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Estas sola

Última respuesta: 26 de marzo de 2010 a las 1:50
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25/3/10 a las 16:57

Estas sola, solita en casa, un día de verano, con las ventanas abiertas y una dulce brisa moviendo las cortinas que van y vienen bailando al son de la dulce música que suena en el ambiente.

Una copa de vino en tu mano, una copa de vino tinto, fuerte denso, apasionado. Una piel de suave ropa cubriendo tu cuerpo, una bata de raso larga de pies a cabeza que deja sobresalir tu pierna desnuda, pierna que se mueve al compás de la música. Va y viene, va y viene, y como las cortinas acarician el viento, el raso de tu bata te acaricia a ti, semiacostada en la cama y apoyada en la cabecera.

Tu pelo suelto y limpio se balancea a lo largo de tus hombros. Puedes notar el final de tu pelo atravesar tus ropas y cosquillearte la piel. Sabes que debajo de esas finas ropas que te cubren se encuentra tu cuerpo desnudo, pues te acabas de duchar. Te gusta imaginarte tu cuerpo, el cuerpo que no puedes ver pero que puedes apreciar. Puedes ver como el suave raso cubre tus pechos, dejando entrever que son unos pechos duros y con un tamaño adecuado, te sientes orgullosa de tu pecho. No paras de recorrer tu cuerpo con la vista, aprecias tu pierna derecha que es la única que está al descubierto. Una pierna larga, con una piel suave, muy suave. La mueves, dejas que la tela se deslice a lo largo de tu pierna, sabes lo que hay al final de ella, y tienes la esperanza de que se pueda ver algo de aquello que tanto te gusta, te encanta tu nido d emieles por lo que te encargas de que esté siempre precioso.

Bebes un trago de vino y lo saboreas. El vino te provoca, te apasiona, notas que tu cuerpo se enciende, empieza a acalorarse, pero al mismo tiempo te refresca y le da sabor a la situación. Después de algunos tragos, de observarte detenidamente y de convencerte a ti misma de lo preciosa que eres, te planteas hacer lo que tanto te gusta y que tanto te excita.

Comienzas a meter la mano por la bata muy lentamente, apreciando cada movimiento, cada sensación, cada centímetro de tu tersa piel, cada curva. Te acercas poco a poco hasta tu pecho izquierdo y rodeándolo con tu mano lo arrastras hasta el exterior de tu ropa. Tienes un pecho precioso, del tamaño de la palma de tu mano, un pezón oscuro y fuerte, totalmente proporcionado al tamaño de tu pecho. En ese momento, con una pierna que deja entrever algo de oscuridad, algo de placer, y tu pecho al aire, con su pezón apuntando al cielo como si hasta él quisiera llegar, coges la copa de vino con tu mano izquierda y con la derecha metes las gemas de los dedos en el vino aún fresquito. Sacas los dedos y te los llevas hasta tu pezón embadurnándolo de vino que debido a su temperatura y a la excitación que te produce tu propio gemido, sobresale él y su compañero aún cubierto de una manera impactante a la vista. Tus piernas acompañan la ceremonia abriéndose disimuladamente. Frotas el vino por tu pezón mientras te retuerces de placer, cierras los ojos y te deja llevar por lo que tu cuerpo te pide.

Decides entonces desabrocharse el nudo del cinturón, muy lentamente, te miras el pecho suelto mientras acabas de desabrocharse el cinturón, te gustas. Coges con ambas manos los lados respectivos de la bata y la apartas hacia los lados lo suficiente para que por su propio peso resbale por tu cuerpo acariciándotelo a la vez y caiga a la cama dejando al descubierto tu cuerpo entero. Con la bata puesta aunque no tapándote más que tus preciosos hombros comienzas a tocarse el pelo sensualmente y das un pequeño trago al vino. Tienes las piernas completamente separadas entre ellas, como si una planta carnívora espera a su presa para devorarla, la misma sensación tienes tu. Al principio de tus piernas unos pies pequeñitos y muy cuidados, unos gemelos redondos y estirados y unas rodillas brillantes y fuertes, y tus muslos, tus muslos celestiales. Tienes unos muslos alargados y tersos, nada de grasas que deshagan la bella visión que perciben tus ojos, y al final las piernas concurren en un mismo punto, ese nido d emieles precedido por la matita de pelo tan cuidada y que esta tan caliente.

Que decir tiene que la imagen de tu cuerpo desnudo te seduce tanto que tu respiración comienza a acelerarse, tu temperatura a elevarse y tu nido d emieles a mojarse. Esta es la parte que más te gusta, la de hacer sufrir a tu nido d emieles a costa de comenzar a rozar tus pezones y no parar hasta notarte el nido d emieles tan húmedo que notas la humedad en el propio culito. Pero esta vez decides hacer sufrir también un poquito a tus pezones.

