La casa del pueblo era grande, tenía 7 habitaciones. Ese verano mi prima había llevado a una amiga suya (de la cual estaba enamorado) a pasar unos días. Una de las noches, despues de estar un rato con toda pandilla y no ver a Ana (la amiga de mi prima) me fui a dormir, estaba cansado y no es que fuera pronto precisamente. El pasillo de la casa era largo y las habitaciones sucedían a cada lado. La habitación donde dormían mi prima y Ana, tenía la puerta entreabierta. Encendí la luz del pasillo y con mucho cuidado me asomé. Lo que vi, me excitó tanto que perdi la noción de la realidad. Ana dormía con un tanguita blanco únicamente, ya que la sabana sólo cubría sus muslos. Aquel tanguita brillaba en la oscuridad como una perla en el fondo del océano. No sé como pude tener el valor de entrar, pero lo hice. Ana dormía dulcemente, pero en cuanto me acercqué a su cara para oir su respiración, se despertó. Le dije que no chillara, que ya me iba. Me preguntó a que había entrado. Le contesté que sólo quería oir su respiración y observarla un momento. Entonces me pregunto, que si ella se hacía la dormida y yo la observaba un momento, me iría. Le dije que si hacía eso, también la besaría, que si quería que me fuera me lo dijera y me iría ahora mismo. Entonces me dijo que prefería hacerse la dormida y eso hizo. Estuve un rato observándola, entonces una inercia me empujo y la besé en el cuello, en el hombro, en el centro del pecho, antes del ombligo, en el ombligo, me deslicé hasta sus muslos y llegué a sus rodillas. Ella no dijo nada y hizo un movimiento sutil al incorporarse boca arriba. Lentamente me acerqué besando sus muslos al tanguita blanco y... sin darme cuenta, mi nariz empujaba muy delicadamente el tanguita entre sus labios. Rápidamente me llegó un aroma a intimidad, a deseo, a Ana. Sutilmente con los dedos índices me decidí a bajar aquel tanguita, ella aceptó y abrió ligeramente sus muslos mientras se hacía la dormida. Yo quería notar ese aroma sin barreras y acerqué mi nariz de nuevo entre la hendidura de sus lábios. Escuché un suspiro y... me excité. Aquel aroma me pedía sabor y sin dudarlo muy suave, mi lengua acarició la superficie de su sexo. Los pliegues de los lábios menores en contacto con mi lengua me provocaron calor, introduje una parte de ella a la vez que sus lábios se abrían lentamente. Me movía de abajo a arriba, hasta que me decidí por besar su clítoris maravilloso. Empezó a moverse y suspirar continuamente. Cuando intenté volver a pasar mi lengua de abajo a arriba, noté como se impregnaba se sabor y se me humedecía la cavidad bucal. En ese momento lanzó su cadera hacía mi boca y yo luchaba por seguirle el ritmo mientras besaba su clítoris. De repente suspiró profundamente y se relajó, abrió sus muslos, puso su mano sobre mi cabeza y yo excitadísimo bajé mi lengua a la parte inferior sus lábios totalmente empapados y de abajo a arriba, una y otra vez, me propuse acabar con aquello que había empezado. Al cabo de un ratito cuando su sexo volvió casi a la normalidad, le puse su tanguita blanco hermoso y subí hasta su oreja donde le susurré; gracias por hacerte la dormida.