Hace tiemp que keria escribir un relato, hace unos dias que me puse y aun he escrito poco pero me gustaria que me dierais vuestra opinión:
Laura.... maldito nombre... le recuerdo todas las noches de mi vida... veo su cara en la mirada de gente anonima, veo su cara en los posos del café, oigo su nombre a gritos en la noche, y aun pienso en ella... en su cuerpo blanco y suave, en su olor, en su piel , aun pienso en ....Laura... Laura, Laura.... !!!
Todos los dias me levanto.., un día más... como otro cualquiera, apago ese maldito despertador a la vez que me quito el pijama, aun no me he acabado de vestir y ya tengo una tazá de café en la mano, cuatro minutos y medio cuando salgo por el portal, con los años voy superando mi propio record, creo que dentro de poco incluso podré dormir unos minutos más....
El trafico en Madrid sigue siendo el mismo de siempre, obras, locos pro la carretera y gente, como yo, que lucha contra el reloj para evitar llegar al trabajo oyendo los gritos de su jefe...
Abró el bar en el momento en unos ejecutivos de pacotilla del edificio de enfrente se acercan hacia la puerta mirándome por encima del hombro de esas chaquetas de sastre barato, esperan impacientes a que les sirva su café, cortado, con leche templada y dos azucarillos.
Tras ellos entra una joven chica con cara de modelo de anuncio de rizador de pestañas, lleva un vestido de flores ceñido y ajustado al pecho, tras el que deja relucir un pequeño tatuaje de una mariposa que parece emerger de sus dos pechos prominentes. Me llama la atención su vestimenta, fresca y veraniega en un día en el que hasta los obreros del edificio de enfrente echan mano de un jersey de lana.
Mi imaginación hecha a volar al verla acercarse a la barra, me imagino que con esa cara ha de ser actriz, o modelo... me imagino que quiza pueda ser extranjera, de un pais nordico... eso explicaría su vestimenta... o quizá de un pais cálido en el que no han oido hablar del frio invernal de Madrid, mis pensamientos divagan por mi cabeza intentando construir la vida de una mujer de la que ni siquiera se su nombre, al momento un olor a frutas frescas embriaga mis sentidos, vuelvo a la realidad y veo a... a Elisa, si tiene cara de llamarse Elisa, con cara de mosqueo apoyada en la barra esperando a que vuelva a la realidad y me disponga a atenderla.
Elisa pide un Martini rojo y se sienta en una mesa apartada de los ejecutivos de pacotilla que la miran con interés, bueno... interés ellos y recelo ellas.
Yo suelo ser una persona muy racional, a mis 27 años he llevado una vida bastante ordinaria. Me crié en un pequeño pueblo de la sierra de Madrid, me trasladé a la capital con 12 años a estudiar en un internado, acabé los estudios obligatorios a los 17 y dado que mi vida estudiantil era bastante mediocre y prefería pasarme las mañanas bebiendo cervezas en el bar de enfrente, deje de estudiar y empecé a trabajar en un pequeño bar del barrio. Nunca he tenido relaciones estables, ni siquiera ganas de tenerlas... siempre he tenido las cosas claras y he sido feliz así, nunca me he preocupado por cosas que fueran mas alla del fin de semana siguiente y, siendo siencero, siempre me he reido de aquellos que buscan 5 o 6 pies al gato.
Aquel día mientras me perdía en el escote de Elisa , hundiéndome al igual que la aceituna de su Martini rojo, tuve una impresión extraña... quizá una corazonada, bueno lo consideró así porque la gente describe esas sensaciones como algo parecido a lo que yo sentí, pero realmente nunca he sabido lo que es eso, nunca he dejado aflorar esos sentimientos en mi mente, y cuando lo han hecho nunca me he dejado llevar por ellos.
El embriagador olor a frutas frescas se acerco a la barra, y antes de que yo pudiera acercarme a atenderla dejo 10 euros en la barra y con una sonrisa abrio la puerta y marchó. Cogí los diez euros y antes de que pudiera detenerla ya había desaparecido de mi vista entre el gentio de la calle.
Ese extraño acontecimiento a primeras horas de la mañana me distrajo durante todo el día, el misterio que envolvía a Elisa, o el misterio que me habia imagidado yo mismo a su alrededor, trastocaba e invadía mis pensamientos, luchaba por desconcentrarme de mi trabajo y disfrutaba imaginando la vida de una chica con cara de muñeca de porcelana que se acerca a las 9 de la mañana a un bar de barrio, vestida con un traje veraniego a beber un Martini.