Hace tiempo que me he aficionado a leer vuestros relatos pero nunca hasta hoy había tenido nada que escribir. Mi vida sexual es más bien monótona, con mi novio, prácticamente siempre igual...
Me llamo Estrella y tengo 19 años. Estoy estudiando en la universidad y vivo en un pequeño piso que comparto con dos compañeras. Decir que no me gusta nada el metro, especialmente en horas punta. Odio el sentirme como una sardina de lata e ir recibiendo codazos de uno y otro lado. Por ello prefiero levantarme más pronto e ir andando a la facultad. Hoy, sin embargo, me he dormido. Mi novio pasó la noche aquí y disfrutamos de un buen rato de sexo, aunque sea tan poco imaginativo.
Pues bien, me vestí a toda prisa al ver que era tan tarde, lo primero que encontré, una mini tejana y un jersey a rayas. Cuando iba a ponerme los pantys, rayos, una carrera enorme... Me olvidé de comprar más y no tuve otra que ponerme unas medias de esas con goma que me regaló mi novio hace tiempo. Al salir a la calle y notar el frío en la parte superior de las piernas he pensado que debí buscar unos pantalones pero ya estaba hecho (y menos más que no he vuelto a cambiarme).
Me subí al metro y estaba llenísimo. Como pude, me acerqué a la zona por donde no se abren las puertas, que siempre es algo más tranquila y allí me quedé, sin prácticamente poderme mover.
Al rato, noté una mano en mi culo pero no le dí mucha importancia, pensé que era un accidente. Pero no hubo lugar a dudas cuando esa mano me levantó ligeramente la mini y me acarició la parte desnuda de mis piernas. Supongo que lo normal en estos casos es apartarse pero no lo hice, también me hubiera resultado complicado. Y la persona que estaba detrás de mí pues lo interpretó sin duda como un consentimiento y siguió acariciándome las piernas, subiendo hasta mis nalgas. Al rato decidió dar un paso más y la mano se introdujo por debajo de mi tanga, pasando por entre mis nalgas hacia delante hasta detenerse en ese punto exacto en donde una mujer experimenta el máximo placer. Sí, ese punto que mi novio nunca encuentra y ni siquiera se molesta en buscar. Pues ese desconocido lo encontró a la primera, lo acarició, lo presionó mientras yo me mordía los labios para no gemir de placer. Seguía acariciándome con firmeza ahí y yo notaba que me estaba poniendo muy húmeda. Sin duda él notaba como mi excitación iba creciendo y eso todavía me excitaba más.
Incliné mi cuerpo ligeramente hacia delante, como para mostrarle que mi vagina estaba pidiendo a gritos su atención y no se hizo de rogar. Noté como un dedo se introducía ahí, acariciaba sus paredes, se movía hacia delante y hacia atrás y luego en círculos, haciendo aumentar aún más mi deseo. Luego un segundo dedo se introdujo con facilidad y un tercero y un cuarto. Movía su mano de una forma que me provocaba un placer que nunca antes había sentido.
Pensé que no podía excitarme más hasta que su otra mano siguió el camino de la primera, pero ésta se paró antes, justo a la altura de mi entrada trasera y un dedo furtivo presionó sobre ella. Al no poder entrar se retiró y me sentí un poco frustrada pero al rato volvió, noté que estaba mojado, imaginé que se habría chupado el dedo para facilitar su entrada. Y poco a poco se fue abriendo camino, mientras su otra mano seguía ocupándose de la entrada principal.
Nunca he practicado el sexo anal pero siempre me ha excitado esa posibilidad. Jamás me atrevería a pedirle eso a mi novio, él es muy clásico, seguro que ni se lo ha planteado, pero de repente veía una de mis más oscuras fantasías cumplida mientras su dedo se iba abriendo camino, lenta pero firmemente. Una vez totalmente dentro de mí, empezó a moverlo en círculos, yo notaba como me iba dilatando y así permitía que me introdujera más dedos. Me costaba aguantarme los gemidos mientras sus manos se movían coordinadamente, penetrándome por mis dos entradas... Cerré los ojos e imaginé que no eran dedos lo que se movía dentro de mí provocándome esa explosión de placer, me imaginé desnuda, sentada a horcajadas sobre un tremendo miembro, mientras otro me penetraba por detrás...
Cada vez me notaba más mojada, creo que tuve varios orgasmos mientras el desconocido seguía con sus impúdicas caricias. Deseaba más, deseaba que me tomase ahí mismo, deseaba que nos bajáramos en cualquier estación, que nos encerráramos en cualquier baño público y que allí culminara el trabajo. Estaba deseando cosas que jamás me había atrevido a desear, deseaba arrodillarme y chupársela y tragarme su semen, deseaba que me tomara sin contemplaciones, que me hiciera morir de placer.
Entonces de repente, sus manos se apartaron cuando estábamos próximos a una estación, me colocó bien el tanga y me bajó la falda. Una voz muy dulce me habló al oido:
Lo siento, cariño, tengo que bajarme. Te he dejado una tarjeta en el bolsillo de la falda, llámame y cuando quieras seguimos
Fui incapaz de decir nada, estaba demasiado sorprendida mientras veía a una mujer de unos 30 años, vestida con un impecable traje de chaqueta gris y el pelo recogido que se abría paso para salir del vagón. Aún me hubiera quedado la duda si no hubiera sido porque ella, desde el andén, me miró con una sonrisa maliciosa mientras se chupaba los dedos.
Y eso es lo que ha pasado. Ahora estoy sola en el piso, con una tarjeta de visita delante donde pone el nombre de una mujer (no me parece adecuado decir su nombre) y debajo abogado.
Tal vez mañana la llamé...