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La sala de lectura

Última respuesta: 30 de mayo de 2010 a las 23:32
O
olegs_8113484
10/5/10 a las 21:16

Hace mucho tiempo le escribí este pequeño relato a una chica que no lo supo apreciar, pues me llevó mucho tiempo escribirlo. Os lo dejo aquí por si os gusta.

La sala de lectura

El leve crepitar de la madera quemándose en una chimenea ilumina ligeramente una larga sala que parece pertenecer a un castillo. Las paredes, de frías piedras grises talladas al milímetro, conforman su estructura. Decenas de inmensas estanterías de cuatro metros de alto, plagadas de libros de todos los tamaños, idiomas y colores, presiden este lugar. Varias escaleras doradas cuelgan de lo alto de las estanterías, facilitando poder alcanzar los volúmenes más altos. Una inmensa alfombra árabe con impresionantes dibujos tallados en ella preside la habitación. Sobre la chimenea un palito de incienso se consume y perfuma la sala. Dos sillones de piel negra, separados por unos diez metros, uno a cada lado de la chimenea, son los únicos elementos aparte de las gigantes estanterías que componen la sala.

En uno de los sillones de piel negra podemos verla a ella, una preciosa chica de 19 años, pelo castaño largo y levemente rizado que lee con atención un pequeño libro. Lleva puesto un pequeño vestido rojo de andar por casa que le llega hasta por debajo de la cadera, va descalza y está cómoda tumbada leyendo. Sus suaves dedos se deslizan entre las hojas y sus gafas le dan un aire intelectual. Está muy concentrada en la lectura.
Comienza a llover afuera. Se escucha las gotas golpear las piedras de los alféizares de las ventanas. De repente, él, 20 años, alto, moreno, un poco de barba, con expresión seria y segura, de hombros rectos y fuertes, con el torso desnudo y vaqueros, descalzo, entra en la habitación y cierra la puerta de madera tras de sí. El ruido al cerrar la puerta retumba en las paredes de la sala. Ella levanta por un segundo la vista y lo observa. Contempla como él recorre las estanterías, como las yemas de sus dedos acarician los libros, hasta que escoge uno y sin dirigir palabra se tumba en el otro sillón y se pone a leer.

La lluvia y el crepitar de la madera consumiéndose en la chimenea es todo lo que se puede escuchar, por lo demás un silencio ancestral inunda la sala. Al pasar página, él levanta la mirada para buscar la de ella, pero no la encuentra. Al pasar página, ella busca la mirada de él, pero no la encuentra. Él, sin cerrar el libro, comienza a recorrer con sus ojos el cuerpo de ella, observa sus sensuales piernas, sus caderas, sus curvas, su perfecto vientre plano, su sedoso pelo que cae sobre sus delicados pechos tapados por la tela roja del vestido. La mira fijamente, queriendo arrancar ese vestido rojo y tener ese cuerpo entre sus brazos. Ella, al principio, intenta esquivar su mirada, pero se da cuenta que no puede evitar observarle también, sus ojos, su cuello, sus hombros, su torso desnudo, sus brazos, sus fuertes y esbeltas manos agarrando el libro que lee. Ella quiere poder ser ese libro y estar entre sus manos. En un instante, sus miradas contactan por primera vez. Ella se siente totalmente atraída y hechizada por esa mirada tan profunda.

Él se levanta y deja su libro en su sofá. La tenue luz de la chimenea ilumina su alta figura mientras se dirige con paso lento pero decidido hacia el sofá de ella que lo observa expectante. Él le quita el libro y las gafas, cosas que deja en el sillón. La coge por las nalgas con fuerza y decisión y la coloca sentada en el sofá con sus pies apoyados en el suelo. Se queda de rodillas sobre la alfombra, enfrente de ella. Se miran muy fijamente a los ojos, sin intercambiar palabras ni gestos. Sin dejar de penetrarla con la mirada, cada una de las manos de él comienza a recorrerla desde los hombros, pasando por sus pechos, su vientre, hasta que llega a sus tobillos para luego volver a subir por cada una de sus piernas, muy lentamente, pasando por las rodillas hasta colarse debajo del vestido rojo llegando a su cadera. Ella observa el recorrido de sus manos e inspira muy profundamente. Él agarra sus bragas negras y se las quita sin parar de recorrer su cuerpo con su mirada como queriéndoselo comer. Tira las bragas hacia atrás, baja su cabeza y besa la rodilla derecha de ella, y poco a poco, sus húmedos y tiernos labios van subiendo por la pierna, besando cada centímetro del muslo interior de ella que ahora está sentada en el borde del sillón. Ella cierra los ojos, aprieta sus labios y apoya sus manos en el sillón, como queriendo agarrarse. La caliente lengua va lamiendo en círculos, recorriendo la piel de su pierna desnuda hasta encontrarse con su vello púbico. La cabeza de él está enterrada bajo su vestido rojo. Ella abre más las piernas y se muerde los labios. No puede ver lo que él está haciendo debajo del vestido, sólo puede sentirlo. Ella se agarra al sillón. Él juega acariciando su vello púbico con su nariz, lo huele, lo siente, y le da profundos besos alrededor de la vulva pero sin llegar a tocarla lo que hace que cada vez se ponga más nerviosa y sus piernas tiemblen. Sólo las puntas de los pies de ella están apoyadas en el suelo, como si estuviera de puntillas. La viva lengua juega con los labios mayores de su vulva, chupándolos, saboreándolos, mordiéndolos, aprisionándolos, estirándolos. La lluvia cada vez es más fuerte y ella comienza a sentir pequeños escalofríos.

