Daniela no podía soportarlo más, sentía que como esa mano siguiera moviéndose debajo de ella iba a explotar de placer. Ni siquiera quería correrse con ese ... nunca se había preocupado lo más mínimo por hacerla disfrutar, y sin embargo, cuando vio que Daniela sentía un cierto interés por otros hombres, se preocupó en esforzarse lo que no se había esforzado en los últimos tres años. Daniela apenas tenía 25 años y siempre había disfrutado de su sexualidad, ni siquiera deseaba atarse a nadie cuando conoció a David y se vio enganchada por sus furtivos, sensuales y dulces encuentros sexuales, lo que desencadenaron, a largo plazo, un inevitable enamoramiento, que en un principio fue delicioso pero que con los años se convirtió en una tortura.
Antes de correrse le paró la mano en seco y le miró a los ojos. David, conmocionado por los ojos grises y deleitantes de su novia, intentó continuar esa danza majestuosa de placer, pero de nuevo Daniela le paró la mano y le miró con frialdad
- No sigas- le pidió y tan pronto como se habían excitado esa noche, salió de la habitación sin dar la más mínima razón.
Salió a la calle con la poca ropa que había sido capaz de coger y abrió el móvil buscando desesperadamente el número de Andrés, él había sido su amante en las últimas semanas y ya no iba a necesitar nunca más el intento frustrado de David por ser un simple reflejo de lo que había sido en un pasado.
Tan pronto como marcó su número, él descolgó el teléfono y fue a buscarla a donde le había dicho. Nada más meterse en el coche, Andrés hundió su mano en las profundidades de los muslos de Daniela, él si sabía apreciar esa joya de mujer que tenía entre sus manos, y que podía hacerla vibrar con una súbita mirada. Aparcó el coche en un lugar alejado de las luces y el ruido de la ciudad y se abalanzó sobre ella, con un enorme bulto sobresaliendo de sus vaqueros que había crecido a medida que su mano se aceleraba bajo la falda de Daniela y de su boca salían algo más que suspiros de placer, unos gemidos que le parecían la más deliciosa de las músicas.. le parecía increíble que David no hubiera apreciado a esa preciosidad de mujer y el gusto por tocarla.
Continuó moviendo su mano rápidamente y fue intercambiando la velocidad, más despacio y más rápido viendo que el placer de Daniela aumentaba en cada ligero movimiento, sabía que llegaría un momento que con sólo soplarla podría correrse allí mismo y él podría chupar de sus dedos el más jugoso líquido que existía en la naturaleza. A pesar de sus encuentros sexuales, aún no habían hecho el amor, pero Daniela tenía la clara idea de que esa era la noche, que tanto como ella había disfrutado bajo el movimiento de esas manos expertas y maestras de Andrés, el disfrutaría apretando y sintiendo el gusto por estar dentro de ella. Sin decirle nada hizo que él se sentara y para continuar con el calentamiento descendió lentamente y le desabrocho el pantalón para hundirle en su boca húmeda y sedienta de dar placer. Él se apretó sus manos intentando aguantar el placer que suponía encontrarse dentro de los labios de aquella mujer que le ponía sólo con oir su voz. Ella continuó hasta que él estuvo a punto, entonces se sentó encima de él y bajó con tanta fuerza que ambos sintieron que iban a morirse de placer.. Daniela podía sentir como el mástil erecto de Andrés se hincaba en las profundidades de su sexo haciendo que se mordiera el labio y se revolviera de placer, mientras que él, más concentrado en no correrse sólo de mirarla, disfrutaba al ver como conseguía hacer que disfrutara al máximo. Aprovechando la libertad de sus manos comenzó a moverlas diestramente haciendo que Daniela se deleitara en todo tipo de placeres posibles hasta que por fin, tras un grito ahogado, ella se corrió. Él, sin aguantar más el gusto y el hervor que sentía por dentro, dejó que sus flujos fluyeran fuera de su cuerpo y entraran en los de Daniela, mientras unos escalofríos le recorrían todo el cuerpo. Sin duda, aquella noche sería para no olvidarla.