Buda impartió enseñanzas profundas para que las utilicemos como consejos personales, si las aplicamos en nuestra vida cotidiana podemos mejorar la calidad de la misma. Las enseñanzas protegen nuestra mente contra el sufrimiento
¿Qué nos evoca la palabra amor en nuestra vida? Amamos no solamente a personas, sino también amamos a animales, a la naturaleza y a objetos que para nosotros tienen un significado.
El amor es la más vital de las experiencias humanas, siempre acontece, se presenta de diferentes maneras y nos da la oportunidad de vernos como en un espejo, ya que el otro/lo otro de quien nos enamoramos nos enfrenta con el descubrir la madera de que estamos hechos, porque, en todos los casos, los amores nunca son errores, sino siempre experiencias que nuestra mente necesita para evolucionar.
Amar y ser amado, dar y recibir amor, ¿es mucho pedir?, merezco ser amada, merezco ser feliz, merezco tener los recursos para ser feliz. Un deseo humano tan habitual y al mismo tiempo tan condicional, hasta podríamos expresar mercantilista. Esta expectativa impregnada de necesidad y deseo proviene de un balance contable en el que se percibe que no se ha recuperado lo que se invirtió. A muchos nos cuesta comprender y aún mucho más aceptar que no se nos retribuya todo lo que hemos entregado en una relación. Es así que experimentamos el amor como un valor susceptible de ser invertido y recuperado, además no estamos dispuestos a perder en la transacción.
Todos los seres sintientes, sin excepción, tenemos el deseo genuino de ser felices y de evitar sufrimientos de manera permanente, en esta búsqueda tendemos a utilizar métodos externos, pero por mucho éxito que alcancemos, en un momento determinado experimentamos contrariedades
La felicidad
Cuando encontramos a alguien que nos agrada y entablamos una relación amorosa donde nos sentimos a gusto, esta persona llena nuestras expectativas, experimentamos felicidad. Mientras es así, la persona amada es perfecta o perfecto, no tiene defectos, si acaso tiene fallas son mínimas. Vivimos como en un sueño. En realidad, una de las cosas que más valoramos en la otra persona es su capacidad potencial de cubrir nuestras necesidades. Es muy difundida la vivencia de que el amor sentido por otra persona depende de ésta más que de nosotros mismos. Creemos que el asunto del amor consiste en ser amado y no en amar.
Existimos diferentes tipos de seres que amamos: aquellos que lo dan todo, los que lo toman todo, los que dan solamente mientras les dan, los que cobran lo que dan, los que apuntan lo que dan en una libretita, los que siempre están recordando al otro lo que les debe como si fuera una deuda, los que creen que merecen recibir todo y sólo pagan con su presencia, los que retiran lo que dieron si se sienten defraudados.
En el espacio de una relación amorosa, nuestro sufrimiento aparece cuando surgen las sensaciones desagradables por muchas expectativas que no se cumplen: me engañó, me traicionó, no me dijo la verdad, es que nunca va a cambiar, cómo me puede hacer sufrir de esta manera, cómo puedo querer a alguien que me trata así, no me quiere como la quiero, cómo me puede tratar así, qué cree que soy.
Ahora percibimos que estos sufrimientos los causa la otra persona, es decir que los hemos proyectado afuera de nosotros y atacamos al otro u otra, con toda la agresividad de nuestro dolor, sin embargo, lo que Buda nos enseñó es que lo único que nos hace sufrir son las sensaciones desagradables producidas por nuestro apego a tener lo que pensamos que necesitamos.
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Les saluda,
Frambuesa51