Finalmente, él da un profundo y amplio lametazo con su ardiente lengua a su clítoris. Ella da un pequeño grito y se aferra fuertemente al sillón al cual estruja. Los labios de él aprisionan una y otra vez su clítoris, besándolo y chupándolo mientras ella se sube hacia arriba parte del vestido para poder agarrarle con comodidad la cabeza. Sus pies ya no están apoyados en el suelo, sino que los ha subido hasta apoyarlos en el sofá proporcionándole a él más espacio para moverse. La lengua de él penetra una y otra vez dentro de ella. Entra, sale, y vuelve a entrar para retorcerse en su interior y saborearla entera. Ella sigue con sus ojos cerrados y mueve su cabeza apoyada en el sillón de un lado a otro. Mueve inconscientemente su cadera al compás de la lengua de él, como queriendo que cada vez la atraviese más profundamente. Los gemidos de ella se mezclan con el crepitar de la chimenea. Ella abre los ojos y lo mira, observa cómo se la está comiendo, como la chupa, como la devora. Dos de los dedos de la mano izquierda de él se introducen en su vagina. Está muy húmeda. La penetran una y otra vez, acariciándola por dentro mientras que la lengua de él sigue rozando y lamiendo su alterado clítoris. Un cúmulo de sensaciones recorre su cuerpo y ya no siente las puntas de los dedos de los pies. Un trueno ilumina toda la habitación y el sonido retumba por las paredes de la sala. Sus pechos, hinchados, se mueven al ritmo de su cuerpo. Con ritmo rápido y constante, él no para de excitarla. Su fuerte lengua golpea una y otra vez su clítoris. Ella no para de moverse y de tener pequeños espasmos, cada vez gime más rápido mientras le agarra su pelo moreno y lleva su mágica boca por donde ella quiere. Le conduce y le frota por todo su miembro. Los majestuosos libros observan la escena. La mano derecha de él comienza a subir, recorriendo su tripa hasta llegar a sus hermosos e hinchados pechos. Comienza a acariciar su pecho izquierdo, y comienza a toquetear y a dar golpecitos a su pezón que está duro, firme y excitado. Ella cada vez aprieta más la cabeza de él contra su clítoris, muriendo de placer mientras succiona su clítoris. Sus gemidos cada vez son más altos. Sus piernas se tambalean. Ella le agarra muy fuerte del pelo. Ya casi no puede escuchar el crepitar de la chimenea. Ella comienza a sudar. Su respiración comienza a dejar de estar acompasada, y ella tiene un orgasmo de placer que la recorre entera de pies a cabeza, como si mil hormigas caminaran por su espalda.

