La ...

La noche ha llegado sigilosa a la montaña, apenas son las 9, pero las brumas han bajado de los picos impidiendo apenas ver donde se haya. Juan está intranquilo. Se conoce cada una de las rocas de esa montaña, desde bien niño lleva subiendo solo a recoger el ganado, pero esa noche es especial. Es San Juan, y va a saltar la hoguera por su amor secreto, la hija de la maestra.

Es completamente distinta la resto de las muchachas de la comarca, ni que decir de las de su aldea. Por algún lado o por otro son primas, todas igual que él, roxas, con los mismos 4 pelos cobrizos con rizo disparatado y pecas que pueblan la cara. Pero la hija de la maestra es distinta, tiene el pelo negro, color azabache. Su piel blanca sin mancha alguna, y esas lindas mejillas rosada, que le dan un aire de niña. Que decir de sus ojos, de un azul infinito, pero azul de verdad, no como los de su prima Mari Luz, que parecen grises. Por si su aspecto físico no fuera lo suficientemente impactante, su manera de tratarle, lo había enamorado.

Su primer encuentro en soledad fue hacia ya cinco años, cuando en su cerebro no conseguía asimilar el temario. El resto de los niños se habían reído de él, diciéndole que tenía la inteligencia de los animales que cuidaba. En plena pesadilla ella se ofreció para ayudarlo. Fue tan dulce y delicada con él, que no solo logró que entendiera los números y las letras sin dificultad, sino que comprendió lo que había detrás del estudio. En esos años ella siguió ayudándole, llegando a conseguir una beca para continuar sus estudios superiores en la capital. A medida que ella le transmitía sus conocimientos y su entusiasmo por el estudio, él se fue enamorando de ella.

Ensimismado en los recuerdos, el muchacho no se dio cuenta que se adentraba en el bosque abandonando la cañada. En esa zona del bosque la maleza era tan espesa que tardaría el doble en bajar al rebaño completo. Cuando quiso ser consciente, era más complicado sacar el rebaño que bajarlo por allí.

Un mugido desgarrador rompe el sonido casi melódico de los cencerros, uno de los terneros se ha dañado con un viejo tronco endeble. El muchacho se acerca a examinarlo y descubre al animal herido. Maldice su suerte, no llegará para saltar el fuego, quien sabe si para el año próximo Covadonga no se comprometa con otro mozo.

Debe limpiarle la herida al ternero, y rápido. No le queda suficiente agua en el zurrón, y el arroyo más próximo se encuentra muy lejos. Le han hablado de la fuente de la ... y por lo que cuentan las historias está muy cerca de donde él se encuentra. El problema es lo que cuentan las historias, de hombre atraídos con su belleza irreal y perdidos en la inmensidad del bosque, de niños robados en las casas de las aldeas. En su casa le había prohibido acercarse a esa zona del bosque, es terreno mágico.

La desesperación puede más que los miedos arcaicos. El es un muchacho estudiado, sabe que es mitología. No existen culebras aladas que cuidan maravillosos tesoros en los conventos, y que cuando se hacen viejos se van ellos con sus tesoros al fondo del mar. La climatología es una ciencia, y no depende de el humor de un viejo cascarrabias que vaga sentado sobre las nubes, y por supuesto, no existen hermosas doncellas hechizadas en las fuentes.

Con todo el valor del mundo, deja encargado el rebaño a sus dos perros pastores y se dirige a buscar la fuente. Según se aleja del ganado, comienza a oír el murmullo del agua, muy cerca, un poco al este de su posición. Con precaución se acerca al origen del murmullo. En un claro lo descubre, una preciosa fuente que manaba de forma natural. En toda su vida jamás había visto algo tan bonito, las flores nacían por doquier. La vegetación abrumaba por su esplendor, y cientos de mariposas revoloteaban en todo el paisaje, y allí estaba, sobre una piedra, la mujer más hermosa de la creación, acicalándose su larga melena con un cepillo de oro. No podía ser, no se lo podía creer, su amada Covadonga, sentada allí,¿ella era la ... que atemorizaba la región?

