Siempre me he sentido muy atraído por mi hermana.
muchas veces despierto en las madrugadas muy caliente, con mi pene a punto de estallar. Desde muy niño se que élla tiene un sueño muy pesado, siempre he aprovechado esto Así que voy su dormitorio para ir a verla en sus bikinis y con sus pechos al aire. Me vuelve loco su silueta, delgada con su trasero abultadito y parado, ella mide aprox. 1.65 m, cabello castaño claro y piel entre blanca y morena clara. su abdomen está bien formado, pues ella se entrena. ella tiene 21 y aunque se que es pecado, hacer ésto me calienta mucho y no puedo controlarlo.
al llegar a su habitación le quito suavemente sus sábanas con mucha cautela para no despertarla, y una vez descubierta, me siento en frente para deleitarme con sus curvas. Y comienzo a tocarme y finalmente termino masturbándome sentado en un sillón frente a ella, mientras veo sus pechos, medianos pero perfectos, con sus pezones que se endurecen con el frío.
A veces la provocó para que cambie de posición y así ver su colita rica o ver su concha que se marca en su ropa interior. Mmmm.
A veces no aguanto y comienzo a rozar mi pene en sus nalgas, su espalda o sus pechos. Cuando soy muy osado pongo la punta de mi pene entre sus labios, pulposos y calidos, sólo para sentir su aliento sobre mi glánde.
Así poco a poco me masturbo hasta sentir un clímax, y al saber que me corro me acerco a ella y finalmente descargo toda mi leche caliente sobre ella! ¿Mi lugar preferido? es Su espalda, porque puedo limpiar fácilmente lamiendo y tragando mi própio semen, aunque ella sienta cosquillas por mi lengua y se retuerza un poco. Pero en muchas oportunidades he levantado sutilmente su ropa interior para apoyar la cabeza de mi pene donde debería estar su monte de Venus (si no lo afeitarse) y así acabar lo mas cerca que pueda de su vagina.
Esto lo he hecho muchas veces y cada vez se ha vuelto más frecuente y adictivo.
Aunque se que ella sabe lo que hago no parece importarle, pues muchas veces he dejado mi semen en sí ropa interior, a veces al día siguiente me pregunta casi susurrando para evitar que alguien pudiera escuchar: ¿estuviste anoche en mi habitación?, de una manera muy descarada respondo: "NO, por supuesto que no". Ella simplemente sonríe con picardía y después de un beso en la punta de mi nariz me dice: "¡Te quiero hermanito, nunca cambies!".