Nunca había visto a nadie así de atractivo, sus piernas bien definidas, los músculos de su abdomen se podían imaginar a través de su camiseta blanca bien ajustada, sus labios eran carnosos y sus ojos negros buscaban los míos con el fin de ser penetrados violentamente. Tenía la manía de atusarse el pelo continuamente y poner esa sonrisa de lado que dejaban entrever unos dientes bien alineados y blancos, a mi esa sonrisa me encantaba, me excitaba.
Rubén era mi amigo desde hacía mucho tiempo, pero solo desde hacía unos meses, había empezado a sentir esa atracción física, que hacía qué pensará en él de manera distinta, ¿Me estaría enamorando de Rubén? No, eso no podía ser. Rubén era un mujeriego y yo eso lo odiaba, pero me excitaba imaginar lo que le hacía a cada chica con la que estaba y eso era algo que yo misma quería experimentar.
Por eso ahora estaba aquí, con él, en su casa, sentada en la misma cama que él, apoyados en la pared, a escasos centímetros el uno del otro, sentía el calor que desprendía su cuerpo, el mío ardía de deseo y sentía que no podía más, iba a explotar y lo iba a hacer ya Le aparté la tablet de las manos y la dejé a un lado, me puse a horcajadas sobre él, su cara era un mapa.
No hizo falta decirnos nada, nuestras miradas lo decían todo, acerqué mi boca a la suya y a escasos centímetros le dije:
-Somos amigos, ¿Quieres arriesgarte?
-Por mis fantasías lo arriesgo todo y tú, eres mi fantasía Dijo él mientras posaba sus manos sobre mi cintura.
A mi esa frase me calentó de tal modo que me lancé y le besé con pasión, con lujuria, mi lengua recorrió cada recoveco de su boca y buscaba la suya para ambas entrelazarse y fundirnos en un beso húmedo, muy húmedo.
Sin apenas separar nuestros labios, retiró mi camiseta y dejó al aire mis senos desnudos, los contempló y me miró con esa sonrisa pícara que tanto le gustaba poner, comenzó a lamer mis pezones haciendo círculos con la punta de la lengua y los cogió con suma delicadeza. Me agarró de la cintura nuevamente y me recostó sobre la cama para poder ponerse encima, se quitó la camiseta y así pude contemplar esos cuadrados con los que tantas veces había imaginado lamer. Me incorporé con él encima y toqué sus abdominales, los lamí y repasé cada uno lentamente, aquello me incitó a desabrocharle el botón del vaquero y bajarle la cremallera, Calvin Klein se podía leer en la goma del calzoncillo, le bajé ambas prendas lo que pude y su pene saltó como un resorte, no era muy grueso, tamaño estándar, pero a mí me encantaba, sin reprimir más mis ganas, lo metí en mi boca y saboreé centímetro a centímetro, realizando movimientos circulares con la lengua alrededor de él, con mis manos apretaba sus nalgas, que eran firmes, le marqué con mis uñas sin querer, me dio un toquecito en el hombre y me dijo que parase que como siguiera así iba a llegar al clímax enseguida y quería seguir disfrutando más de mí. Paré y se levantó para desnudarse del todo, yo tumbada en la cama admiraba su cuerpo totalmente desnudo y veía como lentamente se acercaba a mí, sonreía y paraba delante de mi vaquero, para desabrocharlo y despegarlo de mi cuerpo, me quedé sólo con las braguitas, eran blancas con un encaje rosa en la parte superior, se quedó mirándolas y dijo:
-Me vuelve loco ese rollo inocente y juguetón que llevas
Comenzó a besar mi cuello, bajo por la clavícula, siguió por mis senos y se deslizó por la línea que lleva al ombligo hasta detenerse en él.
Y sin más dilatación, me bajó las braguitas con los dientes, deslizándolas por los muslos, los gemelos, los tobillos y terminaron en el suelo como toda nuestra ropa, comenzó a hacer el mismo recorrido con la lengua pero a la inversa, comenzando por los tobillos y terminando en mi entrepierna, que estaba muy húmeda y deseosa de él. Mi pubis, totalmente depilado latía por si solo, se humedecía más cada vez que Rubén apoyaba sus labios en él, jugaba a acercarse y alejarse y a mi ese juego me mataba, lo quería dentro ya y él eso lo sabía.
Continuó bajando por mi ombligo y llegó al monte de Venus, le regaló besos y caricias por doquier, siguió hacia abajo y tocó y lamió mi clítoris, lo succionaba y a momentos daba pequeños soplidos que hacían que me estremeciera. Me revolvía y contraía con facilidad cuando sus manos se posaban sobre mí.
Fue al primer cajón de la mesita de noche y cogió un preservativo, rasgó el envoltorio y se lo colocó, se acercó a mí y por fin me penetro, una embestida, dos, tres y hasta diez creí contar antes de fundirnos ambos en un clímax total, un orgasmo que me hizo tocar el cielo con la yema de los dedos. Rubén cayó sobre mí, agotado, sudado y con su respiración entrecortada en mi oído, entre pequeños susurros, creí escuchar:
- creo que me estoy enamorando.