagartija, con tus espasmos incontrolados. ¡Y tus gritos! Me voy a correr cielo. Estoy a punto.
Tu colapso final comienza un instante antes del estallido en el extremo de la verga. La presión de tus paredes comprime por completo el rabo negro acabándolo de exprimir sin miramientos. El cálido chorro rebota en las menguadas paredes y te rebosa enseguida, vertiéndose sobre las sábanas. Tu desesperado alarido me lleva al orgasmo enseguida.
¡ Asiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Que bueno cielo!
Acabamos exhaustos, casi inconscientes. Hago que nuestro semental se tumbe entre las dos y quedamos abrazadas a su pecho una a cada lado. Dejaré que duerma un momento pero le queda mucho trabajo por delante. Lo vamos a pasar muy bien.
Para Rosa. Espero que hayas disfrutado.
También para Javi.