¿Se imaginan que van a por el periódico y dicen:
- ¿ Me da el País?
Y el quiosquero les contesta:
- No, le voy a dar el Supertele... y este paquete
de chicles de menta.
O que cogen un taxi:
- A la plaza de las Ventas, por favor.
Y el taxista les diga:
- No, le voy a llevar al Santiago Bernabéu, que a
usted le pega ser del Madrid.
¡Pues eso es una peluquería! Un sitio donde pides
una cosa, y el peluquero hace lo que le da la gana.
Por esta razón, lo primero que haces cuando sales
de la peluquería es buscar un espejo y ponerte el
pelo "a tu manera". Y digo yo, entonces, ¿para qué vas?
Yo creo que la peluquería es un sitio del que hay
que desconfiar, porque todo te lo hacen por la espalda.
Es curioso: engordas, te deprimes, estás celosa,
y en vez de fugarte con Pierce Brosnan que es lo
que deberíamos hacer todas, te vas a la peluquería,
y le dices al peluquero:
- Córtame el pelo por aquí. Quiero un cambio de
imagen radical.
Y ya lo creo que te cambia de imagen. Te deja como si
hubieras metido la cabeza en una freidora. Te ves tan
horrible que se te olvida la depresión que tenías, y te
agarras otra. O sea, que en la peluquería no te quitan la
depresión, simplemente te la cambian de sitio.
Y de ahí su éxito. En una peluquería, a los cinco minutos
ya te han convertido en un adefesio, para que se te olviden
las penas que traías. Te ves sentada enfrente de un espejo,
en babero, embadurnada, con chorretones de tinte resbalándote
lentamente por la cara colorada, la cabeza envuelta en papel
albal y oliendo a huevo podrido. Y piensas: "Solo falta que me
salga un alien de la tripa, ... .
Estás hecha un espantajo, y es el momento en que la peluquera
se aprovecha de ti para ponerte todavía más potingues.
La técnica utilizada es la siguiente: primero, un poco de peloteo:
- Tienes una pestaña preciosa.
- ¿Ah si? Muchas gracias.
Y luego te mete la cuña:
- Sí, son preciosas, lastima que...
- ¿Lástima que qué?????
- Que tengas el pelo tan pobre y apagado.
- ¿Pobre y apagado? ¡Que horror! ¿Y qué puedo hacer?
Y entonces te la coloca:
- Pues mira, por solo diecisiete mil pesetas, te voy a poner
un tratamiento de colágeno de placenta de foca que veras como
te quedas. ¡Diecisiete mil pesetas! Te dan ganas de decirle:
"Oye, ¿y por qué no me estropeas las pestañas, que me saldría
mas barato?"
Pero eres incapaz de negarte. Yo creo que con tanto olor a laca,
te pillas un colocón de miedo, y por eso dices a todo que sí:
- Te voy a hacer unas mechas.
Y tu:
- Vale.
¡Desde luego hay que ver que obsesión tienen todas las peluqueras
con hacerte mechas! Es más fácil que un camello entre por el ojo
de una aguja que una mujer entre en una peluquería y no salga rubia
con mechas. Aunque sea rubia, también sale rubia con mechas.
Que esto es otro truco de las peluquerías para hacerte clienta de
por vida. Una vez que te tiñes, ya estas condenada a seguir acudiendo
de por vida, para no desteñirte, porque en las peluquerías nada es
permanente, ni siquiera la permanente es permanente.
A veces vas a la peluquería con un recorte de una revista para que
te corten el pelo como a Meg Ryan. En realidad no quieres el pelo
de Meg Ryan, quieres la cara de Meg Ryan, el cuerpo de Meg Ryan,
el dinero de Meg Ryan... Y entonces las peluqueras se tienen que
buscar la vida para explicarte que, con esos 4 pelos cabreados que
te quedan, y que además te nacen en la coronilla, es imposible lograr
un flequillo espeso, y que lo más que pueden hacerte es el moño de
Betty Misiego.
Pero lo peor es cuando la peluquera termina contigo y te miras al espejo.
Te ves rara, como con cara de asustada, y vuelves a casa escondiéndote en
los portales, para que no te vea nadie conocido. Y como necesitas que
alguien te diga que te queda bien, le preguntas a tu marido:
- Cariño, ¿te gusta?
- ¿Qué es lo que me tiene que gustar?
- Pues el pelo.
- Ah, el pelo. Sí, sí, estás muy guapa... ¿Y cómo lo llevabas antes?
- Pues era skin head, no te jode. ¿Y tú? ¿Cómo llevabas antes el pelo?
Antes por lo menos llevabas...
Total, que al final, tanto esfuerzo para nada. Porque él nunca lo nota...
¿saben lo que pienso hacer la próxima vez que me encuentre un poco depre
y me entren ganas de meterme en una peluquería? Pues fugarme con Pierce Brosnan,
a ver si de eso se da cuenta mi marido...