Sin darla ni un respiro, él la agarra y la pone de pie, ambos enfrente uno del otro, delante de la chimenea. Le quita el vestido rojo y observa sus perfectos, grandes y excitados pechos a la luz de las llamas. Él admira su precioso cuerpo. Ella respira profundamente, saboreando el olor a incienso del ambiente y acaricia sus hombros, su torso. Él juega con sus pechos, los junta, los separa, los estruja, los acaricia, los aplasta. Ella le quita los pantalones. Él se inclina y comienza a besar de nuevo su pecho derecho, pero esta vez mucho más impetuosamente, lamiéndolo, haciéndole chupetones al pezón, rozándolo con los dientes, mientras ella comienza a suspirar de nuevo. Ella acerca su mano a su pantalón y siente el miembro de él, muy excitado e hinchado, lo acaricia y lo aprieta por encima del calzoncillo, queriéndolo sentir ya dentro de ella. Ella le empuja y él queda tendido sobre la alfombra, al lado de la chimenea. Con cara de estar volviéndose loca se lanza sobre él, le arranca el calzoncillo y comienza a besarle todo el pecho, los abdominales, hasta llegar a su miembro, duro, voluminoso y firme. Lo empieza a besar, a lamer por los lados, y finalmente se lo introduce en la boca. Lo chupa una y otra vez. Lo siente en su boca. Lo saborea. Lo aprieta con sus labios. Él, tirado en el suelo, a la merced de ella, se retuerce de placer y se vuelve loco. Siente que va a explotar y a momentos suelta un leve gemido. Ella disfruta viéndole así. Él agarra la cabeza de ella y acaricia su pelo rizado. La lengua de ella lame una y otra vez el glande de él. Él la aparta, se gira, la agarra brusca pero apasionadamente y se coloca debajo de sus piernas, con su cabeza debajo de su vulva, todavía mojada y excitada de antes. Están en la postura del 69. Él la agarra del culo, acerca su cadera hacia su boca y comienza a comérsela entera otra vez con una gran impetuosidad, como queriendo engullir hasta el último centímetro de su vulva, hasta el último milímetro para hacer que enloquezca. Ella también siente el miembro caliente de él dentro de su boca, juega con él, como si fuera un caramelo. Ambos se retuercen de placer. Ambos se retuercen al dar placer. Ambos se saborean el uno al otro. Ambos sienten el uno al otro dentro de ellos. Ambos se quieren comer el uno al otro.

Ella se quita de encima y comienza a besarle el pecho, subiendo hacia la boca. Se funden en un increíble beso en el cual sus lenguas se enredan y se pelean mientras que él aprovecha para cogerla, ponerla debajo de él y colocarse encima dejándola sin opción a escapar. Con sus dos brazos, agarra los dos brazos de ella y los separa de su cuerpo, como queriendo hacerla prisionera. Aprieta su cuerpo contra el de ella y comienza a aplastar su miembro contra el de ella mientras lo mueve y lo frota. Éstos chocan, ella se empieza a volver loca, le suplica que quiere sentirle adentro suya ya mismo, pero él no cede y sigue jugando. La comienza a morder y a besar el cuello. Ella intenta liberar sus brazos pero no puede. Se retuerce de placer y a la vez la consume la espera mientras él le besa los pechos y mientras el glande de su miembro acaricia y presiona su clítoris. Ella mueve la cadera en un vano intento por intentar ser penetrada. Él agarra su miembro y comienza a golpear y a presionar suavemente su clítoris con él. Ella se retuerce de placer y le agarra muy fuerte del pelo. Ya no puede más, va a explotar. Él dibuja círculos con su glande alrededor de la entrada a su vagina. Ella se muerde los labios pero está tan excitada que no siente dolor. Entonces él la penetra completamente, muy despacio pero con decisión. Ella inclina su cabeza hacia atrás y da un profundo gemido de placer que libera toda su presión acumulada. Sonríe de satisfacción. Él empieza a mover su cadera y a penetrarla una y otra vez, con ritmo constante. Empiezan a fusionarse en un único cuerpo. Ella le abraza su fuerte espalda. Le siente adentro suya y pone las piernas en alto para sentir como él se hunde en ella. Comienza a gemir de nuevo y él no para de besarle el cuello y de morderle el lóbulo de su oreja izquierda. Ella se muere de placer pero aún así lo empuja, y se lo quita de encima. Él queda dado la vuelta, tumbado boca arriba y ella rápidamente, con mucha pasión, se pone encima de él. Coge su pene y se lo introduce en ella. Ahora ella manda. Sus caderas mandan. La luz de la chimenea los ilumina. Ella comienza a experimentar, comienza a moverse como más le gusta a fin de disfrutar del máximo placer. Las caderas de ella se mueven describiendo todo tipo de formas. Pone las manos en el pecho de él y echa la cabeza hacia atrás. Cabalga encima de él, a su ritmo, siguiendo su propio compás. Siente como el miembro de él roza dentro de ella, como la penetra, como activa sus más salvajes instintos. Él, ahora con las manos libres, aprovecha para agarrar sus senos que no paran de botar y juega con ellos mientras se excita muchísimo al verla tan apasionada sobre él. La abraza y la acerca a él mientras ella no para de moverse y de trotar encima de él. Los pelos de ella caen sobre él y lo acarician. Ambos se unen en un vaivén de sensaciones. Todo lo que pudiera haber alrededor ha dejado de existir, sólo existen ellos y sus cuerpos. Afuera no para de tronar y de llover.

