Supongo que leyendo el título parecerá que soy tonto, pero no es el caso. Tenía una relación de año y medio maravillosa con una chica italiana. Ella es casi siete años mayor que yo, y por esta razón a punto estuve de no iniciar nada "serio" después de lo que había sido un romance loco y muy apasionado. Me dejé llevar y, a partir de ahí, mi vida cambió por completo. La felicidad debe ser lo más parecido a cómo viví yo los meses siguientes. No llegamos a vivir juntos porque yo actualmente termino mis estudios, pero desde siempre nos vimos a diario. Dormíamos juntos todas las noches, y a menudo pasábamos temporadas conviviendo sin problemas. Viajamos por toda Europa, hacíamos todos los planes juntos, ya fuera salir de fiesta, o salir con su gente o la mía. Nos compenetramos perfectamente y nunca nos hemos aburrido el uno del otro. Ella siempre me cuidó muy bien, y fue muy cariñosa conmigo (y yo con ella). La gente de nuestro entorno nos ve como "la pareja perfecta", obviamente porque no saben lo que se oculta detrás. Por supuesto que también discutíamos, en este caso de manera muy enérgica porque somos dos personas temperamentales, pero todas nuestras diferencias acababan sucumbiendo ante grandes dosis de amor.
El primer verano, cuando llevábamos muy poco tiempo juntos, pasamos unos días con nuestras respectivas familias. Muchos meses después, indagando en algo que ya percibía sospechoso, encontré fotos que atestiguaban que ella había pasado esas vacaciones con su anterior ex novio (una relación que terminó con mi abrupta aparición en su vida). A partir de ahí se quebró la confianza que tenía depositada en ella. Por alguna razón intuía que en algo más me engañaba, y tirándole de la lengua, de un modo muy hábil y contra su voluntad, acabé sabiendo que para un fin de semana que se fue con su hermana a Barcelona se había acostado con dos tíos, cuando nuestra relación contaba sólo dos meses (pero yo ya le había llegado a presentar a mi familia). También descubrí que con el ex novio que se fue de vacaciones se siguió viendo puntualmente, aprovechando viajes a Italia en los que yo creía que iba para casa (y como un imbécil la llevaba y la iba a buscar al aeropuerto). Por último, en una boda a la que había acudido con su madre en Hungría, cuando llevábamos seis meses, también me había puesto los cuernos (ella dice que sin llegar a acostarse con el tipo, pero yo lo dudo seriamente).
A pesar de nunca haber imaginado que yo podría hacer una cosa así decidí seguir adelante con ella porque la amaba. Ninguna razón me pareció ser suficiente para arrancar de mí la mitad de mi ser. Contra todas mis predicciones, la felicidad volvió a reinar entre nosotros. Es más, a partir de entonces creo que fuimos una pareja mucho más madura, y nos adaptamos mejor el uno al otro, encontrando el equilibrio en situaciones que antes nos diferenciaban mucho. Sin embargo, yo no volví a confiar en ella. Rastreaba en su facebook continuamente en busca de algo que me descubriera alguna infidelidad no revelada (fue así como supe de la infidelidad que sufrí en Hungría). En cualquier caso, todo el mal que había dañado nuestra relación parecía haber ocurrido antes de una fecha clave. Mientras las cosas siguieran así podríamos seguir adelante.
A finales de junio, en uno de sus viajes a casa, se fue de fiesta. Me mandó un mensaje como si llegara a casa a las tres de la mañana, pero luego hablamos porque yo me sentía mal y resultó que no estaba. La interrogué al día siguiente y me reconoció haber sido infiel con un antiguo amigo del colegio que encontró por facebook, y del que ya antes yo no me fiaba (con el que dice no haberse acostado, de lo que también tengo dudas). Me sentí más traicionado que nunca. Ya no me dolió tanto la infidelidad, pues estaba curado en espanto, pero sí ver cómo había desarmado todos los argumentos que cuidadosamente argüí para seguir a su lado. No había ninguna razón ya para creer que debíamos seguir juntos y, aunque lo intentamos, acabé rompiendo la relación, arruinando nuestros planes para el verano, incluyendo un viaje que teníamos pagado.
Todo esto ocurrió hace un mes. Es obvio que podemos mantener una amistad, porque yo no soy persona rencorosa. Pero lo cierto, la idea que secretamente me invade todas las noches, lo que me desviviría por hacer ahora, sería volver con ella, darle una tercera oportunidad, porque a pesar de todo la amo. Nos hemos vuelto a ver y es tanta la electricidad que generamos al estar juntos, tanto el cariño que nos profesamos, mi sonrisa tan amplia si es frente a ella... La decisión, en cualquier caso, sería muy delicada, ya que "por fin" hemos roto. Hemos pasado el mayor dolor de la ruptura, y desde entonces no hemos vuelto a intimar, no más allá de algunos besos. Por otra parte, siento que si volviéramos a salir y se rompiera todo a medio plazo, ella se quedaría tirada a una edad en la que le resultaría difícil rehacer su vida. Mi hipótesis es: "si ella es capaz de no volver a fallarme nunca más, yo estaría absolutamente convencido de volver con ella, porque lo que se dice perdonarla ya la he perdonado. Sin embargo, no volvería con ella en ningún caso para que antes o después volviera a ocurrir una barbaridad así". Yo no sería capaz de ponerle los cuernos a ella porque cuando tengo novia, sencillamente pierdo el interés en andar por ahí ligando. Por eso me resulta muy difícil entender qué patrones rigen la conducta de una persona que ama a otra, y aun así la hace daño, que quiere estar con otra y aun así pone en riesgo su relación por lo que a fin de cuentas es una aventura. También pienso que a lo mejor si vuelvo con ella sencillamente ocurre que soy un idiota. No lo sé, estoy hecho un lío y me gustaría que alguien me diera opiniones objetivas. Las intenciones en caso de seguir serían celebrar un matrimonio a medio plazo y, por supuesto, tener hijos pero ¿podría uno llegar a casarse con tamaña cornamenta?
Muchas gracias. Un saludo,
Gabriel
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