Bueno, el segundo que escribo! Esta vez es una mezcla de dos fantasías típicas: una enfermera y una colegiala. Lo distinto, es que esta vez el alumno es él... De verdad espero que os guste!
"36, 2, ves? No tienes fiebre. Anda corre, con un poco de suerte llegas antes de que termine la clase." Pero Pablo no se inmutó. Había fingido estar enfermo sólo por verla una vez más... La deseaba en secreto y soñaba con su cuerpo cada noche. Pero Isabel no sabía nada, seguramente ni se lo imaginaba, a pesar de que Pablo acudía casi diariamente a la enfermería. Ella siempre sonreía y bromeaba con que era un debilucho y que tenía que ser más hombre. "Si me dejases demostrarte lo hombre que soy..." se decía él para sí mismo. Pero jamás se había atrevido a lanzarse. Ni siquiera lo había pensado. Sin embargo, ahí estaba, sentado en la camilla, sin decir nada, observándola simplemente.
"Vamos, Pablo, a qué esperas?" le dijo ella, mirándolo con curiosidad. "Hoy no puedo irme así, Isabel..." Ella abrió los ojos un poco desconcertada: "Qué quieres? Ah, quieres que te haga un justificante, no? Bah, no creo que lo necesites, avisaste al profesor de que venías, verdad?" Pablo asintió con la cabeza. "Pues ya está, no tienes de qué preocuparte. Y si hay algún problema, dile que venga a verme." Y sonrío. Pablo no podía aguantarlo más, la deseaba tanto que sentía que iba a estallar de un momento a otro. La observó una vez más... Hoy estaba realmente guapa. Llevaba su pelo oscuro suelto, parecía tan suave... Sus ojos, verdes y grandes, parecían tener una luz especial. Sus labios rosados estaban más apetecibles que de costumbre... ¿Cuántos años tendría? ¿24, 25? Daba igual. La edad no importaba Al menos a él no. El problema era ella Seguramente ni siquiera se sentía ni un poquito atraída hacia él, lo vería como a un crío. De pronto se dio cuenta de que seguramente tendría novio. Alguien alto y guapo, algún hombre de verdad, que pudiese estrecharla entre sus brazos cada noche, saboreándola y sintiendo su perfume
O quizás no...
"Debería intentarlo...", pensó Pablo. Mientras, Isabel lo miraba como si estuviese loco, sin entender nada. "Pablo... Me oyes? Te ocurre algo...?". "Isabel..." él se levantó y se acercó a ella. Era más alto por lo que ella tenía que levantar un poco la cabeza para poder mirarlo a los ojos. "S... Si...?" Pablo se había acercado más de lo normal a ella, estaba invadiendo su espacio íntimo y eso la intimidaba un poco. "Isabel... no puedo seguir ocultándotelo más..." levantó una de sus manos y la posó en el brazo de ella, agarrándola, como temiendo que pudiese escaparse al escuchar lo que tenía que decirle. "Bueno, seguramente pensarás que soy ridículo, y que es una insensatez por mi parte decirte esto, pero..." Isabel no le dejó acabar. Rápidamente posó un dedo sobre la boca de él "No, no lo digas. Sólo podría traerte problemas, Pablo. Ahora sé bueno y vuelve a clase." Pablo no le hizo caso y besó suavemente el dedo de ella... "Lo último que me apetece ser es bueno, Isabel..." Ella apartó rápidamente su dedo y lo miró asustada. "No entiendes que te deseo como jamás desee a nadie antes?" La agarró por la cintura y la besó en los labios, suavemente, despacio, con dulzura, varias veces. Ella al principio ni se inmutó, pero acabó por corresponderle el último beso. "Yo... yo también te deseo, Pablo..." No podía creerse lo que estaban escuchando sus oidos, era como un sueño, como una fantasía por fin hecha realidad. Isabel rodeó su cuello con los brazos y comenzó a besarle, primero despacio, luego más rápido, con más pasión. Pablo la abrazó bien por la cintura y la acercó hacia él, pegándola a su ahora bien pronunciada erección, cosa que a Isabel debió gustarle, ya que su respiración comenzó a agitarse mucho, al igual que la de él. Ella deslizó sus manos por el cuerpo de él y desabrochó su pantalón, dejándolo caer. Comenzó a acariciarle el pene por encima del calzoncillo, notando como iba