Dos del mismo tipo
Two of a Kind
No sé porqué a los hombres les es tan excitante escuchar acerca de éste tipo de cosas. Pensaba mientras caminaba hacia la casa cuántas veces me han pedido que cuente cómo fue esta experiencia, y mientras más detalle cuento más cachondo se pone el que oye.
Fue hace años, cuatro años casi, era un 18 de Septiembre, plena víspera de fiestas patrias, y por supuesto, plena víspera de carrete. Había conocido a un chico dos años menor que yo hace un par de meses y teníamos una relación bastante ridícula, aunque bastante común. Falté a la universidad dos semanas completas una vez sólo por estar con él. El felíz de tener sexo todos los días.
La verdad el pendejo era bastante experto, y sólo tenía 17 años. El asunto es que cuando una mujer sufre tiende a agarrarse más. Y yo me sabía objeto sexual y trataba todo el tiempo de que me quisiera. Finalmente accedí a mil cosas con él, supongo que lo hice todo. Y bueno, yo con 19 años me iba sorprendiendo más y más de lo que era capaz de hacer.
Sucede que esta historia no tiene que ver tanto con él como con alguien más, alguien que estaba allí, en la ramada. Me enteré por casualidad, entre chating de borrachos, que el pendejo se había acostado con una chica mientras yo salí a hacer un trámite. No le costó nada, hizo todo su tramite en tres horas de mi ausencia.
Y bueno, la verdad yo no quise tomar ni una gota de alcohol más porque tuve la intención de tomar mis cosas e irme. Subí la larga escalera y entré a la pieza del pendejo para tomar mis cosas, pero rayos!, no podía irme, una de las chiquillas que participaba del carrete estaba más ebria que un zapato y sola encerrada ahí. Entré, traté de que se le quitara un poco el efecto y le dí coca-cola para ver si se le diluía algo de todo lo que tenía en el estómago.
Ebria, buena para hablar. Me confirmó todo el engaño del pendejo y bueno, supongo que me lo tomé bastante bien. Ahí estábamos, las dos tiradas sobre la cama del pendejo, encerradas, luz apagada mirando las estrellas por la ventana abierta de donde provenían todos los ruidos de la ramada. Estábamos muertas de la risa, hablábamos de música, de baile, de discos.
Me mira fijo, has atinado alguna vez con una mujer?. No, respondo, no se me ha dado la oportunidad.
Me toca la cara con una mano, me envuelve en sus brazos y me da un beso en el pelo. Le sonrío, sonrío de agrado, no de caliente ni pícara. Le tomo el mentón y me acerco a sus labios, lentamente, casi sin tocarlos. Empecé a succionarlos muy suave. Ponía mis labios en las comisuras de su boca con más ternura que nada.
Ahí estábamos, acostadas una enfrente de la otra, mirándonos, queriéndonos, hasta que (lo siento, tenía que hacerlo), me vino el instinto sexual. Me apegué a ella, mis piernas estaban entre sus piernas, mi mano derecha estaba en su cintura bajo la polera, mi mano izquierda estaba acariciando su pelo, sus pechos (mucho más grandes que los míos) se sentían calientes en mis pezones y entonces puse mi boca en su clavícula para subir lentamente hasta su cuello con mi lengua. La lamí así muchas veces, miles de veces, hasta que sentí como me iba excitando, cada vez más, con una mujer. Sentía sus latidos en mi lengua, sentía como apretaba su pubis contra mi, cómo sus manos se empezaban a pasear calientes bajo mi polera, cómo su piel se iba poniendo sudorosa bajo mis dedos. La fui girando lentamente mientras la llenaba de besos lentos y húmedos, me encantaba meter mis dedos entre su pelo mientras me ofrecía su cuello. Y bueno, me ví, me ví sobre ella como sobre cualquier hombre. Se veía exquisita, su pelo largo desordenado, sus labios gruesos húmedos entreabiertos, su ropa desordenada y mirándome con los ojos brillosos me encantaba
Le desabroché la blusa, de a poco, mirándole fijo para que no se desconcentrara, tenía sus manos en mis caderas firmes, como para que no me escapara. Puso su mano en mi vientre mientras yo estaba inclinada besándole el cuello y con mi otra mano desabrochando cada botón.
Empecé a bajar lentamente junto a mi mano, era extraño nunca había tocado los pechos de alguien, y supongo que me tocó tener en mis manos los más exquisitos. Pasé mi lengua entre sus dos montes mientras los tenía agarrados uno en cada mano. Mordía sus bases suavemente, deslizaba mi lengua de la base al pezón, los tenía duros, erectos. Puse uno dentro de mi boca, lo lamí saboreándolo intensamente, lo succioné, lo apreté con mis labios, y mis manos mientras atrapaban su cintura. Seguía debajo mío, no podía escapar, era mía
Sus manos se agarraban de mi pantalón como queriendo arrancármelo. Su respiración era fuerte, entrecortada, sus manos sobaban fuerte, sus piernas ya no estaban quietas Puso su mano en mis pechos de repente, y me apartó de ella. Pensé que no le gustaba, pensé que algo estaba haciendo mal Pero de pronto me tomó de los hombros, me tiró de espaldas y se subió ella sobre mí. Me levantó la polera y empezó a lamerme las costillas, luego la cintura Tenía mi vientre húmedo y al parecer le encantaba. Pasaba su mano y trataba de meterla al pantalón. Lo desabrochó, levanté mi pelvis para que lo quitara más fácil. Me tenía ahí, estirada de espalda sobre la cama con una polera diminuta y la bragas húmedas a la vista. Empezó a morderme suavemente las caderas, sus manos se metían bajo mis calzones sólo agarrando las caderas, quería que me los arrancara y ella sabía lo desesperada que me tenía. Ahí estaba ella lamiendo, mirándome a ratos con una seriedad de esas que sólo denotan excitación. Parecía una gata sobre mí, su blusa estaba desabotonada, desabotonada por mí, y sus pechos colgaban gloriosos de su cuerpo moviéndose al compás de los lamidos que le regalaba a mis ingles. Su pelo se movía y caía sobre mis piernas haciendo cosquillas como plumas. Sus uñas largas me rasguñaban suave la piel con una intención escondida de enterrarse en mi piel. Yo estaba sudando, puso su mano en mi rodilla y empezó a subir por el interior de mi pierna muy suavemente. Llegó ahí, donde el calor brotaba. Se estiró sobre mi sin sacar su mano de mis bragas, me besó apasionadamente, perfecta como ella y se quedó estirada sobre mí , sin poner un gramo de su cuerpo sobre mi pecho, afirmándose con una mano en el colchón y con la otra jugando con mis sensaciones. Me tocaba, me tocaba tan suave que hasta sufría. Sentí perfectamente lo mojada que estaba, paso un dedo por debajo de la braga y lo metió suavemente por mi vagina. Me estremecí, me estremecí tanto que hubiese deseado siempre haber estado con ella. Lo metió y sacó solo dos veces, muy lentamente, mi vagina la succionaba. Sacó su dedo y lo puso en mis labios. Olí, no era olor a hombre, era mi olor. Pase la lengua muy suavemente por su dedo. Era sabor a mujer.
