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Estemos solteros o casados, demostremos en todo momento valor y confianza en Jehová. Si atravesamos dificultades conyugales, procuremos sinceramente resolverlas, recordando que quienes están unidos en matrimonio ya no son dos, sino una sola carne (Mat. 19:6). Y tengamos presente que si nos mantenemos fieles a Jehová en un hogar dividido, tal vez veamos con alegría cómo nuestro cónyuge abraza la adoración verdadera.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre
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