Hace calor, el aire acondicionado apenas puede compensar las horas que le coche ha pasado tostándose al sol. Conduce por la autovía saltándose los límites, es tan recta la carretera, tan plano el paisaje y vamos prácticamente solos. Llevamos casi una hora de viaje y estoy aburrida. Es domingo y al fin volvemos a casa. Llevamos todo el fin de semana de turismo con unos amigos y apenas hemos tenido intimidad.
Hace rato que solo se oye la música, no hablamos. Parecemos dos extraños. Mi mente empieza a divagar e imaginar. Imagino que el de al lado no es él, sino un extraño. ¿Que haría yo en una situación así con un desconocido? ¿Y si en vez de ser yo, fuera una autoestpista? Mi imaginación ha empezado a volar, y mi excitación ha alcanzado limites críticos. No puede ser que solo yo esté tan caliente.
Con una sonrisa entre pícara y despreocupada, me quejo del calor que hace y me quito el sujetador, magistralmente, sin retirarme la camiseta. Mis pechos excitados se marcan bajo la fina tela. He despertado su interés, se queja que haga eso mientras conduce y me agarra un pecho. Observo como su sexo se despierta bajo el pantalón, clamando por salir de su prisión. Me gusta.
Para que la pasión no decaiga, aprovechando que llevo falda, me quito las braguitas y le permito entrever la mercancía. Empieza a estar más pendiente de mi juego que de la carretera. Le pido que reduzca un poco la velocidad, y a cambio, prometo recompensarle. El accede, y con las mismas, libero su miembro de la prisión del pantalón y comienzo a masturbarle. Su sexo crece más y más, como con vida propia.
Cuando el tamaño del miembro ya es considerable, me lo meto en la boca, entero hasta el fondo, succiono, chupo lamo. Le retiro un poco los pantalones y le agarro los testículos, con una mano me ayudo de la felación, con la otra le presiono ligeramente los testículos, y antes que me de cuenta se corre en mi boca.
Paramos en el primer área de descanso que encontramos. El había llegado, pero mi excitación solo había hecho que aumentar al sentir su eyaculacion en mi. Con mimo y cuidado, logré levantar ligeramente el miembro. Lo justo para montarme encima de él y que entrara cómodamente en mi sexo. Con ligeros apretones de la vagina, besitos en el cuello y eternos besos, su sexo volvió a enderezarse como en los mejores tiempos.
Marcando yo el ritmo, poco a poco acelerando la velocidad de las embestidas hasta alcanzar un orgasmo que no pude ahogar. Mi éxtasis no hizo sino aumentar su excitación. Sus embestidas frenéticas me hacían suplicar el final. Justo en el momento de su éxtasis apunto de perder yo el conocimiento, me alcanza un orgasmo final. Caigo rendida en mi asiento, nos miramos a los ojos y descansamos antes de reanudar viaje.
