Estaba pensando en mi vagina. Vagina, vagina, vagina. Cuesta decir el nombre y al comienzo sale a tropezones de la boca. Quien pensaría que este agujero sensible, tierno, húmedo y a veces perverso fuera tan caprichoso. O caprichosa, como una niña pequeña. Hermosa, tibia, pequeña y muy grande. Quien pensaría que algún día llegaría a verla como algo tan mío, tan íntimo, tan propio, tan único. Y valorarla. A ella, porque como yo, tiene nombre de mujer.
Y pensar que tiene tantos secretos, tantas virtudes, que podría llamarla el oráculo de mi verdad. Se cierra como una concha, se abre como un canal de agua tormentosa, un canal que fluye y que recibe, que le gusta ser succionada y lamida.
¿Qué sabor tendrá mi vagina? Debe tener un hálito a sal, a algas marinas, un sabor a miel, a sudor de flores. A veces la siento como un zumbido de abejas. Otras tantas, tiene la capacidad de despertarme a medianoche. Hay días en que no quiero saber de ella, que es cuando sangra, cuando me recuerda la capacidad de parir, de dar vida. Hay otros días en que la regalo, la pongo en las manos del que quiera recibirlas y dejo que la quieran a flor de piel. Y me entrego. Ella es parte de mí y estará siempre conmigo. Me quiere y la quiero a ella. Somos las dos una misma ninfa.
Mi vagina se enoja. Gruñe y se seca. Eso no sucede casi nunca, pero cuando está cerradita es mejor no tocar la puerta. Mis calzones son testigos. Es egoísta y profundamente selectiva, como yo. Le gustan las cosas difíciles. Es el fin del laberinto de mis muslos, que generosos en cierta forma, dejan de cerrarse para dar paso al placer.
No me gustaría que la mutilaran. Dejaría de ser mi yo femenino. Mi vagina es mi gaviota, mi sol, una luna llena en cierta forma. También es leche, agua, sangre, vida. Está abierta a sentir, a palpar, a retraerse y dilatarse. Mi vagina es elasticada. A veces es como un chicle. Yo amo a mi vagina como adoro mi cintura, mis ojos y mis otros labios. Mi vagina me da orgasmos y los siento hasta el fondo.
Ella es profunda y me dejo navegar en sus aguas. Ella me conecta con el cerebro y con los sueños del cuerpo. Mi vagina es mi hermana, mi mejor amiga, mi yunta, mi partner. Es la única que sabe mis secretos y encima los guarda, porque sus labios son leales.
Mi vagina soy yo.