En septiembre tocaba Pablo Alborán en Madrid. A mí me gusta mucho, así que le dije a mi novio que fuéramos y fuimos. El día antes ya me puso en alerta cuando, respondiendo a mi propuesta de ir pronto para estar cerca del escenario, me contestó de malas maneras que lo importante era escuchar la música.
Ya en el concierto, como es lógico, me puse a verlo mientras le tenía de la mano, le hacía alguna caricia, algún beso, etcétera. En un momento dado, en realidad casi al principio, él se pone todo serio y empieza a mirarme raro y rechazar cualquier gesto de cariño. Al poco rato se va al baño y no vuelve. Cansado de la estupidez (sabía que me iba a ... el concierto) fui a por él y nos marchamos a casa.
Al día siguiente me dijo que sentía que estaba pasando de él, como si estuviera sola, y mirando el escenario obnubilada, fascinada por el cantante. Según él, debía prestarle atención a él en lugar de al escenario, pues claramente, dice, estaba deleitándome con el físico del cantante (cosa que, he de reconocer, no está muy lejos de la realidad). Sin embargo todo lo demás es falso, pues evité embobarme demasiado para que no se mosqueara.
¿Son estos unos celos absolutamente patológicos o es cosa mía? Digo yo que si vas a un ... concierto es para estar pendiente del mismo; para centrarme en él nos quedamos en casa. No es la primera vez que me arma una similar por gilipolleces: ya se mosqueó porque según él miraba demasiado a la pantalla mientras veíamos una peli con un actor como protagonista .