Él se la quita de encima y la deja sentada en el borde del sillón, con las piernas abiertas. Tras darle un par de lametazos con su lengua en el clítoris, se pone de rodillas y la penetra una y otra vez mientras ella intenta abrir lo máximo que puede sus piernas para que él la penetre hasta el fondo. Él, con su mano derecha presiona y pellizca su clítoris que está al rojo vivo. Ella, completamente excitada, no para de tener pequeños espasmos en el sillón y de mover la cabeza de un lado para otro. Sus pechos se mueven con pequeñas convulsiones. Él no deja de observar como entra en ella una y otra vez. Ella se contrae y se mueve una y otra vez al ritmo de él, siguiendo su compás. Él vuelve a atacar otra vez los pezones de sus pechos.

Se levanta, la coge, y la pone en el suelo a cuatro patas. Se pone detrás de ella de rodillas y la penetra muy profundamente. Ella da un inmenso gemido de placer, ahora le siente muy adentro suya. Él comienza a moverse hacia delante y hacia atrás sin parar. Le da un pequeño cachete en el culo. Se inclina hacia la espalda de ella y le besa la nuca y toda la espalda. Ella vuelve a tener pequeños espasmos y mil escalofríos le recorren su espalda. Él con la mano izquierda agarra uno de sus pechos y con la otra mano presiona su clítoris. Ella no puede creer lo que está sintiendo. Siente sus besos y su lengua por toda la espalda, como él entra en ella, como juega con su pezón izquierdo y como manosea su clítoris; activando todos sus puntos erógenos. Ella está al rojo vivo y vuelve a tener otro orgasmo de placer mientras él no para ni un segundo, sin darle ni un respiro.
La coge en brazos y la lleva al sillón de nuevo. Se queda sentado en el sillón como ella al principio y ella se pone de rodillas encima de él y mirándole de frente. Él entra en ella de nuevo, pero ella vuelve a tener el control y no para de saltar encima. Acerca su cabeza a él y se funden en un increíble beso en el cual sus ardientes lenguas se vuelven a encontrar mientras sus cuerpos chocan el uno contra el otro. Coloca sus manos en los hombros de él, que le sirven para estabilizarse. Él observa el pelo y sus enormes pechos moverse delante suya sin parar, volviéndose locos. Él introduce sus dedos índice y pulgar en la boca de ella que se los muerde y los chupa. Después, con esos mismos dedos mojados aprovecha para atacar y estimular su clítoris. Ella comienza a estallar de placer de nuevo. Cada vez siente que la penetra más profundamente. Con la mano que le queda libre, él vuelve a asaltar el pezón de su pecho derecho, con una cadencia mucho más alta que anteriormente. La mezcla de todas estas sensaciones, tener el poder, sentirle dentro de ella, tenerle tan cerca, sentir todo su cuerpo, los estímulos en su clítoris, y la excitación de su pezón, provocan en ella un último orgasmo que la recorre con mil veces más fuerza que los anteriores mientras que le abraza con muchísima fuerza, clavando sus uñas en su espalda y gimiendo al lado de su oreja. Él se vuelve loco al escucharla gemir una y otra vez mientras que las caderas de ella no paran de temblar y de dar sacudidas. Al verla tan excitada y poder escuchar sus gemidos tan de cerca, explota y, finalmente, se corre dentro de ella dando un gran gemido de placer. Aún así ella no para, sus cuerpos no dejan de rebotar el uno contra el otro y de gemir. Ella no quiere parar, quiere más. Siente como él se viene dentro de ella, como explota en su interior, como la inunda, como sus fluidos se mezclan. Poco a poco, ella va bajando el ritmo y se quedan mirándose de nuevo. Los dos sonríen. Él todavía sigue dentro de ella. Él le acaricia el pelo y el cuello. Ella le acaricia la mejilla y acerca su boca a la de él. Ambos se funden en un tierno, caliente y muy romántico beso que durará unos cuantos segundos, mientras que poco a poco, las llamas de la chimenea, terminan por consumirse.

Ver también

Y
yamila_5615651
12/5/10 a las 17:01

Excelente!!!!!
Romántico, tierno , apasionado, excitante, muy buen relato.

O
olegs_8113484
12/5/10 a las 23:24
En respuesta a yamila_5615651

Excelente!!!!!
Romántico, tierno , apasionado, excitante, muy buen relato.

Gracias!
Muchas gracias! Me alegro que te gustara! Se agradece

O
olegs_8113484
19/5/10 a las 15:26
En respuesta a olegs_8113484

Gracias!
Muchas gracias! Me alegro que te gustara! Se agradece

Up!
Up!

O
olegs_8113484
30/5/10 a las 23:32
En respuesta a olegs_8113484

Up!
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