Quiero sexo.... necesito sexo.......El calor ha invadido mi cuerpo, Siento el palpitar de la sangre en mi sexo, como fluye hacia él y se me nubla el pensamiento, no tengo tanta sangre para que se alimente a los dos reyes de mi cuerpo... Deseo, deseo, deseo mi mente solo siente deseo... Calor, se me están sonrosando las mejillas, puedo sentir el calor en ellas. Sube y baja mi pecho al paso de mi respiración, levemente agitada. Agacho la cabeza y veo a través del escote como mis pechos se comprimen en el sostén de suave tul coral que llevo y como unas ligeras formas apuntan en la tela de la chaqueta. Me sobra, me la retiro. Puedo ver como mis pezones se marcan en la camiseta, desafiantes rocas en la montaña de mis senos. El calor sube y la excitación continúa. Puedo sentir el roce del tanga con mi clítoris, mientras este crece impulsado por el deseo. Húmeda, estoy húmeda. Puedo sentir la humedad que fluye de mi interior.
Miro a mi alrededor, la gente baila en la pista completamente ajena a lo que bulle en mi interior. No sé que me está pasando, no reconozco el catalizador de semejante reacción en mi cuerpo. Jamás me había pasado algo similar. Empiezo a asustarme, ¿me habrán echado algo en la bebida? No, sé que en todo momento he tenido la copa vigilada. ¿Entonces? No lo sé. Solo sé que deseo, ardo de deseo. Mi cuerpo necesita sexo, pide sexo, clama sexo.
Vuelvo a echar un vistazo a la gente de mí alrededor, y es entonces cuando lo veo. Un rostro que me mira fijamente, y que sin saber la causa me atrae y repulsa a partes iguales. Jamás lo he visto. No sé si lo recordaré. Solo sé que donde él clava esos gélidos ojos negros, mi piel súbitamente arde.
Se ha parado el tiempo a mí alrededor, no hay nadie. Solo esos ojos y yo. Se acercan hacia mí, sin poder reaccionar, como si estuviera clavada al suelo. Siento el peligro, me repulsa, quiero escapar, pero no puedo.
Una mano gélida y mortecina me alcanza, tras el frío inicial comienzo a sentir calor. Un calor que se esparce por mi cuerpo invadiéndole, como si fuera veneno de serpiente. Siento como se nublan mis sentidos y no soy dueña de mi cuerpo. La mano recorre las zonas visibles de mi cuerpo, envenenándome con ese calor. Intempestivamente se introduce bajo mi ropa, recorriendo las zonas ocultas, mientras, otra mano intrusa la releva.
Quiero escapar, quiero huir, pero no soy capaz. No gobierno mi cuerpo. Esas manos recorren mi cuerpo como sinuosas serpientes obligándome a desear que no paren. Nublan mi razón, doblegan mi espíritu, deseando que la danza no finalice en mis brazos, mi espalda, mi tripa; deseando que hurguen bajo mi sujetador, bajo mi falda, dentro de mí. Como si esas manos leyeran mi mente, se introducen bajo mi sujetador, alcanzan mis senos y los aprisionan, juntándolos y separándolos.
Las manos hábiles han hecho desaparecer mi ropa, apenas llevo puestos los tacones. Una boca surge de la oscuridad y comienza a lamer mis pechos. El roce áspero de la lengua, no parece humana. Por un segundo parece que recupero mi espíritu, me muevo, pero vuelvo a ser presa del frío ardor. La lengua sigue su danza a través de mis pechos, los rodea, mientras las manos los aprietan. Los ochos se cierran cada vez más, torturándome de deseo cada vez que el helado aliento alcanza un pezón. Al fin finaliza mi tortura y esa boca inerte se introduce uno de mis hinchados pezones. Lame, succiona y muerde. Muy fuerte, demasiado. Pero no me importa ese dolor es placentero. Gimo. Vuelve a morder, pero esta vez no hay dolor, solo placer. Mi mente suplica que no cese, deseo que no pare, que me muerda, que me muerda entera.
La sangre se agolpa en mi sexo, palpitante, reclamando su parte de las caricias. Se me agita la respiración, se me reseca la boca. Las manos permanecen sobre mis pechos, agarrándolos con fuerza, tirando de los pezones. Mientras, la boca recorre mi estomago, mi tripa, introduce la lengua en mi ombligo y la baja hasta mi pubis. Un pequeño alto para humedecer la lengua y vuelve al camino hasta mi sexo. Las manos bajan junto a la lengua acariciando mi piel en su camino, arañándome. Me cogen las nalgas, me separan las piernas, abriendo el camino a la boca.
El gélido aliento se posa en mi sexo, causándome espasmos de placer. La lengua juega con mi clítoris, tocando y yéndose, atacando y retirándose. Por fin acaba mi tortura y la boca se come mi sexo, sin parar, chupando, succionando, mordiéndome,... Los espasmos se aceleran, mi sexo se humedece, descargas eléctricas recorren mi espalda. La lengua se introduce en mi, entrando y saliendo. Me flaquean las piernas, se me nubla la vista y alcanzo un orgasmo con un grito desgarrador.
Sin permitirme el descanso, siento como un miembro descomunal se aprieta contra mi trasero, buscando un camino a mi sexo. Una mano me arquea la espalda hacia delante, la otra separa mis piernas y antes de lo esperado comienzo a notar como soy penetrada por semejante verga. Dolor, placentero dolor en cada embestida. Siento dentro de mí el golpe del instrumento, y siento como roza por todo mi interior. Antes que el dolor llegue a alcanzar cotas insoportables, una nueva descarga eléctrica arquea mi espalda, contracciones involuntarias de mi vagina se comen la totalidad del miembro, llevándome a un inesperado orgasmo.
Sin haberme recuperado del orgasmo noto como una mano viola mi puerta trasera, introduciendo un dedo en ella. Sin poder evitarlo, el miembro se introduce en mi ano dilatado. Punzadas de dolor cruzan mi mente, enseguida endulzadas con el placer del miembro dentro de mí. Una mano me coge un pecho y la otra juega con mi sexo, mientras, comienzan unas suaves embestidas, abriendo el camino. Poco a poco las embestidas son más rápidas y profundas. Mi culo se come todo el miembro y las manos deben agarrar mis caderas para seguir el ritmo que mi propio cuerpo marca. Mis manos sustituyen las otras manos, agarrando mis senos y jugando con mi sexo. La furia de la penetración arrecia, crece el miembro dentro de mí y vuelven las contracciones a mi vagina. La descarga eléctrica comienza de nuevo a recorrer mi columna hasta alcanzar mi sexo que revienta en un tremendo orgasmo. La explosión sensorial ha sido tan fuerte que apenas siento como la verga vacía en mi interior. Mis fluidos se deslizan por mis piernas, mientras poco a poco me va sacando el miembro de mi interior. Las manos elevan mi cuerpo, lo vuelven a acariciar en sentido inverso al inicial y con un mordisco en un pecho se finaliza el contacto.
Vuelvo a estar vestida, los ojos se alejan de mí con la rapidez con la que me acecharon. Un dulce semblante me saca de mi ensoñación. ¡Perdona, lo siento! Me empujaron
Salgo del trance. Vuelvo a estar en medio de la pista. Me han tirado una copa encima. Confundida me dirijo al aseo. No sé que ha pasado. Quizás bebí más de lo que había pensado. Quizás,....
Con un poco de papel y agua intento arreglar el desastre de la copa. De repente descubro en un pecho dos lunares nuevos. Justo donde el ser me mordió.
¿Realmente fue ficción?
