Nuestras proposiciones pueden ser de dos tipos, según la fuerza con que afirman las cosas: necesarias y contingentes.
Son necesarias cuando afirman que algo no puede ser de otro modo: los hombres son mortales. Permiten conclusiones obligadas. El juicio de necesidad exige un conocimiento sólido y se fundamenta en leyes o en condiciones conocidas: no es posible que mañana no salga el sol; mañana saldrá el sol necesariamente.
Son contingentes cuando admiten tácitamente que algo puede ser de otro modo: los perros muerden. Solamente autorizan conclusiones probables. El juicio de probabilidad se produce cuando hemos comprobado las cosas efectivamente en numerosas ocasiones. Sabemos que ocurren habitualmente, pero no siempre, y no podemos asegurar si ocurrirán la próxima vez.
El conocimiento probable (los perros muerden) nos permite establecer juicios posibles sobre un caso particular: es posible que ese perro muerda porque los perros, en general, muerden, pero no siempre. Señalamos que algo pudiera ocurrir: quizás muerda; tal vez se ha desmayado del susto; es posible que no venga. El juicio de posibilidad formula una hipótesis, una interpretación explicativa de las cosas y concede el mismo peso a la posibilidad contraria: tal vez sí y tal vez no.