La mujer se percata de su presencia, y sin siquiera girarse le llama Juan, no temas, acércate, te estaba esperando.- Sin saber si ha oído o solo ha sentido las palabras en su mente, se acerca a la fuente. Según se aproxima, parece desdibujarse la forma de su amada en ese ser, hasta que girándose lo mira a los ojos. Sin perder el canal de su mirada, y sin articular palabra, se incorpora lentamente, dejando entrever sus pechos tras los finos ropajes que porta.

El joven, incomodado, intenta retirar la mirada de la visión del cuerpo desnudo de su amada, pero ésta se lo impide.

Como flotando en el aire, se acerca hasta él y le susurra al oído algo que su razón no entiende, pero si su alma. Embriagado de un profundo deseo toma a su amada y la posee.

Con el fuego del deseo en el cuerpo, la sujeta y la tira sobre el mullido suelo. Observa, la perfección de su blanca piel, los labios sonrosados a juego con sus mejillas, y esos ojos, que desde hace años lo tenían hechizado. Bajó la mirada y siguió observando, la perfección de su clavícula, el respirar agitado de su pecho, subiendo y bajando, marcando los pezones contra la fina tela. Se los acaricia, por encima de la ropa. Un suspiro se escapa de su boca, esto le da fuerzas al muchacho y desgarra los ropajes que cubrían el cuerpo de ese ser.

Vuelve a ocurrir, al haber cerrado la muchacha los ojos, el joven le parece entrever un ser distinto a su amada, pero es tal su deseo que no es capaz de fijarse en ello.

Observa ese cuerpo, tan perfecto, los pechos aún pequeños, turgentes, con los pezones erectos, del tamaño de guisantes, y de un color sonrosado al igual que la pequeña aureola que los rodeaba. Baja su mirada siguiendo esa suave piel hasta llega a un incipiente bello púbico, oscuro, rizado, un pequeño triángulo sobre el pubis.

Extiende su mano, con miedo y lo toca. Enreda su dedo en el bello y busca el algo mas. Acaricia las ingles, los labios mayores y no se atreve a continuar. Una ráfaga de cordura vuelve a su mente enloquecida del deseo.

Al verle dudar, el ser se acerca al muchacho, y con hábiles movimientos, lo desnuda. Con la misma habilidad, coge el miembro erecto del muchacho y lo introduce en su boca.

Placer, solo placer. Juan solo siente placer. Sin saber ni de donde ni por qué. Alcanza a rozar el cielo, cuando de repente vuelve al claro. Su amada se ha retirado, yace con las piernas separadas, llamándole. Hipnotizado por la visión se acerca y hunde su cabeza entre las piernas de ella. Huele. El olor le transporta a veranos azmizclados, a jazmines en flor y a miel de retama. Saborea. Los jugos que manan de esa particular fuente son dulces, como las frutas de verano. Siente. Su miembro alcanza un tamaño máximo jamás conseguido con las intrusiones nocturnas de su prima.

Penetra, con fuerza y suavidad al mismo tiempo. Puede sentir en su mimbro el palpitar del corazón de su amada. Suave, jugoso. Demasiado para ser el primero. No le importa. No quiere ser el primero, quiere ser el último. Bombea con fuerza sobre ella. Oye sus respiración agitada, cada vez más acelerada, al punto siente como se presiona su mimbro y el gemido desgarrador de ella. El también alcanza el clímax. Cae rendido sobre ella y se adormece.

Poco a poco recupera la conciencia, donde está?, qué ha ocurrido? Levanta levemente la cabeza y se descubre en el claro, ya en tinieblas, con miles de luciérnagas revoloteando e iluminándolo. Se incorpora. Donde estará, donde estará su amada?

Algo se mueve al fondo del claro, bien iluminado. Poco a poco la luz se acerca. Es una mujer. La visión más hermosa de su vida. Su piel blanca refulgurante, tiene luz propia e ilumina a su paso. Su larga cabellera dorada, adornada con flores frescas. Sus curvas que se insinúan bajo la toga de fino lino que porta.

- Hola mi amor- dice el ser. Espero hayas descansado. Te queda toda una vida a mi lado.