Dejada atrás la adolescencia, cada persona comienza a orientar su vida en una determinada dirección. El problema surge con la negación de superar esa adolescencia, resistirse a afrontar las responsabilidades, un cuerpo de hombre con la mentalidad de un niño.
El psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó como Síndrome de Peter Pan al conjunto de rasgos que tiene aquella persona que no sabe o no puede renunciar a ser hijo para empezar a ser padre. Pese a ser un problema que se produce en ambos sexos y a todas las edades, el síndrome de Wendy es mucho menos frecuente.
Resistirse a adquirir las responsabilidades que conlleva entrar en la etapa adulta, a parte de producir desequilibrios personales, puede derivar en serios problemas a la hora de que una relación de pareja llegue a buen puerto. Compartir un proyecto de vida en común con alguien que es incapaz de sacrificar o apartar los placeres de la juventud para poner todo lo que tiene para conseguir unas metas, no siempre fáciles, pero necesarias, a parte de producir insatisfacción, acaba convirtiéndose en un lastre a la hora de luchar por conseguir esos objetivos.
Peter Pan y el País de Nunca Jamás
Juventud divino tesoro. Ante la imposibilidad de encontrar la fuente de la eterna adolescencia, parte de los hombres de la sociedad actual han optado por anclarse en una juventud que si no física, si les garantiza la psicológica y la comodidad de afrontar el día a día sin ir más allá, una especie de Carpe Diem cuya problemática aumenta proporcionalmente con la edad física del individuo.
Se trata sin duda de una dulce tentación, entre la juventud y la madurez, entre el País de Nunca Jamás y el mundo real, el primero siempre resulta más atractivo y tentador, pero llegada la hora, hay que coger el toro por los cuernos y saber dar el paso de un estado a otro.
El nuevo Peter Pan
Por mucho que pueda pesar, el paso del tiempo es ineludible y nadie escapa a él, ni siquiera estos Peter Pan modernos. Su comportamiento sigue siendo como el de un adolescente. Pese a su sonrisa casi imperecedera y a tratarse de personas muy divertidas y con unas inmensas ganas de disfrutar de todo los aspectos de la vida, tras esa apariencia se esconde alguien tremendamente inseguro con un terrible miedo a la soledad.
La inseguridad también se plasma en el campo afectivo. A pesar de una aparente seguridad en sí mismos, son personas que necesitan grandes dosis de afecto y la necesidad de una mujer a su lado que se lo pueda ofrecer. Pese a esta dependencia, cuando la relación se torna en algo más serio y empieza a requerir dosis cada vez más altas de compromiso y responsabilidad, se asusta y acaba produciendo la ruptura de la pareja.
Esto es una de las causas de que cambien continuamente de pareja, buscando incluso chicas más jóvenes, que impliquen menos planes de futuro y a su vez puedan contagiarse de su inmadurez. En el caso de coincidir en una pareja un Peter Pan y una Wendy, es posible que con el paso del tiempo cada uno acabe en la casa de sus padres.
Cuando se le olvida volar
Si al nuevo Peter Pan todo le sale bien, disfrutará durante muchos años, pero llegará un momento de reflexión donde comenzará su crisis. Aunque él goce de éxito profesional y económico, se da cuenta de que en su vida no hay nada estable ni firme.
Durante el tiempo que se está bajo este síndrome, se vive con vistas a muy corto plazo, la persona se siente insatisfecha con lo que le rodea pero sin hacer nada para solucionarlo. Su búsqueda de satisfacción en cada momento, le hace recurrir al alcohol y las drogas como forma instantánea de obtenerla. Buscan siempre la culpabilidad de todo lo que sucede a su alrededor en los demás, sin que nunca se sienta realmente parte del problema, y ni siquiera de la solución.