Érase una vez, en un lejano pueblo entre montañas, que habitaba un campesino. Tenía el labriego una cuadra, donde todas las tardes, al anochecer, encerraba al burro que tenía para las labores propias: arar, transportar cargas, viajar... .
Hallábase junto a la cuadra una pocilga, donde todos los años, después de navidad, introducía un cerdo joven para cebarlo durante el año, y sacrificarlo la siguiente navidad.
...
Entró el burro aquella noche tan cansado y apaleado como de costumbre, y sirviole el granje una minúscula ración de paja y algo de agua. Y dijo el cerdo:
-"Hay que ver, amigo burro, con lo que trabajas y lo mal que te tratan y alimentan. En cambio, mírame, aquí todo el día: paja limpia para dormir, grano fresco, verduras y frutos hasta saciarme."
-Ya.-dijo el burro- Mas he visto pasar a muchos como tú por ese mismo sitio.
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-Al día siguiente, al oscurecer, como de costumbre, volvió el burro a la cuadra. Observó que el cerdo estaba apenado y triste en un rincón, y el cebadero intacto, lleno de manjares.
¿Qué te pasa, amigo cerdo?-Le inquirió.
-Oye, no me gusto nada lo que me dijiste ayer. Se me ha quitado hasta el apetito. -Contestó el cerdo.
¡Pues no te dejes, que es peor! -Añadió el burro.
APOLONIO
-La vida es corta para el afortunado, larga para el desgraciado.