Imaginad dos ejércitos luchando por un territorio. Uno de los ejércitos trata de conquistar y otro trata de defender.
Leí alguna vez en algún sitio -no puedo recordar dónde, pero puedo imaginarlo- que, en las trincheras, en las pausas entre batalla y batalla, los soldados ciertamente dejan de ser soldados y se convierten en personas. Si por azar dos soldados de distinto bando llegasen a conocerse y comprenderse, las cosas llegarían a un punto tremendamente difícil para ambos.
Bien, siguiendo con el ejemplo, imaginaos que los soldados del primer ejército -el supuestamente conquistador- sienten "pena" por los otros, comprenden que los otros quieran defender su territorio, que necesiten conservar esas tierras por el motivo que sea. Quizás porque en esta vida se necesitan certezas o por algo que no tiene nada que ver. La verdad es que algunas veces no importan los motivos.
Pues bueno, el primer ejército va a perder fuerza si desarrolla empatía hacia los enemigos. Quizás llegue un momento en que luchen sólo porque están obligados; también es posible que de verdad deseen las tierras (y, de nuevo, no importan los motivos). Pero no podrán luchar si, de pronto, se convierten en "humanos" y llegan a comprender, a empatizar.
Aquí se termina el ejemplo bélico. Supongo que en la guerra, en la de verdad, no se puede pensar tanto, no puede uno ponerse a analizar los sentimientos y los motivos de otro. Pero muchas veces se usa la metáfora de la guerra para situaciones más o menos cotidianas, de ésas con las que uno se enfrenta a veces, cuando uno quiere "conquistar territorios" de otro y se sorprende comprobando que su fuerza se ve reducida porque, al final, comprende al otro y hasta lo aprecia. Y aprovecha los momentos de debilidad del otro para ir avanzando, pero luego se pregunta si quizás habrá hecho bien...
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Es que realmente hay cosas que me hacen taaan feliz, pero al mismo tiempo... me destrozan un poco. Y a veces no tengo ni idea de cómo hacer las cosas, simplemente.
Ahora os dejo seguir con lo vuestro.
Saludos.