El sexo virtual la tenía atrapada. A diario chateaba profusamente e intercambiaba mensajes con hombres diferentes. Con algunos se había llegado a excitar, con otros solo había jugado un poco, pero jamás había llegado a concretar un encuentro fuera de los límites del ciberespacio. Los efluvios sexuales solo se habían fusionado en el rígido mundo virtual. Nunca hasta ahora se había atrevido a dar el paso que muchas veces le habían propuesto y experimentar en carne propia lo que tanto había fantaseado.
Pero aquella vez seria diferente y no sabia bien por que. El último chico que había conocido le parecía algo extraño, la manera en que escribía la desconcertaba, el lenguaje sutil y refinado en que se expresaba estaba muy lejos del común de los contactos eróticos. Además, aquel último mensaje había sido el colmo. No podía entender como le había enviado algo tan cursi. La misiva solo contenía un fragmento de un viejo poema. Sea como fuere, algo en el la atraía demasiado y finalmente aquel chico resultaría el elegido para concretar el tan deseado y postergado encuentro.
Para el también seria la primera cita concertada a partir de un contacto virtual, un mundo nuevo del cual estaba comenzando a aprender sus leyes y códigos. Aquella chica lo había embrujado con su frescura y sensualidad y quería descubrir en su propia piel lo que se le ofrecía en formato digital.
Se encontraron una tarde en un bar, luego fueron a un hotel. Lo que paso allí lo describiremos a continuación en base a algunos elementos que tuvieron un rol protagónico en aquel encuentro tan caliente, comenzaremos primero con una descripción general de ambos para luego adentrarnos en las zonas más comprometidas:
ELLA: De mediana estatura, cabello rubio y largo, su piel era muy blanca y tenía una preciosa sonrisa, bellas piernas, cola abundante y pechos generosos. Cuando el vio sus hermosas tetas se excito mucho al intuir lo que ellas prometían. Le encanto su cuerpo, pero lo que más le gustaba era la gracia y sensualidad con que lo movía.
EL: Alto, mas bien delgado, cabello castaño, contextura y brazos fuertes, no era un carilindo pero a ella le había gustado mucho su mirada, sus ojos verdes y su voz varonil.
EL CUELLO, LOS HOMBROS Y ESPALDA DE ELLA: Fue el primer territorio que el descubrió. Comenzó por apartar su cabello, mientras percibía y disfrutaba su aroma. Acaricio y beso lentamente su espalda y cuello, intercalando algunos mordiscos, cada vez más hacia abajo en dirección a la cola.
LOS BRAZOS DE EL: Aquellos brazos fuertes, bastante trabajados con los que ella se sintió aprisionada, a veces con fuerza, otras con suavidad. Por ellos se sintió conducida con firmeza con una mezcla de reciedumbre y ternura.
LOS PECHOS DE ELLA: Eran sin duda su punto fuerte, a los hombres les encantaban, el comenzó por acariciarlos lentamente, luego a besarlos y lamerlos. Se detenía casi obsesivamente por largos minutos en cada uno de los pezones succionando y mordiendo con avidez mientras frotaba ambos pechos cada vez con más fuerza como si quisiera exprimirlos y extraerles sus fluidos naturales. Estos estaban cada vez más erizados y rosados por la fricción, apunto de estallar. Ella gemía de gusto al verlos contrastar con su piel blanca.
EL MIEMBRO DE EL: Era un pene de un tamaño un tanto mayor que la media, se destacaba por su grosor, especialmente en el sector de la cabeza. Ella jugo con el usando sus manos, su boca, hasta sus tetas. También le gustaba mucho frotarlo contra su clítoris, lo que la hacia gemir y mojarse en forma abundante. Lo saboreaba con pasión, lamiendo con desenfreno la zona del glande mientras que con sus manos lo masturbaba.
LA CONCHITA DE ELLA: Los labios casi rosados, el vello escaso y muy rubio. El la exploro con su lengua con mucha minuciosidad, por todos sus resquicios, asimilando todos sus jugos. En esos momentos ardientes hasta deseaba que su lengua tuviera forma de miembro para poder penetrarla mejor, o incluso hasta tener mas de una lengua. Cuando la penetraba con su miembro la sentía muy caliente, muy mojada, le encantaba observar como ella se tocaba y acariciaba esa zona cuando el se dedicaba a otras partes de su cuerpo.
LA COLA DE ELLA: Era abundante, rellena. El la aprisionaba fuertemente en los momentos de pasión. Llego a lamer en su interior con delicadeza y pensó que en un próximo encuentro, cuando las circunstancias fuesen propicias, le gustaría proponerle a ella hacerle el amor por su colita.
FINALMENTE, LOS ORGASMOS DE AMBOS: Los de el fueron sobrios y reconcentrados, era como si el placer le provocase una implosión, no eran tan expansivos como los de ella que gemía y se sacudía unas veces y otras se quedaba como indefensa, casi al borde del desvanecimiento. Aquella tarde se corrieron varias veces. Ella mas que el, ya que los orgasmos le venían en cascada, como en una reacción en cadena.
Al caer la noche se despidieron con el último beso apasionado de los tantos que habían disfrutado ese día, acordando volver a encontrarse próximamente. Ella regreso a su casa, estaba exhausta pero colmada y satisfecha. Se había sentido tratada como una hembra, en el sentido más viseral del término, pero también con delicadeza y respeto, como una dama.
Encendió la computadora y comenzaron a descargarse los mensajes demorados de sus amantes virtuales. No los miro, solo quiso volver a leer aquel ultimo y ridículo mensaje que el le había enviado. El mismo contenía un fragmento de un poema de Gustavo Adolfo Bécquer:
Por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; / por un beso... yo no sé / qué te diera por un beso
En su cara se dibujo una sonrisa cómplice. Cerro todos los programas y apago la maquina. Ya no habría más contactos por ese día.