Coges la copa y dejas caer el vino en el canalillo. El vino corre por el torrente natural de entre tus pechos hasta llegar a las llanuras de tu barriguita. Te vuelve loca la diferencia de temperatura y el propio vino en sí. Comienzas a pasarse la mano por la barriguita y cuando la tienes empapada, la llevas hasta tu nido d emieles para restregarte el vino en él, cosa que te lo agradece exhibiendo una cantidad nunca antes superada de jugos de placer que comienzan a salir desesperadamente de tu nido d emieles al sentir este el tacto del vino en tu mano rozándole la entrada. Subes entonces hasta tus pezones no sin antes despedirse de tu nido d emieles con unas dulces caricias superficiales que lo dejan con sus puertas entreabiertas a la espera de un cuerpo que se quisiera pasear por él. Llegas hasta tus pechos y los comienzas a acariciar a la vez que cogiendo aire y curvando tu espalda, consigues sacar los pezones de sus órbitas. Te estaban esperando cubiertos de un manto líquido rojo que cubría todo tu pecho. Te acaricias el pecho entero, pasas a acariciarte los pezones, mientras te miras exhausta de tanta belleza disfrutando de placer, no sabes de nada que te resulte más sensual que la escena que estas viviendo, no crees que haya nada más femenino que el ver gozar a una mujer masturbándose.

Quieres que dure días, años, siglos, no quieres acabar, pero tu cuerpo te pide lo contrario, sobretodo tu nido d emieles que como habías pedido, se ha humedecido tanto que notas gotas de su flujo caerte por tu entrepierna hasta tu culito. Te encanta el sentir mojado tu culito para poder frotártelo con las contracciones de tu propio cuerpo. Como lo prometido es deuda, comienzas a hacer bajar una de tus manos muy despacio hasta llegar a el bello de tu nido d emieles, te dedicas a acariciarlo todo lo que puedes, cuando ya no puedes más, bajas la mano definitivamente hasta el nido d emieles. Lo comienzas a acariciar superficialmente. Te encanta mirarte las piernas mientras te rozas el nido d emieles, te encanta ver como se abren sin que tu se lo ordenes, te sientes mujer.

No recuerdas haber estado nunca antes tan caliente, esto esta resultando muy pero que muy bien, nunca antes habías conseguido hacer sufrir tanto a tu nido d emieles. Éste te pide suplicando que por favor le introduzcas un dedo dentro, tu lo sabes, conoces bien tu cuerpo y sabes lo que quiere pero decides acariciarte antes el clítoris. La cantidad de gemidos que salen de tus entrañas te ponen caliente, la cantidad de jugos que salen de tu nido d emieles te ponen caliente, el aire rozando tus pezones mojados al subir y bajar el cuerpo en sus contracciones, te ponen caliente y el roce de tu clítoris compenetra esta calentura y tu cuerpo. Las piernas las tienes lo más abiertas que permiten tus abductores, tu espalda todo lo curvada que permite tu columna y tu nido d emieles todo lo abierto que permite su piel inflamada de necesidad. Entonces comienzas a pensar en tu situación, te encanta lo que estas haciendo, pero te has hecho sufrir tanto que sabes que si te metes un dedo o incluso dos te decepcionaras.

Comienzas a pensar en que necesitas un hombre o tal vez una mujer que te introduzca algo, te daba igual, necesitas simplemente sentirte llena. Este último pensamiento te da una idea. Dejas un instante de acariciarte, tu respiración es muy acelerada pero se te acelera más al pensar en lo que puedes hacer.

Vas hasta la cocina y en cuestión de segundos has vuelto. Antes de dejarte caer otra vez en la cama, te quitas del todo la bata. Vas hasta el cajón de tu mesita y sacas un preservativo. Te vuelves a colocar en la posición de antes, boca arriba, ligeramente recostada en el cabezal y con las piernas abiertas. Abres el envoltorio y sacas un preservativo de los normales. El tacto resbaladizo y la imagen de lo que estas a punto de hacer te estremecen y convierten tu respiración en pequeños gemidos de desesperación. Coges lo que habías ido a buscar a la cocina, un plátano, un plátano aún verde y duro. Coges el preservativo y lo colocas en la punta, presionas sobre el capuchón y comienzas a bajarlo despacio, lo bajas a base de pequeños empujones que te hacen gemir de necesidad.