poniéndose más y más duro. De pronto Pablo sintió ganas de lamer sus pechos. Le quitó la camiseta y después, el sujetador, deslizándolo por sus brazos, hasta ver aparecer los preciosos pechos de ella. Eran bastante grandes, con unos pezones rosados. Se sentó en la camilla, acercándola a ella y metiéndola entre sus piernas, y comenzó a lamer con su lengua uno de sus pezones, suavemente, sintiendo como se endurecía en su boca, y después el otro Mientras, acariciaba la espalda de ella, y deslizaba sus dedos por el pantalón, llevándolos hasta el botón y la cremallera de éste, desabrochándolo... y bajándolo. Isabel sabía que lo que hacía estaba mal y que en cualquier momento podría entrar alguien... pero el deseo hacia él podía con ella. Agarró la mano de él y la posó sobre su ..., abriendo un poco las piernas. Pablo notaba lo mojada que estaba... y aquello le excitaba muchísimo. Se quitó la camiseta y la acercó de nuevo a él, para sentir esa piel suave y esos pezones duros sobre su cuerpo. No hacían más que excitarse... "Pablo... alguna vez te la han...?" le preguntó Isabel agachándose y acercando su boca al calzoncillo de él. Pablo negó con la cabeza, imaginándose lo que iba a ocurrir a continuación. Isabel enganchó sus calzoncillos y se los quitó, dejándolo completamente desnudo. Ella se mordió los labios y Pablo cerró los ojos, no podía creer lo que estaba ocurriendo. Isabel comenzó a acariciarle los muslos, sus ingles. Lo hacía con mucho deseo, sintiendo cada trocito de piel que tocaba con sus dedos. Llegó al pene de él y lo acarició suavemente. Lamió un poco sus propios dedos, para pasarlos después por la verga de él, acariciando luego su glande. Escuchaba los apenas perceptibles gemidos de él, y eso la animó más y más. "Te gusta...?" preguntó en un suspiro. "Si......" contestó Pablo a punto de explotar. Entonces, comenzó a tocarle con su mano completa, de arriba abajo. Pablo la observaba con la boca abierta, respirando muy fuerte. Ella se acercó aun más y metió el glande en su boca, saboreándolo. Después, comenzó a moverse. Él acariciaba el pelo de ella, suavemente, apoyándose con la otra mano en la camilla. Mientras, observaba a Isabel chupando. Se la veía disfrutar y eso le encantaba... Al de un rato, ella se levantó y se sentó a su lado, apoyando su cuerpo contra la pared, abriéndose de piernas. "Ven, dame tu mano..." y la llevo hasta su ... "Acaríciame aquí..." y le dejó hacer... Pablo se sentía en el cielo, pudiendo hacer disfrutar de tal modo a aquella mujer, a aquella diosa que tanto tiempo había admirado y deseado en secreto. Ella gemía dulcemente, abriendo la boca mucho y cerrando a veces los ojos. Mientras tanto, Pablo frotaba su clítoris, para luego introducirle un dedo en su vagina. Al de unos minutos, no sabía porqué, pero tenía la necesidad de saborear y lamer cada trocito del de ella. Por lo que acercó su boca y comenzó a mover su lengua. Isabel sentía la necesidad de gritar de placer, pero sólo conseguía ahogar sus grandes gemidos. Se tumbó en la camilla y abrió sus piernas. "Ven... penétrame..." Pablo se tumbó, poniendo su cara frente a la de ella, llevó una mano a su pene, y la penetró, despacio, hasta el fondo. Comenzó a moverse. Isabel lo agarraba por la espalda, apretando muy fuerte. Se echaban el uno al otro el aliento caliente de excitación en la boca. Se necesitaban mutuamente, se deseaban... Pablo comenzó a ir más deprisa, mientras comía el cuello a besos y mordisquitos a Isabel. Los dos jadeaban y empezaban a sudar. Querían, deseaban, correrse el uno en el otro...
Fue Isabel la primera en llegar al orgasmo, seguida de Pablo, que sintió por primera vez la sensación de terminar en la vagina de una mujer... Se apoyó en el cuerpo de ella y aspiró una gran bocanada de aire, sintiendo el aroma a mujer que desprendía Isabel. "No puedo creer que esto haya pasado..." dijo él en voz baja. Isabel dejó escapar una pequeña risita y susurró "Yo tampoco..."
FIN! jeje
