En respuesta a yelco_6264446
La carta (i)
Querida Ana:
Hace tan sólo unos meses no existías para mí.
Sin saberlo, te complacías en esconderte de mi atención entre la muchedumbre de cuerpos sin rostro, en el reverso de lugares comunes, en la ciudad infinita que no alcanzaba a encontrarte para mí, en aquel sopor de mi memoria huérfana de recuerdos tuyos.
Posiblemente aún no había contemplado de cerca tu mirada; como fascina; como se expande abrasadora e incandescente en una explosión de luz; o mengua y se vuelve azul, acunándose somnolienta en el portal de tus ojos, a cada breve intervalo en que parpadeas.
Antaño no pensaba en todo ello. Mas el tiempo me fue trayendo consigo, con la parsimonia de la marea, largas vigilias que, como crecientes rumores de mi mente en la ciudad palpitante, acogieron nuevas e insomnes incertidumbres. Hoy, aquel juguete de la ilusión estalla en mi alma, y aquella breve marea semeja una gigantesca ola que me arrastra furibunda a la deriva.
Ahora me equiparo a un ladrón, que sustrae cada infinitesimal instante en que te veo, con el travieso y transparente fin de hallar una nueva pieza que engarzar en tu rompecabezas.
En ocasiones mi mente fantasea y se complace en imaginar que, por azar, eres cruel y perversa, con el único propósito de soliviantar a este corazón que, de repente, se ha retorcido huraño en mi pecho, descontento con el torpe fluir de los días, pues ya no se acomoda a estas jornadas que transcurren sin ver un pedacito de ti. Se comporta ahora como un caballo salvaje, que no obedece a amo alguno y se desboca al vislumbrarte en lontananza, queriendo seguirte. Yo quisiera decirle que se equivoca, que todo esto es un error; mas escribo estas líneas para que ceda al reposo, prometiéndole con doblez que su mensaje llegará a buen puerto a través de la incesante marejada.
Así, en mi tierna locura, en mi loca ternura, me imagino que la escritura ahuyentará de nosotros todos esos sinsabores de los encuentros incómodos, de las citas demasiado cortas, de los silencios demasiado largos, de las promesas inconclusas
Tal vez sólo llegue a habitar por unos breves segundos tu mundo; tal vez pronto me falte el aire para respirar; tal vez seré parte de un instante más, que se agotará para caer extenuado ante la indocilidad de las horas inexorables.
Pero perseguiré el propósito de hacer que cada día merezca ser vivido, aun sin tu presencia. Y otra gente que te querrá y a la que a su vez también tú estimarás, recreará en torno a ti, como comparsas, una realidad verosímil de la cual no seré partícipe, ni tan sólo un mero transeúnte. Para ti será tu vida; para mí un precioso teatro, visto desde los ojos de un niño que quisiera llegar a ser actor algún día.
Mas sólo veré un pequeño fragmento de la obra pues, polizón en el destino, mi tiempo se acabará, y no reflejarán mis ojos tu sonrisa a cada pequeño momento en que eres realmente feliz.
He disfrutado mucho escribiéndote
La dedicatoria (ii)
Para Ana:
A la que tal vez haya conocido
para brindarle este libro,
como único cometido.
Para que sea un poquito más feliz
con él, como yo lo fui.
Para que al amar nunca dañe,
y su corazón nunca sea dañado.
Para que pueda reconocer el lobo,
que yace en el corazón de algunos hombres,
y sepa ponerse a salvo.
Para que pueda caminar sonriente
por entre la oscuridad.
Para que aprenda a volar
P.