Ultimamente se ha criticado a las mujeres por ser demasiado emocionales, por entregarse demasiado, por ser excesivamente protectoras o por estar obsesionadas con las historias de amor. Se dice que las mujeres dependen excesivamente del amor para sentirse realizadas en la vida, que nosotras como mujeres nos quedamos colgadas, porque nos educaron para ser psicológicamente dependientes y que cuando se trata del amor, todo lo demás queda anulado desde el punto de vista psicológico.
Se nos ha dicho que si las mujeres pusiéramos fin a este comportamiento y dejáramos de amar demasiado (y pensáramos como los hombres), descubriríamos que podemos ser mucho más felices y tener menos problemas en el amor. Pero esto deja fuera al resto de los participantes de este drama: los hombres
Hemos visto que los sentimientos de inseguridad de las mujeres son parte intrínseca de la compleja relación que existe entre dos personas: si un hombre se empeña en ocultar sus sentimientos, entonces la mujer no tiene más remedio que llevar el peso de los sentimientos con el único fin de que siga existiendo la comunicación. De esta forma, las mujeres consiguen que las relaciones funcionen. ¡Qué irónico resulta entonces despreciar a las mujeres por llevar a cabo esta tarea! Además resulta irónico que mientras se tacha a las mujeres de necesitar hablar y comunicarse, los hombres consiguen que las mujeres les presten este tipo de atención, y por lo tanto no necesitan pedírsela (ni parecer que lo necesitan). Es muy curioso que la mayoría de los hombres no acudan a otros hombres para satisfacer sus necesidades afectivas. Sin embargo, en Las Mujeres y el Amor, la mayor parte de las mujeres con pareja, se atrevían a confesar que si querían hablar acudían a sus mejores amigas, es decir a otras mujeres.
En realidad esto no quiere decir que las mujeres sean unas neuróticas, una especie de mujeres pasadas por el filtro freudiano y que arrastran toda su vida una gran inseguridad. La verdad es que con sus comentarios cáusticos o condescendientes, los hombres hacen que las mujeres se pregunten qué es lo que está pasando: cuáles son sus motivos para hablar así y si realmente quieren relacionarse con ellas. Es una pena que muchos de estos sentimientos que por suerte nosotras las mujeres compartimos con otras mujeres, se vean obstaculizados por los hombres; nosotras no podemos hablar con la misma facilidad con ellos sobre este tema, porque enseguida se sienten incómodos.
Existe un tipo de desigualdad afectiva que permite a hombres y mujeres creer que la forma en que los hombres se ocupan de los sentimientos es mejor, más racional que la de las mujeres; esta creencia constituye el núcleo de los ataques contra las mujeres, como cuando se le reprocha a una mujer ser demasiado emocional. Sin embargo, estos ataques tienen también una enorme carga emocional.
Lo que las mujeres quieren es que los hombres abandonen sus anticuadas ideas sobre lo que son los hombres y los mujeres, y sus temores a ser considerados débiles cuando quieren de verdad a una mujer y que intenten compenetrarse y considerar a las mujeres de igual a igual desde el punto de vista afectivo. La mayoría de las mujeres quieren que los hombres hagan borrón y cuenta nueva y aprendan a amar en términos de igualdad afectiva, sin miedo. A amar con verdadera entrega.
¿Es posible que el problema de las personas que nos damos tanto es que implícitamente estamos pidiéndoles a los demás que se entreguen igual?