Mi chica me había pedido que le hiciera una foto para colocar en su curriculum. Me gusta la fotografía y no se me da del todo mal, así que me dispuse a ello, cogí la mochila con mi equipo fotográfico y me fui para su casa. La idea era hacer una fotografía con el fondo blanco como una foto de Carnet.
Una vez allí monté el objetivo largo que me da una calidad inmensa a los retratos y escogimos una pared de fondo blanco. Puse el modo de blanco y Negro y me dispuse a hacerle la foto. Llevaba un vestido cortito, como de raso, con las piernas desnudas, puesto que con la ola de calor anunciada parece que nos íbamos a achicharrar. Se sentó en una silla cerca del sofá del salón con la pared como fondo. Saqué 3 o 4 fotografías, las revisé y había una que me gustaba. Se la fui a enseñar y entre que ella entreabió un poco las piernas dejándome ver su pubis sin braguitas y que el vestido era escotado y al acercarme más lo vi desde arriba, empezó a despertar mi virilidad.
Ella dándose cuenta me acarició sobre el pantalón y mirándome pícaramente me dijo:
- ¿Me haces una sesión de fotos?
Cambié el objetivo a la cámara, mientras ella se levantaba y se tumbaba en el sofá con las piernas entreabiertas dejando ver gran parte del muslo pero sin llegar al triángulo del placer. Comencé a disparar y cuanto más lo hacía más me excitaba. Empezó a cambiar de posturas, mientras yo seguía disparando, a 4 patas con las piernas cerradas, con ellas abiertas marcando su culito en el vestido, de pie apoyada en la pared de espaldas y los pies separados, cada postura me excitaba más y más.
Entonces deslizó uno de los finos tirantes del vestido, después el otro, y en ese momento apareció Apu.
- ¿Qué hacéis?
- En una sesión de fotos, ¿me ayudas con esto? - dijo refiriéndose a los tirantes.
- Cómo no cariño
Apu se colocó tras ella mientras yo seguía disparando, las manos en sus hombros, fueron deslizándose y tirando del vestido hacia abajo. Al pasar bajo sus axilas se fueron hacia delante para acariciar sus pechos, manosearlos, apretarle los pezones como tanto le gusta, con mimo pero con firmeza.
Después siguieron hacia abajo llegando a sus caderas donde se había quedado el vestido. Metiendo las manos por debajo lo arrastró dejándolo caer al suelo y quedando el cuerpo de mi chica totalmente al desnudo. Mientras yo seguía haciendo fotos con la entrepierna totalmente independiente de mis actos.
Apu giró a mi chica, y poniéndose frente a frente comenzaron a besarse apasionadamente fundiéndose en un abrazo eterno, que llevaban años deseando, esperando y que ahora llegaba. Mi cámara se fue a ese beso, captando los labios entreabiertos de las dos ávidos de los que tenían enfrente, las lenguas húmedas y excitadas, saliendo entre los labios, buscando su complemento en la boca vecina.
Las manos de ambas se afanaban en la ropa de Apu, para quitarla lo más rápidamente posible, para sentirse las pieles, para tocarse más íntimamente, para amarse cómo lo hacen dos enamorados, o las dos mejores amigas.
Un contraluz, en blanco y negro, en el que los rayos de la materia prima del fotógrafo se colaban entre los 4 pezones erizados, erguidos, inhiestos, por la pasión y el erotismo, quedaron atrapados entre los pixeles de mi canon.
Instantes después ambas se encontraban en el sofá, una sobre la otra, cada una con la cabeza ya para un lado, tocándose, besándose, explorándose. Las bocas y los dedos de cada una llegaron al punto de máximo placer de la otra. Una mezcla de lenguas, sexo oral y digital acabaron pocos minutos después en dos orgasmos sonoros, calientes, excitantes, únicos. Se abrazaron una junto a la otra, se besaron, se tranquilizaron y entonces me miraron, se miraron, se sonrieron, y acercándose a mis jeans me dijeron:
- Ahora te toca a tí.
Pero esa, ya es otra historia.