Una vez tienes el plátano cubierto con el preservativo, lo coges con tu mano derecha y comienzas a acariciarte los pezones. Es tal tu estado de desesperación que tus continuos gemidos se convierten en lloros, estas llorando de la excitación. Te estas torturando a ti misma. Vas bajando el plátano hasta llegar a tu nido d emieles. Esta totalmente cubierto por jugos que se desperdician por toda tu entrepierna cubriéndote totalmente, desde tu felpudo hasta el culito pegado a la cama.

Comienzas a subir y bajar, subir y bajar el plátano. Es tal tu estado de lubricación y la manera en que esta abierto tu nido d emieles que tienes que aguantar el plátano con la mano porque con su propio peso se te introduce dentro, cosa que no quieres hacer aún. Pasas a acariciarte el clítoris a la vez que se pasas arriba y abajo el plátano por tu nido d emieles. Gritas de pasión, desesperación y lujuria, no puedes aguantar más, no puedes aguantar más, así que sin esperar más paras el vaivén del plátano justo a la entrada de tu nido d emieles.

Sientes los latidos de tu corazón en tus pezones y en tus labios exteriores. Vagas unos instantes en el infinito y empujas el plátano lentamente pero con fuerza hasta lo más profundo que ti misma pues no solo atraviesas tu nido d emieles sino que haces lo mismo con tu alma. Ahora sí que te sientes llena y tras recuperarte de la explosión de placer, de sudor y de aún más jugos que literalmente te chorreaban del nido d emieles, dejas ir todo el aire acumulado en forma de grito que te marca la recta final de tu experiencia.

No te lo puedes creer, tienes un plátano inmenso en tu interior y resbala como si nada dentro de ti. La humedad de tus manos al tocar tu nido d emieles, el olor de tu cuerpo, el olor de una verdadera hembra en celo, tus gemidos, te están volviendo loca. Miras como te metes el plátano dentro y lo ves desaparecer entero, te pones malísima, al sacar el plátano puedes apreciar como has dejado el preservativo, tienes jugos tuyos por todos lados.

Decides hacerte sufrir un poquito más y te sacas el plátano de dentro muy poquito a poco hasta que esta completamente fuera, entonces lo llevas hasta tu pecho y empiezas a acariciarse los pezones con él mientras te rozas el clítoris. No aguantas mucho pues el olor a hembra que desprende el plátano te obliga a volverlo a llevar hasta tu nido d emieles después de haber estado saboreando tus propios jugos un momento por primera vez en tu vida. Te encanta el sabor a hembra, te encantaba el olor a hembra y te encantó la sensación de una hembra al ser penetrada por un miembro como ese plátano.

De nuevo te introduces el plátano de una vez en tu interior hasta tocarte con tu mano en el nido d emieles, lo dejas sobresalir lo justo para poder estirar luego de él y volver a empujar para introducírtelo de nuevo. Después de moverlo dentro de ti un rato, notas que tienes el culito super húmedo así que dejas el plátano dentro de tu nido d emieles y llevas tu mano hasta tu culito. Nunca antes te lo habías tocado tu misma, y cuando te lo habían tocado te había gustado hasta el punto en que te metían algo verdaderamente dentro así que estas acariciándote el culito por fuera y presionándotelo un poquito para dentro. Debido a que lo tienes más mojadito que nunca notas como entra la puntita de tu dedo sin ningún esfuerzo, y no te duele, pero no quieres meterte más que la punta, así que estas disfrutando de tu culito un ratito mientras tienes el nido d emieles ocupado con ese plátano mágico. Al cabo de un momento vuelves a ocuparte de tu nido d emieles.

El plátano en tu nido d emieles, tus dedos en tu clítoris, tu pelo rozando tus pezones y tus pechos en general, el aroma a mujer y la humedad que te hacen resbalar hacen que comiences a notar los escalofríos previos del mejor orgasmo de tu vida. Comienzas a mover más rápido el plátano, la mano que te roza el clítoris pierde el control de la velocidad y las contorsiones y gemidos son ya desorbitados, coges aire profundamente por última vez y tras una descarga final de energía procedente de tu nido d emieles cierras los ojos y dejas ir todo el aire de golpe en un gemido fantástico, tu cuerpo se tensa y te introduces con más fuerza que nunca el plátano en tu nido d emieles, entonces empiezas la descarga adicional de miles de escalofríos que impactan tu cuerpo sin piedad y que hacen que te retuerzas a banda y banda sin intención de parar nunca.

Una vez relajado tu cuerpo sacas el plátano de tu interior y decides que jamás te faltara en casa ni fruta ni vino.

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26/3/10 a las 1:50

Es un rico honor
Gracias es un rico honor y halago al recibir un comentario tuyo

Saludos calidos

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