Me enloqueció, me arrodillé frente a ella, la besé, la besé muy cariñosamente, y mientras la besaba mis manos le bajaban los pantalones. La empujé suavemente hacia atrás, otra vez estaba ella de espaldas, mientras yo gozaba de quitarle los pantalones con una cara de caliente que no me la aguantaba. Le tomé las caderas, me pasé la lengua por los labios y le arranqué las bragas de dos tirones. Respiraba tan fuerte que me excitaba tan solo escucharla. La tomé de los tobillos y los acerqué a su cuerpo. Sus rodillas estaban altas y su vagina a mi disposición. Si hubiera sido hombre se lo hubiera metido ahí mismo, se veía tan exquisita, tan mía. Estaba muy mojada, sus labios estaban hinchados, sus pelitos brillaban de húmedos, y en medio de todo eso estaba la entrada al placer. Me impresionaba no sentir una pisca de asco, sentir su olor me excitaba aún más. Me acerqué lentamente y le mandé una lamida desde su ano hasta el clítoris, su cuerpo palpitó, levantó el pubis, dejé su clítoris entre mis labios y lo masajeé suave, con un chorro de saliva caliente. Empecé a lamerla entre sus labios llegando al clítoris miles de veces, cada vez con más presión, tanta presión que terminé metiendo mi lengua por su vagina como penetrándola. De vez en cuando la soplaba, se estremecía, me agarraba los hombros fuerte para que no la dejara. Agarré sus labios hinchados con mi boca, los saboreaba y los soltaba una y otra vez. Movía su cabeza de un lado a otro, con una mano afirmaba mi hombro y con la otra me acariciaba el pelo. Pasaba sus dedos entre mis mechas sudorosas. De pronto sacó su mano de mi cabeza y puso sus dedos en su clítoris, empezó a masajearlo y yo seguí con un mete y saca con mi lengua mientras me volvía loca ver como su clítoris aumentaba de volumen. Tenía mi boca llena de sus jugos exquisitos, tenía sabor a mujer y me encantaba. Me acerqué a su mano y de lamí los dedos, empecé a masajearla yo, mis dedos en otra vagina, en otra que estaba tan caliente como la mía sentía como respiraba, cómo se movía, cómo se apretaba, empezó a respirar más fuerte, mas fuerte que las otras veces y entendí lo que estaba sintiendo. No me detuve, seguí masajendola rápido, cada vez más fuerte, y la ví contornearse exquisitamente de pronto se quedo tirada, sudada completamente de espaldas. La miré sin hacer nada.
Levantó un poco su cabeza a los 30 segundos, me agarró una mano y me acercó a ella. Me bajó las bragas tanto que prefería quitármelas. Me hizo un gesto pícaro, me quería abierta sobre ella. No entendía, pero lo hice. Puso sus manos en su pubis como si se estuviese protegiendo de un golpe, pero sus pulgares estaban hacia arriba. Entendí ahora perfectamente cual era el siguiente paso. Estaba sobre ella, con las piernas separadas y al bajar sus pulgares se metieron en mí. Puse una mano apoyada en el colchón con mi rostro exactamente sobre su rostro y mi otra mano empezó a masajear mi clítoris mientras me movía suavemente hacia delante y atrás como si tuviera el más exquisito pene dentro de mí. Estaba tan caliente que sabía que esto iba a ser fácil, la sensación era exquisita, estaba todo mojado, sus manos, mi mano, mi vagina su vagina con mis jugos Y empecé a moverme más y mas fuerte, no más rápido, sino más intenso, y el orgasmo del siglo empezó a nacer. La temperatura era extremadamente alta, ella parecía excitarse otra vez con mi rostro de cachonda, y terminé estremeciéndome recostada sobre unos exquisitos pechos que palpitaban en mi piel.
Golpearon la puerta.
Me vestí rápidamente, le dí un beso con el sabor de su cuerpo, la tapé, tomé mi bolso, y al abrir la puerta estaba mi novio el infiel. Me miraba fijo, respiraba rápido. Lo miré, me sonreí y le dí un beso con sabor a mujer antes de marcharme para siempre.
Ver también
Increible!!
me encanto tu relato!!...muy inteso.
El modo en el cual està escrito es envidiable.
Espero volver a leer otro relato tuyo!