Hola Elena:
Aquí tenemos una muestra de lo que puede ser ficción versus realidad.
Saludos,
La escritora que se inventava las novelas
Junio 25th, 2007
En primer término Savannah Knoop en el papel de J.T. Leroy y a la izquierda la escritora Laura Albert
Cada día me sorprendo más con ciertas cosas que pasan en el mundo. Ayer, leyendo el periódico, me llevaba las manos a la cabeza (metafóricamente hablando, que tampoco hay que exagerar) con El caso de la escritora condenada por vender una ficción. Así de intencionadamente chocante tituló el redactor del reportaje el paradójico asunto. Y no es para menos. Laura Albert, la escritora neoyorquina en cuestión, firmaba sus libros como J.T. Leroy. Su primera obra Sarah, una supuesta autobiografía, fue éxito de ventas y los libros que la siguieron alcanzaron igual nivel de popularidad entre los lectores. Cuando se descubrió la verdadera identidad de la autora y ésta confesó haber inventado las historias, una productora que le había comprado los derechos para hacer películas la demandó por fraude. La semana pasada la escritora fue condenada por un tribunal de Nueva York a indemnizar a la productora por daños y perjuicios.
Si por utilizar seudónimo y novelar imaginatívamente la propia vida con datos reales o ficticios habilidad valorada en cualquier escritor-, queda legitimada la criminalización del autor justificando fraude o engaño, habría que comenzar por juzgar uno por uno a cada uno de los autores de la historia de la literatura. Empezando por los autores de la Biblia, un gran best seller mundial. Ardua y más que inútil tarea.
Me pregunto si serían sospechosos de fraude por esconder su identidad verdadera con un seudónimo George Sand , Fernán Caballero, George Orwell, Lewis Carroll, Mark Twain, Jack London, Pablo Neruda, Ricardo Reis, También podríamos condenar, por poner otro ejemplo, a Pío Baroja por sus increibles Memorias de un hombre de acción, en teoría una extensa biografía de un personaje real y en la práctica un combinado de realidad y fantasía; es decir: una novela, bien documentada, eso sí-.
Lo que más me sorprende del asunto es comprobar como en los EE.UU. cualquier asunto que se lleve a los tribunales, por absurdo que parezca, tiene posibilidades de prosperar. Es ridículo que una productora de cine los mayores contadores de mentiras- acuse a una escritora de contar mentiras en sus libros, pero es más ridículo aún que el juez le dé la razón. Parece que los intereses deben de ir por otro cauce más, digamos, mercantilista en lo que se refiere a las intenciones de la productora. La emoción y los sentimientos de compasión y solidaridad que experimentaría el público al ver y sentir las duras historias de las novelas de Laura Albert al creerlas reales, el elemento de atracción de las películas, ya no existirá al saber que nada o casi nada de lo contado ocurrió en realidad. Conclusión la película no se verá y la productora no hará negocio, pués ya no podrán incluir en los rótulos Basado en uha historia real. ¿Quiénes son los farsantes entonces? La polémica se ha instalado en los círculos literarios y editoriales. Menos mal que Paul Auster, escritor libre de toda culpa declara que no cre que Laura Albert haya traicionado a sus lectores. Ella escribía ficción así que, en ese sentido, no engañó a nadie -informa El País.