Siempre el despertar es una cosa que me cuesta, pero hoy con más motivo. He venido a Sevilla para realizar los exámenes de idiomas a los que me presento por libre. Llegué anoche y me hospedo en casa de unos amigos de mis padres, José Ramón y Blanca. Me han habilitado una cama en el salón y a las siete y media me han despertado las crías que se preparaban el desayuno junto a su padre. José Ramón trabaja en un banco, entra a las ocho y antes deja a los niños en el colegio, a la hora de despedirse aparece Blanca para desearles un buen día.
Blanca se queda sola en casa y empieza a recoger la cocina y yo doy mis primeros síntomas de estar despierto. Ella se disculpa por si ha hecho demasiado ruido y le contesto que siempre me levanto temprano. Blanca es una mujer de unos cuarenta años, no es un modelo de belleza pero tiene una cara muy agradable, un cuerpo que dibuja generosamente sus curvas de mujer y lo que es más importante, una forma de ser muy abierta, amable y encantadora. Tiene puesto el pijama de la noche anterior, un blusón, que le llega a la altura del muslo y pantalón corto, pero el pantalón no lo lleva esta mañana, no es que se le vea nada pero yo me lo imagino todo. Tengo dieciséis años y desde que tenía ocho o nueve cuando ella llegaba a casa era mi actriz favorita en cualquier fantasía.
El verla con el blusón me excita y le digo que entro a ducharme, con el fin de poder dar rienda suelta a mi imaginación y disfrutar sabiendo que tan cerca esta la musa de mis sueños.
El cuarto de baño es muy coqueto, tiene una mampara transparente de una hoja que deja la mitad de la bañera al descubierto, dentro hay una estantería con el champú y gel y más arriba las toallas de baño. Al cerrar la puerta me doy cuenta que no tiene cerrojo, lo que en principio coarta la intimidad que deseaba, pero teniendo en cuenta que sólo estábamos los dos en casa y ella sabía que yo estaba en el baño entendí que no debería de haber ningún problema.
Cuando estaba dentro de la ducha se abrió la puerta, Blanca me traía toallas limpias. Con mis manos me tape el miembro y creo que mi cara fue reflejo de mi sorpresa. Ella se disculpó, no por haber entrado, sino porque la puerta no tuviera cerrojo, ello lo justificó diciendo que las niñas eran pequeñas y le daba miedo fueran a quedar encerradas. Esta pequeña conversación en la que yo no dije nada, ella estuvo como si fuera lo más normal del mundo. Al ir a cambiar las toallas me pidió que retirase las sucias para ella colocar las nuevas, con una mano no lo podía hacer y ella me dijo que no me avergonzara ya que me había visto de pequeño y que por favor le ayudara. Así que totalmente cortado y dejándome llevar le hice caso. Pero la vergüenza que sentía en mi cabeza no se vio reflejada en mi pene que se mostraba especialmente excitado y que forzosamente fue blanco de su mirada. De pequeño tenías que hacerte la fimosis pero veo que te han quitado toda la piel del glande me dijo no quitando los ojos del miembro, si, me operaron hace unos años conteste. Ven, date la vuelta, te voy a lavar la espalda, sus palabras fueron ordenes y sin abrir boca me volví. Ella se echo jabón en sus manos y empezó a frotarme la espalda, las axilas y bajo hasta el culo, que también acaricio con sus manos. No me lo podía creer, ni a soñar que me echara. Sentí su mano por dentro de mis muslos y nalgas, recorriendo todo lo recorrible, paso su mano por debajo de mis piernas y alcanzo mi pene, la otra mano se deslizó desde mi pecho acariciando mi vientre hasta unirse ambas en el miembro. Me enjuagó y me dijo que ya podía salir y se marchó. Así como había disfrutado con sus caricias al llegar a lo mejor me quede desilusionado. ¿Verdaderamente sólo me estaba lavando?
No había pasado medio minuto cuando se vuelve a abrir la puerta y Blanca aparece tendiéndome su mano y al igual que yo, totalmente desnuda. Creo no haber disfrutado mas en mi vida que en ese instante, la mujer de mis sueños me tiende su mano mostrándome sus pechos, grandes y relativamente firmes y su pubis cuidado y con poco pelo. Le di la mano y nos unimos en un abrazo, ella me cogió la cara y me beso, introduciendo su lengua hasta jugar con la mía, yo le cogí el culo y jugué con él paseando mis dedos por su ano y vagina. Me pidió que le besara los pechos, me enseño a lamer su clítoris, yo le recorrí todo su cuerpo, sin decir palabra nos hablamos con los labios. Una de las veces que estaba echado en la cama, ella se sentó y se introdujo mi pene en su boca, nunca había sentido algo parecido, chupaba, mordía, besaba hasta que me derrame sobre su mano. Estiró el liquido por todo el miembro y empezó a chuparlo de nuevo, cuando sus labios acariciaban el glande yo creía salirme del gusto, cuando sus ojos me miraban yo le sonreía extasiado. Se puso de rodillas y se hizo penetrar por mí, se inclinó y sus pechos cubrieron mi rostro, sus manos acariciaban mi pelo y mis dedos viajaban por su espalda acompasando el vaivén del placer.
El examen lo suspendí y por supuesto volví en septiembre. Hoy en día no tengo título aunque mi dominio de la lengua da gusto.