Para bambinoamistoso (relato erótico)

(1PARTE)
Mientras caminaba por la terminal, aspirando el cargado ambiente veraniego de México, fantaseaba con la idea de disfrutar de unas buenas vacaciones. Mi cuerpo, aquejado del calor, emanaba un sudor frío que recorría mi cuerpo con una aliviante caricia. Corrí hacia el primer taxi y me dirigí al hotel. Tras una rápida ducha y sin tan siquiera secarme me pusé mi vestido blanco, sin percatarme de que, con la humedad, mis pezones habían quedado a la vista. Marché por las calles de DF y noté que me encontraba más hambrienta de lo habitual. El restaurante al que acerté a entrar era un local ambientado en épocas anteriores, donde los camareros iban vestidos con los trajes tradicionales antiguos. No había apenas gente salvo una pareja escondida en un rincón y un hombre leyendo un libro junto a su café.
- ¿Qué desea, señorita?
- café y tostadas, por favor.
Mientras esperaba la vuelta del camarero, observé al hombre que permanecía inmóvil, leyendo ensimismado. Había algo en él que desprendía una sexualidad casi insoportable. Su tez oscura y aquellos profundos ojos que seguían con la mirada las líneas, me rescataron de la realidad y con la mirada puesta en su rostro dibujé su cuerpo desnudo, mis blanquecinas manos recorriendo aquel cuerpo de color oliva, que parecía posar frente a mí dispuesto a saciarme. Mi boca acercándose a la punta de su glande para despues envolverlo con mi lengua.
Puso su mirada en mí. El corazón me dio un vuelco mientras disimulaba mirando el vapor que despedía la cafetera del bar. Crucé las piernas para evitar que el flujo se derramara en la silla tapizada. "Debería plantearme ponerme ropa interior de vez en cuando". Giré la mirada, casi sin quererlo y...allí estaba, con sus ojos clavados en mí y una sonrisa de complicidad que me provocó una sacudida de tensión en el clítoris tal, que tuve que presionar aun más mi sexo contra los muslos. Bebió su café con prudencia sin apartar aquella mirada y sin más, se levantó y caminó con paso lento hasta la calle. Mi mente se sumía en la desesperación. Deseaba a aquel desconocido. Aquella marcha repentina me había dejado deshecha y vacía, y mi cuerpo pedía a gritos un contacto físico directo y frenético. De pronto, lo ví. El libro permanecía aún en su mesa. Sin pensarlo lo tomé en mis manos y corrí hacia la puerta sin pensar en otra cosa que en ver de nuevo a aquel misterioso hombre. Lo buscaba entre la gente, decenas de rostros pasaban por delante mientras yo, temblando por la excitación y los nervios, sin comprender aún qué demonios hacía, trataba de buscar al dueño del libro. La multitud dejó una brecha en el lateral de la calle y sus ojos me penetraron de nuevo. Estaba apoyado contra la pared en una actitud casi infantil, disfrutando de la escena. Mis pezones húmedos bajo la gasa blanca le hicieron bajar la mirada y sus labios se apretaron en un gesto de deseo y lujuria. Caminó hacia mí acelerando el paso y justo cuando cuando estuvo frente a mí me arrebató el libro de las manos sin permitirme soltar una sola palabra y tiró de mi mano con suavidad apartándome de la tumultuosa calle. Tan sólo una palabra se abrió entre sus carnosos labios. "Ven" me dijo. Y yo le seguí....

(2PARTE)
...Entró repentinamente en un angosto portal, con su mano rozando mi cintura para que le siguiera. Me posó en la pared, sin tocarme, recorriéndome con la mirada mientras sus brazos me custodiaban a ambos lados. Apartó mis cabellos y me besó suavemente el cuello. Yo permanecí paralizada, excitándome terriblemente al escuchar su respiración junto a mi oido. Sus dedos traviesos dejaron caer los tirantes del vestido, y su lengua saboreó mis pezones desnudos. Mis manos palparon a ciegas su camisa y tiraron de ella desgarrándola con desesperación. Pegó su cuerpo contra el mío y noté su miembro prominente bajo sus jeans. Nos besamos con pasíon sin poder contener el deseo que sentíamos. Clavé las rodillas en el suelo, desabrochando su pantalón y su hermosa y erecta verga acabó en mis manos. Pasé la punta de mi lengua por su glande, lamiéndolo de abajo a arriba, metiendo todo el falo en mi boca cada vez más rápido mientras notaba el flujo resbalándose entre mis piernas. Agarró mi cabello con sus manos y apretó suavemente mi cabeza contra su grueso miembro. En un segundo, me tuvo sobre las escaleras, levantando la falda del vestido, mojando sus dedos en el jugo de mi sexo, metiéndolos en mi boca mientras besaba mis muslos,lamía mi clítoris y mordía mis labios carnosos y mOJADOS. Sus dedos acariciaban el interior de mi vagina con un ritmo frenético y mordisqueaba y lamía el clítoris, cada vez más prominente. Me levanté, asfixiada por el momento, ansiosa por que me penetra y me monté encima suya, balanceándome hacia delante y hacia atrás, sintiendo como mis pechos se movían rítmicamente frente a su cara mientras él seguía lamiéndolos, acariciándolos con las yemas de los dedos. Notaba en la oscuridad como él estaba perdiendo los papeles, como su verga dura arremetía contra mí con sacudidas cada vez más fuertes. Me tomó las tensas nalgas con las manos, levantándome y poniéndome a cuatro patas sobre el suelo. Su miembro se hundió en el interior de mi vagina, rozando con su glande en lo más profundo de mi vientre. Mis piernas no paraban de temblar mientras él seguía penetrándome, acercando de nuevo su respiración a mi oído. Nuestros gemidos se fundían en la oscuridad y sentí un irrefrenable deseo de volver a tener aquel delicioso miembro en mi boca. Esta vez, la desesperación por sentirlo dentro, por escuchar sus gemidos mientras lo lamía, hizo que se lo chupara con una rapidez como jamas lo había hecho. Su verga desaparecía en mi boca y mi lengua la recorría mientras tanto con gran avidez. Noté el delicioso sabor de su líquido en mi boca y supé que el momento estaba cerca. Me puso frente a él y sostuvo mis piernas, apoyándome contra la pared y volvió a penetrarme profundamente, nuestros cuerpos completamente pegados, empapados de sudor, su frente apoyada en la mía, jadeando por el esfuerzo y el placer...Noté como él iba llegando al éxtasis y mi cuerpo se sacudió sin poderlo evitar. Una convulsión recorrió mi cuerpo llevandome al orgasmo y gemí con todas mis fuerzas mientras la presión de su miembro, que llenaba mi interior con su semen caliente, aumentaba aún más aquel delirio. Me posé de nuevo en el suelo, ahora temblorosa y ardiendo, y lamí suavemente su miembro arrebatando aquel dulce néctar....
Caímos rendidos en la escalera, tratando de recuperar las fuerzas y sin poder evitarlo, el sueño me absorbió. Al despertar, aquel hombre misterioso había desaparecido. En su lugar, una hoja arrancada de su libro...la poesía "Ausencia" de Neruda.