quisiera abrazarte, mojar mi mano en la cascada de tu pelo y decirte...no pasa nada...estoy aquí...ya jamás pasará nada. Pero tu dueño está ahí, tres metros más adelante, tomando un café, indolente a tus lágrimas, lágrimas que yo quisiera beber en el cuenco que hace la comisura de tu boca. Por unos momentos se marcha y yo consigo tomar tus manos, tus ojos enormes, enrojecidos, confundidos, me miran... y yo... siento que el pecho se me desborda. Hablas de forma desordenada, tus ideas se mezclan...como siempre, culpabilidad, impotencia, preocupación, mis ojos se humedecen y giro la cabeza, no puedo permitir que me veas... y entonces me dices... perdona...te estoy aburriendo. Niego con la cabeza, porque las palabras se me atragantan y no salen por la boca. Entonces tu alzas la mano y me tocas la cara, la acaricias con ternura y me das un tirón suave de pelo...siempre mi amigo... pase lo que pase, dices...y noto la rabia convertida en fuego en mis entrañas, cojo tu mano y la beso, la detengo décimas de segundos... aspirando el olor de tu mano, hueles siempre tan bien, esa mano delgada de dedos largos, desprovista de adornos, a no ser ese anillo, del que me contaste su historia, su bella historia, nadie habla como tú, con tu dulzura, con tu sabiduría, esa que la vida te enseñó a puñetazos. Y yo quisira decirte... quisiera decirte tantas cosas... pero sólo puedo susurrar... siempre estaré aquí... y quizás tu comprendas.
He rozado tu cuerpo apenas, sintiendo despertar el mío, daría todo lo que tengo por una sonrisa...sonríes tan poco, al menos todavía me queda el poder de arrancarte una carcajada.
Eres de otro y en mi egoísmo pienso que no te merece, tienes el fruto de otro, algo que siempre te atará a él y a mí me dejó sin posibilidad alguna.
Quisiera despertar y ahogar la sed en tus labios, danzar contigo la danza más vieja del mundo, esa en la que dos cuerpos se hacen uno.
Tu moral es recia... la mía está a tu disposición, por lógica, jamás podré tocarte como quisiera.
Sólo me queda una esperanza...que también te veo temblar cuando yo tiemblo, que te descubro buscando mi mirada, que tus manos buscan las mías para entrelazarlas y permites que te abrace... quedándote muy quieta...atando tus instintos.
Debe ser que te extraño mucho, de verte todos los días a todas horas, a verte en aquel pasillo una hora al día. Pero pronto pasará todo, el tiempo será más corto de lo que pensamos al principio. El miércoles volverás y veré tu sonrisa somnolienta, pidiéndome un café, con el rostro agotado y yo lo haré, porque a diferencia de él, sé como te gusta, fuerte, con poco azúcar y dos dedos de leche. Te veré trabajar a mi lado, caminaremos juntos, atenderé tus cientos de preguntas, porque tú siempre tiene preguntas para todo, quieres saber el porqué de todo...a veces pienso que en una de esas... encuentras el porqué de ti y tus circunstancias.
Un desahogo del tocahuevos Jefeindio.