Una fantasía estival...
Tu amiga y tú apenas lográis abriros camino entre la muchedumbre concentrada en el andén de la estación. La miras y le dices en tono de disculpa:
¡Uf, tía, créeme que lo siento! Pensé que tomar un tren a las tres de la tarde en pleno mes de agosto era la mejor opción, pues los dos de la mañana suelen ir hasta arriba. ¡En fin!...
Resignada, ella te sonríe y volvéis a tratar de abriros paso hasta un vagón que parece algo menos solicitado. El calor es sofocante. La fina blusa que llevas no impide que sientas su ardor, así que desabotonas un poco su escote.
¡Uh, que sexy!, te dice tu amiga divertida en voz baja. Con la minifalda tan corta que llevas y la blusa así entreabierta estás de lo más provocadora, tía.
Pues anda que tu vestidito, tía, le respondes tú reparando en que cómo éste se le transparenta y deja entrever sus pequeñas tetitas al trasluz.
Os reís.
Finalmente lográis subir al tren y os acomodáis en los dos últimos asientos situados al fondo del vagón. Habláis de mil cosas: cómo lo pasaréis de bien esa semana en una cala que casi nadie conoce y que descubristéis el verano anterior, lo buenos que estaban los dos tíos con los que os enrrollásteis entonces...
Mmmhhh... me pongo cachonda de sólo pensar cómo follamos, confiesas entre risas.
Tu amiga te devuelve una sonrisa cómplice y añade:
Yo también, tía... ¡nunca había follado así!
Entre tanto, suben algunos otros viajeros. Nada a destacar. Un niño con su hermana y sus padres. Una pareja. Un viejo. Un tío cualquiera de mediana edad que se queda mirándoos a tu amiga y a ti. Una señora. Luego otra... Y el tren se pone en marcha...
Pasa un rato. Tú y tu amiga seguís hablando, riendo y recordando vuestras aventuras sexuales del verano anterior. Con el movimiento del tren y sin que te des cuenta, el escote de tu blusa se ha ahuecado dejando que tus pechos se insinúen aún más. Lo adviertes al reparar en cómo el tío que se os había quedado mirando al subir te observa con descaro...
Buah, parece inofensivo, piensas. Normalmente no toleraría esto y le diría alguna grosería, pero ¡uf!, estoy de lo más salida de tanto hablar de sexo con Ana y qué demonios, ¡quiero jugar!
Te haces la distraída y desabotonas otro botón de tu blusa para provocarle. Tu amiga te ve hacerlo y alucina.
¡Isabel, tía!, te susurra entre risas. ¡Para o le vas a enseñar las tetas a todo el vagón!
En ese momento el tres se detiene. Es la primera de las cinco paradas que haréis antes de llegar a vuestro destino. El tío de incopora de su asiento, te sonríe y se encamina hacia la salida desapareciendo por la puerta del vagón. Le siguen la pareja, el viejo y las dos señoras, de modo que en vagón quedáis tú y tu Ana, el niño con su hermana y sus padres, que se bajarán en la siguente estación.
Pues vaya, qué frustrante, te dices. Creí que la cosa daría para más... ¡En fin!, habrá que esperar a otra ocasión.
Tu amiga y tú caéis presa del sopor de la tarde. Os despierta la frenada un tanto brusca del tren en la tercera estación. Miráis alrededor cuestro. ¡Vaya!, piensas, ¡si no hay nadie! Entonces se abre la puerta del vagón y suben dos tipos de unos 30 años, unos seis más que vosotras. Ana y tú os miráis con complicidad. Y...
(¿Te ha gustado? Por qué no sigues tú la narración, luego sigo yo, y así sucesivamente. ¿Te apetece? Te animas?)